Pedro Sánchez dará la batalla por la secretaría general del PSOE

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Pedro Sánchez, en el acto público con militantes celebrado en El Entrego (Asturias). / Alberto Morante (Efe)

Ni muerto ni tomando cañas. Embarcado en una estrategia un tanto absurda –hay quien dice que mágica porque le hace desaparecer por largas temporadas-, Pedro Sánchez no está sumido en la depresión por el abandono de quienes en el pasado le hacían la ola ni tiene previsto tirar la toalla. Al más puro estilo taurino, si el tiempo no lo impide y la autoridad lo permite, Sánchez está decidido a presentar su candidatura a las primarias y a dar la batalla por la secretaría general del partido. Esto es, al menos, lo que transmite su entorno más cercano para despejar las dudas que sus adversarios siembran entre la militancia.

El balance de situación es el siguiente: tras su viaje a México, donde impartió una conferencia sobre liderazgo y se reunió con viejos exiliados y afiliados del PSOE, y su baño de masas en El Entrego (Asturias), el depuesto se ha recluido voluntariamente en su domicilio y desde allí ha seguido la reciente reunión de los suyos en Madrid en la que le pedían ponerse a la cabeza de un auténtico “proyecto de izquierdas” para el PSOE. Su respuesta fue tuiteramente ciberespacial: “Gratitud inmensa por la confianza. Entre todos/as haremos posible la recuperación del PSOE y de nuestra identidad como socialistas”.

Sus enigmáticos mensajes tiene en ascuas a sus seguidores pero lo que apuntan sus allegados es que existe incluso un plan para, una vez obtenida la victoria en las primarias, retomar el liderazgo de la oposición, aunque sea como senador designado por alguna comunidad autónoma, algo similar a lo que se espera que haga Susana Díaz si se atreve a dar el paso y pone Ferraz a sus pies. Las fuentes consultas por este diario sugieren que el signo de la legislatura cambiaría radicalmente y que, muy probablemente, se acortaría.

Desde su atalaya de Pozuelo de Alarcón, Sánchez ha encajado las deserciones de alguno de los miembros de su guardia pretoriana, tal que el exsecretario de Organización César Luena, quien tras acuñar el monosilábico lema “ni su ni sa” (ni Susana ni Sánchez), se ha pasado al “pa” de Patxi López, posiblemente con la promesa de que será rehabilitado en un puesto similar al que ocupaba.

López también está sumido en el mutismo aunque hay quien trabaja por él con las artes acostumbradas. Destaca entre ellos el lugarteniente de Rubalcaba, Rodolfo Ares, del que se ha tenido noticia recientemente porque, junto a algún destacado dirigente del PSE, se ocupó de llamar a los asistentes a la reunión de los 68 sanchistas del pasado martes en Madrid para profetizarles grandes males si decidían acudir a la cita. Tan diplomático como un guante de boxeo, Ares volvió a recurrir a la amenaza velada: lo mejor era no hacer acto de presencia para evitar que la Gestora de Díaz tomara represalias.

Paralelamente, el exlehendakari, o mejor dicho su negro, un periodista vinculado al departamento de prensa del PSE, estaría a punto de parir un libro, cuya publicación se ha pensado para este mes de enero, en el que el vasco resumiría su proyecto para el partido. López tiene el respaldo del PSE y de su cabeza visible Idoia Mendía, que se bajó del barco de Sánchez en una de las escalas.

El interés prioritario del dirigente vasco es anular a Sánchez, evitar que concurra a las primarias y asumir parte de su herencia. Con ella y en aras de la “unidad” del partido, estaría dispuesto a llegar a un entendimiento con la sultana para formar una bicefalia, en la que él ocuparía la secretaría general y ella sería la candidata en las próximas generales. El plan, claro, se atribuye a Rubalcaba, conocedor de que el socialismo rociero teme a las primarias como a un nublado. Si todo transcurriera como está previsto, el “malvado” Alfredo conseguiría quitarse definitivamente de en medio a Sánchez y, a medio plazo, a la presidenta andaluza, porque si algo se descuenta es que caería derrotada con estrépito en los comicios. Dos muertos más para su armario ropero.

Del viejo equipo de Sánchez, el único que nada y guarda la ropa es el exportavoz en el Senado Óscar López, al que también se supone vinculado a López pero que debe su escaño por designación autonómica a Luis Tudanca, aliado todavía del exsecretario general. De ahí su forzada prudencia. Esta virtud, la de la prudencia, es la que se presume a Miquel Iceta, obligado a pactar con Susana Díaz para evitar que los afiliados del PSC se queden sin poder elegir al secretario general del PSOE, y al que se encuadra entre los potenciales aliados del sanchismo.

Entre las caras visibles de este movimiento, destacan Francisco Toscano, alcalde de Dos Hermanas, histórico del socialismo andaluz, declarado antisultanista y con un nada despreciable apoyo entre la militancia andaluza, y el secretario de Valencia, José Luis Ábalos, la ‘bicha’ de Ximo Puig. Los 9.000 afiliados de esta provincia triplican a los del País Vasco. Diputados como Odón Elorza, Adriana Lastra y Susana Sumelzo, a la que se sigue castigando por parte de la Gestora, integrarían también las huestes de Sánchez. Borrell, protagonista en un principio, seguiría sentimentalmente unido al caído, aunque las circunstancias –su imputación el caso Abengoa y sus extrañas inversiones que acabaron en estafa- han debido aconsejarle pasar a un quinto o sexto plano.

A Sánchez se le aconseja mayor presencia pública –su vuelta a España en Peugeot se ha reducido a dos actos con militantes en Xiribella y El Entrego- y con medios de comunicación, pero el exlíder socialista no parece tener prisa. Cuenta también con que será objeto de campañas de desprestigio, como la que en estos días ha tratado de involucrarle tangencialmente en la trama Púnica. Aguarda a que la Gestora coloque las fichas en el tablero para realizar su primer movimiento. Veremos entonces quién gana la partida.

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