Encadenados al amarillo (v 5.0)

El Tour del 2010 pasará a la historia como el Tour de la cadena, de eso no hay ninguna duda. Para algunos aficionados será el de la cadena de Andy Schleck y, para otros, entre los que me incluyo, será el Tour de otra cadena, una de cinco eslabones, tantos como las victorias consecutivas que lleva España en La Grande Boucle. Porque, no lo olvidemos, después de los cinco amarillos de Miguel Induráin, entre 1991 y 1995, España ha vuelto a enlazar otros cinco, en las espaldas de Oscar Pereiro (2006), Alberto Contador (2007, 2009, 2010) y Carlos Sastre (2008).

La casualidad ha querido que el tiempo que recuperó Alberto en la subida a Balès, a consecuencia de un error en el cambio de su principal rival, haya sido exactamente el mismo tiempo con el que el español ha aventajado al luxemburgués en la clasificación general final, pero no es menos cierto que el menor de los Schleck dilapidó 42 segundos, respecto de Contador, en un prólogo de tan sólo 8,9 Km. Visto lo visto, no es descabellado pensar que Andy podría haber perdido el Tour cuando éste casi no había ni comenzado.

Y es que, cuando tienes al depredador de Pinto enfrente, cualquier fracción de tiempo, por pequeña que ésta sea, vale oro. Basta comprobar que, en tan sólo 108 segundos de ventaja, nuestro pentacampeón ha condensado dos ediciones del Tour (2007 y 2010) y una edición de la Vuelta (2008). Nadie ha ganado tantas veces como él una gran vuelta, por un margen de tiempo inferior al minuto. Gana y da emoción, aunque, a veces, como en la crono del sábado, el thriller estuvo a punto de convertirse en terror. Es su forma de demostrarnos a todos que cada Tour vale un tesoro y que las buenas costumbres deben generar placer y no monotonía.

Sea de una o de otra forma, lo cierto es que, hace 30 años, los españoles veíamos el Tour, cada verano, con el anhelo de encontrarnos con un triunfo de etapa aislado o de colocar a alguno de los nuestros entre los diez primeros de la general y ahora nos cuesta Dios y ayuda imaginarnos un mes de Julio sin que suene nuestro himno en los Campos Elíseos. Porque, hoy, a diferencia de lo que sucedió el año pasado, sonó el himno de España y no el de Dinamarca. Son ya diez de las últimas veinte ediciones del Tour y diez de las últimas dieciocho ediciones de Roland Garros, las que han coronado a un deportista español. Y es por eso que alguien me decía ayer, no exento de cierta mala leche, que en estas dos últimas décadas, los franceses deben sentir más próximo el Chunda-Chunda que La Marsellesa y, probablemente, así sea.

Pero no ha sido Alberto Contador el único ciclista que ha brillado en esta edición de la ronda gala. El imponente Mark Cavendish lleva quince triunfos de etapa en los últimos tres años y se ha convertido en el primer ciclista de la historia que gana dos años seguidos frente al Arco del Triunfo, lo que le consagra como el mejor sprinter de los últimos 40 años y, probablemente, como uno de los cinco mejores de todos los tiempos.

En definitiva, España reina, deportivamente hablando, en el fútbol continental y mundial, en el baloncesto continental y mundial, en la Copa Davis, en Wimbledon, en Roland Garros, en el Tour, lidera las tres categorías del Mundial de Motociclismo y acaba de reencontrarse con la victoria en el Mundial de Fórmula 1... Será por algo más que por una cadenita mal cambiada, digo yo.