King Crimson: grupo salvaje

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El septeto británico King Crimson en una imagen de archivo. / Efe

Un solo detalle trivial bastaría para certificar que King Crimson es el grupo más macho que existe. Dicho sea, por supuesto, con la mayor ironía posible. Durante el intermedio, la cola en el lavabo de hombres era como siete veces más larga que la cola ante el lavabo de mujeres, algo nunca visto por este cronista en ninguna otra clase de espectáculos. Las mujeres comentaban esta rareza entre codazos, risitas, quejas por lo ruidoso de la música y condolencias mutuas por la perversidad de sus respectivas parejas, a quienes iban a hacer pagar muy caro la osadía de llevarlas a semejante cristo. No les faltaba razón porque si alguna vez hubo un grupo para iniciados, un grupo en el que la buena voluntad, el gusto exquisito y la apertura de oídos no sirven de nada si uno no sabe a lo que se enfrenta, ese es King Crimson. Hace falta un doctorado en contrapunto, un gusto dodecafónico por la aventura, un alma de jazzman en éxtasis y una resistencia de metalero a los decibelios para atreverse con un concierto de tres horas que comienza con un recital de tres baterías.

Sólo la extravagancia de colocar a tres baterías (y vaya tres baterías, nada menos que Pat Mastelotto, Jeremy Stacey y Gavin Harrison) en la vanguardia, mientras los vientos (Mel Collins), el bajo (Tony Levin) y las guitarras (Jakko Jakszyk y Robert Fripp) se colocan detrás sobre una tarima, daba a la banda el aspecto de un paquidermo imposible. Tras la primera, alucinante borrachera de percusión, la música se desplegó en esas esquizofrénicas ráfagas de sonido que parecen salir de un manicomio. Sin embargo, sólo hacía falta ver el trabajo de los tres arquitectos levantando y destruyendo el manicomio a martillazos para comprender que esa demencia está calculada al milímetro. Entiendo la desesperación del oyente desprevenido, porque probablemente en el rock no existe una criatura más matemáticamente bestial que King Crimson, pero también me tendrá que conceder que son capaces de momentos de una delicadeza y un lirismo insólitos. La voz sideral de Jakszyk en Peace, el momento en que Levin y Fripp dialogan a solas en los intervalos de calma de Red, la flauta de Collins en el desierto lunar de Epitaph. Son salvajes y civilizados a la vez, son ásperos y dulces en la misma canción, son de otro planeta. En cierto modo, el descrédito femenino puede entenderse según aquella osada afirmación de Chuck Klosterman, cuando dijo que hay un momento en la vida de todo varón en el que piensa que Led Zeppelin es la única música posible. Klosterman añade que ese momento puede durar diez minutos, dos años o toda la vida. Para algunos de mis amigos, para muchos de los que nos agolpamos el lunes y el martes en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid, esa banda siempre será King Crimson. Para quienes adoramos a King Crimson y para quienes cordialmente lo detestan, las tres horas del concierto del martes duraron una vida entera.

Los he visto tres veces, una por década, el doble trío en los noventa; el cuarteto con Belew, Levin y Mastelotto la penúltima vez que aterrizaron en la capital; y esta semana, con ese septeto sólo en apariencia desequilibrado. En las tres he tenido la sensación de que el tiempo se detenía al tiempo que avanzaba decenios, pero únicamente el martes Fripp se permitió echar una ojeada atrás, al almacén monumental de su legado, con versiones de sus temas clásicos -Easy Money, 20th Century Schizoid Man, In the Court of the Crimson King- que sonaban como si estuvieran naciendo en ese mismo instante en lugar de llevar tres o cuatro décadas criando polvo. Se enfrentan a su pasado con la misma determinación suicida que Pike Bishop y sus tres colegas lanzándose contra el grueso del ejército mexicano en el final de Grupo salvaje; la misma banda de asesinos despiadados que se pone a jugar con unos niños y una anciana mexicana comenta: "A todos los hombres les gustaría volver a ser niños". Y Bishop responde: "Sí, sobre todo a los peores".

Poco más puedo decir porque no hay manera de explicar a King Crimson si no eres un fanático crimsoniano. Y en caso de que lo seas, sobra cualquier explicación. Nietzsche escribió, al oír el pedal de órgano sostenido durante varios interminables compases al comienzo del Anillo wagneriano, que aquello ya no era música: era meta-música. En sus mejores momentos, en la amalgama de relámpagos de Level Five, en la doliente guitarra de A Scarcity of Miracles, en el feroz maremoto de Lark's Tongues in Aspic II, en la atronadora tristeza de Starless, King Crimson ya no es música: es religión. Sólo hay una palabra para describirla: indescriptible.

