La risa, la mejor medicina contra el envejecimiento

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El envejecimiento no es una enfermedad. Hay factores genéticos, por ahora difícilmente tratables, que representan entre un 25 y un 40% en el proceso de envejecer, y factores epigenéticos (ambientales, afectivos, nutricionales, o la práctica o no de ejercicio...) que sí podemos controlar y sobre los que se puede actuar. El resultado de la suma de ambos llevaría a la persona, al final de su recorrido vital, a lo que la ciencia ya denomina “un mejor o peor envejecimiento saludable” que, en síntesis, no es otra cosa que vivir —el tiempo que se viva—, de forma autosuficiente; lo que muchos médicos de familia señalan como “tener una vida más ancha que larga”, cuando se refieren a esos más de nueve millones de personas mayores que hay en España.

No cabe duda de que envejecer de forma saludable es la aspiración de todo ser humano. Y el sueño de la ciencia, también. Aunque no crean, a muchos científicos, más que hallar un elixir que alargue la vida, o esa pastilla mágica que nos conserve “perfectos”, les preocupa la prevención. Es decir, muchos de estos investigadores aspiran, suelen decir, a convencer a la población de que no hay mejor vejez que aquélla que empieza a “organizarse” desde joven. Claro que tampoco descuidan la industria; en ningún caso hay que olvidarse de la industria farmacéutica. Ésta vive inmersa en una carrera, con miles de millones de euros por medio, para ver quién llega primero a desentrañar qué mecanismos provocan el envejecimiento en el ser humano y, de paso, fabricar si es posible el ansiado antídoto. Y éste es el juego: frente a los que investigan para demostrar y reforzar el discurso de que no hay mejor longevidad saludable que aquella que se previene, están los que dedican sus días a encontrar esa fórmula mágica, ese fármaco que le permita al ser humano acercarse a la inmortalidad o si no, que le lleve, al menos, más allá de los cien años de vida... ¡Un siglo de vida y sintiéndose bien, por supuesto!

Inmersos en este debate, 23 científicos de elite de Europa y América se han reunido estos días en Sevilla con este fin: reflexionar qué le aguarda a la humanidad que envejece en los próximos diez años. Un mundo de personas mayores para empezar, pues, según los expertos, pronto superarán los que tienen 65 años y más a los que tienen menos de 5.

Entre los científicos que se han dado cita en la capital andaluza estaba David Sinclair, el codirector del laboratorio de biología molecular del envejecimiento de la Universidad de Harvard. Sinclair descubrió en su día el resveratrol, un activador natural presente en unas proteínas llamadas sirtuinas, que se encuentra en el vino, y que según se desprende de las últimas investigaciones, ayuda a retrasar el envejecimiento celular. También ha estado presente a la cita sevillana Donald Ingram, mundialmente conocido por haber acotado un modelo de restricción calórica que demuestra, para que se entienda fácilmente, cómo la ingesta baja en calorías ayuda a vivir más; dicho en román paladino: quién quiera que se le alargue su vida, que coma la mitad. Una propuesta ésta que, bien pensada, parece sensata, pues a nadie se le escapa que cada una de las “piezas” que conforman el cuerpo humano viene con su fecha de caducidad, como es lógico, y por tanto, si uno controla o reduce su uso, piénsese en el estómago por ejemplo, durará más. Lo explica muy bien Plácido Navas, catedrático de biología celular e investigador principal en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD). “El ser humano”, comenta, “es como un coche, si se me acepta la comparación. Según le cuidas las piezas, así dura. Y diría más: De poco sirve ponerle una pieza nueva (un corazón por ejemplo) si las que están al lado, como las arterias, continúan deterioradas. Es decir, que hay que cuidarse de forma integral”.

Así de sencillo. De ahí que cuando acudí al encuentro con estos científicos, entusiasmado por la idea de que pudieran soplarme al oído el abracadabra de la vida, sus logros y sus secretos... Ese elixir que nos permitirá a los humanos vivir más y mejor, siendo más jóvenes siempre, el investigador chileno afincado en Estados Unidos, Felipe Sierra, sonriera pícaramente, y luego dijera: “La risa es la mejor medicina para envejecer bien”. ¡Así de claro!  ¿Y eso es todo? ¿Entonces para qué investigan ustedes? “Pues... precisamente para eso, para confirmar que una actitud vital positiva, una dieta sana y equilibrada y hacer ejercicio moderado son el mejor fármaco que uno puede administrarse en la vejez”. “Nosotros investigamos -sigue contando- para ayudarle a la gente a entender esto que he dicho antes; que a la vejez debe llegarse en buenas condiciones; condiciones que trabajar día a día. Y esto es algo que empieza a conseguirse de joven”. Eso sí, estos científicos también investigan en campos como la biomedicina. Y para que se entienda que su trabajo no resulta tan fácil de explicar ni tan simple, el científico chileno pone gesto serio y augura: “creo que la ciencia está ya muy cerca de desentrañar los mecanismo que originan el envejecimiento celular”. Otra cosa es, comenta inmediatamente, que seamos capaces de encontrar la fórmula terapéutica adecuada que evite ese envejecimiento. “Porque retrasarlo sí que vamos a poder... Al menos eso creo”.

Para ello existe la hormesis, por ejemplo; un mecanismo consistente en la estimulación, en este caso de las proteínas, a base de pequeñas dosis de fármacos con el fin de repararlas o detener su envejecimiento. De este modo el deterioro celular se detiene y el cuerpo conserva mejor su plenitud. También las futuras terapias a la carta o el tratamiento con células madres serán, seguramente, mecanismos llamados a prevenir y bloquear el envejecimiento del ser humano.

En cualquier caso, la batalla está ahí; cada día más presente. Y los científicos de momento recomiendan, insisto, cultivar los buenos hábitos, ya que estos, no se olvide, representan en torno al 60% de lo que cada cual puede hacer para mejorar sus salud.

La consideración positiva hacia el anciano también cuenta. Un viejo no es un trasto inservible. No sólo aporta experiencia o riqueza de pensamiento, sino que puede desarrollar labores de voluntariado muy importantes para la comunidad o en el ámbito familiar. Este matiz, el de ver a la persona mayor como “un ser pleno y con capacidades” ayuda, asimismo, según el chileno Sierra, a tener una vejez más longeva y mejor. 

1 Comment
  1. eliseo monsalvete says

    Interesante el artículo y sus conclusiones. la imagen del periódico es buena.
    Un saludo

    Eliseo

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