OPINIÓN / La partida de ajedrez del PP y Ciudadanos en la que el rey son las elecciones de 2019

Madrid bajo la defensa siciliana

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La política demasiadas veces encierra una buena dosis de partida de juego de estrategia en el que lo que cuenta no es en ningún caso el interés del pueblo sino la victoria de un actor político (un gobierno, un partido) sobre su adversario. Esto es especialmente evidente en la geopolítica, cuyos movimientos suelen exhibir sin demasiado disimulo vaivenes, alianzas y enemistades contra natura y cambiantes en función de cálculos que suelen tener en cuenta la quinta jugada posterior y casi nunca buscan, digamos, un mundo mejor. No suele ser tan obsceno el cálculo táctico en la política doméstica entre otras cosas porque la dichosa democracia aconseja a los actores simular ciertos escrúpulos. Sin embargo, el escándalo del fraude académico de Cristina Cifuentes ha pillado con el pie cambiado a Ciudadanos y al Partido Popular exhibiendo con cierta obscenidad un tacticismo bajo el que no existe ninguna inquietud por el bienestar de los madrileños ni por la limpieza de las instituciones madrileñas. No están disimulando que para ellos cada movimiento forma parte de una partida de ajedrez en la que el rey son las elecciones de 2019.

Antes de entrar en el fondo constatemos la asimetría. Es obvio que al PSOE le interesa el desenlace que está intentando: ningún partido quiere no gobernar y si la moción de censura presentada por Ángel Gabilondo prospera les será muy beneficioso tanto inmediatamente como pensando en las elecciones de 2019 a las que acudirían como gobierno ilusionante aunque sólo fuera por la comparación con el lodazal y por la ausencia material de tiempo para desilusionar. El PSOE está haciendo algo que le beneficia tácticamente, sí, pero ese interés táctico coincide objetivamente con las necesidades e intereses de la Comunidad de Madrid: en este momento sería imperdonable que no hubieran apostado por desalojar del gobierno de la Comunidad de Madrid a la estructura que lleva 23 años deteriorando nuestros servicios públicos y nuestra democracia.

Por su parte, Podemos está poniendo todas las facilidades posibles para que salga adelante una moción de censura que, en términos de cálculos electorales, no parece aportar grandes réditos al partido, al que no le toca liderar la moción de censura ni sería el protagonista de su éxito. Sin embargo, la alfombra roja tendida a esa moción de censura evidencia que se ha antepuesto el interés de la Comunidad de Madrid al “patriotismo de partido”. Es una decisión además absolutamente pacífica en el seno de Podemos y no estaría mal que nos sintamos un poco orgullosos de hacer lo que siempre debería hacer, pero casi nunca hace, un partido político: anteponer los intereses de su pueblo a los de su partido. El único beneficio electoral que puede obtener Podemos de su apoyo inequívoco a la moción de censura sería que estuviéramos presumiendo de la generosidad con la que estamos actuando… y se nos olvida hacerlo.

La partida que se está jugando entre PP y Ciudadanos (y en el seno del PP y de Ciudadanos) claramente ignora qué interesa al pueblo de Madrid para calcular únicamente qué les beneficia como partido y desgasta más al partido con el que se juegan la mayoría de sus votos.

Por primera vez desde su irrupción en toda España, Ciudadanos se ve condenado a tener que elegir en qué lado de la barca quiere pescar. Buena parte de su crecimiento en las encuestas se debe a que ha conseguido pescar, a babor y a estribor, muchísimo en el agua del PP, pero también ha logrado votos provenientes del PSOE e incluso de Podemos. Esta inédita necesidad de disgustar a una parte del electorado en la que se encuentra Ciudadanos explica que estuvieran más de dos semanas echando balones fuera y amenazando con sus ya legendarios penultimátums al gobierno de Cifuentes, que ignoraba a su socio con formas más bien humillantes. Que ante un bochorno institucional de la magnitud del que vive la Comunidad de Madrid Ciudadanos haya optado por hacer una encuesta evidencia que el único factor que están teniendo en cuenta es el electoral.

No lo tiene fácil Ciudadanos. Su aviso al PSOE de que “serán exigentes” en caso de que finalmente se vean obligados a dejar caer a un PP encadenado a Cifuentes dificultaría explicar por qué se han dejado pisotear durante tres años por un gobierno enfangado y colapsado; por otra parte seguramente tenga la misma credibilidad que su nivel .