DGM Live - King Crimson (YouTube)
12 Comments
  1. Mavi says

    ¡Qué sorpresa al buscar noticias sobre King Crimson y encontrarme con esta noticia!
    Decir que me hierve la sangre y me duelen los ojos es poco.
    Soy una mujer, en la treintena, fan absoluta de esta banda, del rock en general, del progresivo en particular.
    Ninguna pareja me llevo del brazo al concierto, es más, creo haber sido yo la que di nota de aviso a algún amigo y a mi hermano para comprar la entrada.
    El estridente e inusual sonido de sus baterías me llevan al éxtasis, muy lejos como nombra usted,de quejarme por haber sido llevada cuál perro por el cuello a un concierto caro que mi limitada mente fémina es incapaz de comprender.
    Efectivamente la cola de mujeres era bastante más pequeña que la de los hombres, efectivamente el número de mujeres presentes era considerablemente menor. Yo estuve en esa cola, ciertamente no escuche ningún comentario respecto a venganza alguna por haber sido arrastradas allí. Tampoco sobre ese detalle con el que comienza su artículo, más bien parecían hechizadas por el espectáculo.
    ¿Es necesario que explique algo?
    ¿Qué hacían las mujeres en los años 70 sino escuchar al señor Fripp?
    Seguramente les encanté leer la palabra patriarcado, de tan nombrada desambiguada y de tan luchada, odiada.
    Si quieren aplicarla aquí, encaja tan bien como dos carbonos.
    No sé si es mucho suponer, pero supongo que es periodista.
    Como mínimo pido una disculpa, que se avergüence de sus palabras, por la «pureza de la música» como le gusta decir a Robert, por respeto a todas las mujeres, las que escuchamos King Crimson y las que no, todas esas que mientras sus viriles majestades deleitaban sus oídos con los complejos sonidos del mellitron, estaban cuidado niños, trabajando en casa o escuchando cualquier otro ritmo tan decoroso como 7/4.
    La dignidad está bastante más allá de la exclusividad de la música.

  2. Klaus T. says

    Lo de la ironía me parece que no lo has pillado.

  3. Mavi says

    Desde luego que he recaido en la palabra «ironía». Lejos de ser el análisis sintáctico mi fuerte, diría que se refiere al «grupo más macho» y no a todo lo que sigue.
    Aún siento así, y siendo yo la que no entendió el texto, quizá debería dejar de lado la maravillosa anécdota sarcástica – que desde luego es ofensiva-, y centrase en la música que es el tema que atañe.
    Por cierto, nadie de mi entorno había caído tampoco en esa supuesta ironía.

  4. Manuel says

    No estuve en Madrid pero si en Barcelona,es la tercera vez que he tenido la oportunidad de ver a king Crimson y cada vez eran mas hombres que mujeres,en los 70 también eramos mas los chicos que las chicas los que disfrutábamos de libertad para experimentar no solo en la musica sino en otros campos,seguro estoy que desgraciadamente muchas de aquellas chicas que les gustaba King Crimson hoy con 60 años siguen sin tener la libertad de poder asistir a sus conciertos por obligaciones inculcadas en aquellos tiempos.
    Me parecen desafortunados los comentarios irónicos y creo que podría haber puesto mas ojo a los esnops que habían en el concierto que a la cola del aseo

  5. Malena says

    Un concierto soberbio y una crónica a la altura del concierto. Una verdadera lástima la falta de sentido del humor de algunas y algunos.

  6. Mavi says

    Y así es como funciona el engranaje. Una mujer se ofende por un comentario machista y resulta que no tiene sentido del humor, que no entiende la ironía de un periodista. Es una bonita manera de desacreditar, el siguiente paso es llamarme exagerada.
    Es atroz la carta blanca de algunos para bromear de algo tan serio – aunque sigo sin ver el sarcasmo-, no hay cabida para la mofa varias veces repetida, no veo el contexto para ensayar lenguajes literarios desconsiderando la sensibilidad de muchos lectores (debieran ser todos). La única manera de encajar aquí el tema de la descomunal diferencia de género es la denuncia.
    Mientras sigan mujeres sometidas, sumisas, mutiladas, asesinadas, mientras sigan las colas de los conciertos tan terriblemente descompensadas, pueden dejar sus sutiles ironías para las reuniones de amigos si quieren, a mi no me apetece leer entrelíneas, no necesito la breve mueca de quien se sabe reírse de las desgracias, este holocausto no ha pasado.
    Y desde luego no tenemos porque aceptar semejantes barbaridades en la prensa.

  7. Malena says

    Tómate una tila, chica. No es que seas exagerada: es que eres idiota.

  8. Mavi says

    Malena:

    Es muy triste que tengas que recurrir al insulto para defender tu argumento, (Ad Hominem).

  9. Pablito says

    Cuando ves a alguien tan preocupada por la discriminación de género y no le cabe ni una temática por sarcástica que sea, te das cuenta de lo irónico que es que diga que le gusta escuchar a King Crimson.

  10. Mavi says

    Pablito:

    Lo sorprendente y vergonzoso es ver a personas no preocupadas por la discriminación de género.

  11. Julio says

    Una de las mejores crónicas de un concierto que haya leído jamás.

  12. La prin says

    La cola de varones en el wc se debe sin mas a la media de edad de la Peña Crimsoniana y a sus problemas de próstata

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