Ciudadanos puede achicharrar sus intereses electorales si se humilla y mantiene a Cifuentes. Pero también tiene muchos riesgos mantener en el gobierno al PP de Madrid con otro presidente escogido entre diputados del PP que, lo saben bien los diputados de Ciudadanos, pueden dar muchas tardes de gloria. Cada escándalo del PP-Madrid llevaría la firma de Ciudadanos, mucho más que hasta ahora. Pero los intereses económicos que defiende Ciudadanos chocan con la posibilidad de que un Gobierno decente no continúe la obra de demolición social que PP y Ciudadanos llevan manteniendo estos tres años: la primera es una ley para perpetuar el uso antisocial del suelo madrileño; la segunda es la concreción legal de quienes han evidenciado que la Universidad es otro espacio a convertir en un chiringuito del PP.

Si Ciudadanos antepusiera los intereses y la limpieza de Madrid obviamente desalojaría al Partido Popular de Madrid de su gobierno. Pero entre lo que se mueve Ciudadanos es simplemente entre buscar los votos de la derecha huidiza y no dinamitar su imagen manteniendo en el poder a un patético zombi político.

Las variables con las que juega el PP no son menos mezquinas. Si Cifuentes se enroca obligarían a Ciudadanos a entregar el gobierno a Gabilondo, a quien el PP (político-mediático) intentaría convertir en el Lenin de Entrevías. Es cierto que el PP ya hizo el ridículo en Madrid intentando convencer de que Manuela Carmena traería los soviets a los distritos de Madrid y hoy ni Ángel Gabilondo ni Íñigo Errejón tienen perfiles que permitan asustar con la inminente quema de conventos e iglesias; pero también es obvio que el PP tiene estas semanas una relación distante con el sentido del ridículo.

Situar a Ciudadanos como aliado de “la izquierda” es tentador para el PP y probablemente la única posibilidad que tienen de frenar la sangría electoral a la que les está sometiendo. Pero permitir perder el gobierno tiene gravísimos problemas para los intereses del PP. Por un lado los cientos de sueldos altísimos que perderían durante más de un año, en general altos dirigentes del PP que engrasan las redes clientelares del partido: el ERE posterior a la moción de censura desataría la guerra civil en un partido en el que mucha gente sabe muchas cosas de muchísima gravedad. Por otro lado, el PP sabe lo grave que es permitir que otros tengan acceso a los cajones de las instituciones que han gobernado: Cifuentes lleva tres años pisando sobre la tapa de la alcantarilla y el hedor que puede salir si ésta se abre es letal para el partido.

Sólo en tercer lugar aparece el factor “Cristina Cifuentes”: por un lado su dimisión dinamitaría el control precario que ha construido en el PP usando el aparato territorial de Granados; por otro es difícil pensar que el PP se pueda permitir ligar su imagen en Madrid e incluso una posible candidatura en 2019. A ello habría que añadir que perder el gobierno de la Comunidad de Madrid supondría para Cifuentes perder el aforamiento ante el Supremo, pero permitiría sin mucho bochorno mantener el escaño que permite un aforamiento algo menor. Sin embargo, la dimisión como presidenta para mantener al PP en el gobierno con el apoyo de Ciudadanos empujaría a Cifuentes a dimitir también como diputada para ahorrarse los patéticos plenos de control a su sucesor; pero entonces perdería todo aforamiento y probablemente estaría en el juzgado en pocas semanas por alguno de los casos que la acechan.

Ni el PP ni Ciudadanos tenían prevista una partida como la que se está jugando ahora en la Comunidad. Por eso están exhibiendo con tanta torpeza un desinterés absoluto por Madrid y unas prioridades mezquinas. En ajedrez, la defensa siciliana es una inteligente táctica defensiva con la que, partiendo de un lado del tablero, se conquistan las posiciones centrales. Aunque la metáfora sea válida para explicar algunos movimientos de ambos partidos, desgraciadamente Madrid está sometida a una defensa siciliana mucho menos elegante; desde hace demasiado tiempo la Sicilia que permite explicar Madrid es otra.

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