La ‘factura sombra’ es inútil, humillante y antesala del copago

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Una paciente operada de cataratas el pasado 25 de octubre muestra la "factura sombra" con el importe de su intervención (1.398,63 €), en el hospital Costa del Sol de Marbella (Málaga). / Jorge Zapata (Efe)

Fue con Manuel Fraga, en 1998, siendo presidente de la Xunta de Galicia, cuando comenzó a implantarse en los hospitales del Servicio Gallego de Salud (Sesgas) la que hoy ya se conoce como la factura sombra, un documento que entregarán en el futuro todos los centros sanitarios públicos, a título informativo, para que el paciente sepa cuánto cuesta la atención sanitaria que recibe. Claro que unos años antes, como en Galicia, había hecho lo mismo, con intención de implantarla también, el consejero de Salud de la Junta de Andalucía entre 1992 y 2000, José Luís García de Arboleya; intento que quedó, como otras muchas cosas, en nada. Los catalanes también promovieron la factura sombra, y también abandonaron la idea de extenderla poco después.

Ya en este siglo, volvieron a la carga los valencianos (año 2003) y los propios catalanes en 2005; siempre con ese deseo noble de hacerle comprender al ciudadano que la asistencia sanitaria que reciben del Sistema Nacional de Salud (SNS) no es gratis en absoluto. Al contrario, le cuesta un ojo de la cara a las arcas del Estado.

Durante los últimos 20 años, la idea de la factura sombra ha dado más vueltas que un tiovivo por reuniones y  despachos, ocupando a los expertos en acaloradas discusiones, que nunca consiguieron tener claro que el esfuerzo burocrático ni explicativo que suponía detallarle al usuario los costes de una estancia hospitalaria, o cualquier otro acto médico, iba a dar sus frutos; siempre quedaba a última hora arrinconada, bien por la cercanía de unas elecciones, bien por cualquier otro “peligro” que los políticos detectaban y traducían, enseguida, en una pérdida de votos. La cuestión es que los tiempos jamás fueron propicios para la implantación de esta factura sombra que otra vez está cobrando vida. Y es que, como ha comentado en esta ocasión el presidente del Colegio de Médicos de Sevilla, Carlos González-Vilardell, a raíz de la puesta en marcha de esta medida en Andalucía, “no parece ésta una fórmula que se antoje muy efectiva para contener ese gasto sanitario” que amenaza con llevarse por delante, añadimos aquí, al SNS.

¿Qué ha cambiado, entonces, para que ahora se rescate una medida tan “pensada”, y desechada tantas veces, y hoy, sin embargo, logre el máximo consenso en el Consejo Interterritorial de Salud? Tal vez sea “lo del gasto”, como digo. Intentar de una forma “dulce” y no agresiva, sin que se note, concienciar al ciudadano para que haga menos uso de los servicios sanitarios, consuma menos fármacos y, de paso, cuide más nuestro sistema gratuito de salud y lo valores. Intentar que esa sangría que sufren las arcas del Estado, bueno, las de las Comunidades Autónomas, que son las que ahora tienen las competencias sanitarias, no se incremente día a día, mes a mes, año a año. Según algunos consejeros autonómicos de Salud, el agujero actual estaría ya entre los 10.000 y los 12.000 millones de euros; una diferencia que se obtiene de restar al gasto real que tiene cada Comunidad, el dinero que presupuesta.

Ahora “quieren arreglar tan gran desaguisado con una factura sombra”, se ha oído decir por ahí. Y para ello va “obsequiarse”, a quien ingrese en un hospital o acuda a una consulta a un centro médico, con una factura que no debe pagarse, pero que “ya hemos pagado con creces varias veces con nuestros impuestos y los muchos años que hemos estado cotizando a la Seguridad Social”, explica Carmen Flores, presidenta de la Asociación para la Defensa del Paciente. “Por todo ello”, dice Flores, “esto es una humillación, sobre todo para la gente mayor que estuvo toda la vida trabajando para tener una asistencia sanitaria gratuita”. Luego añade, convencida, que “es absurdo e ilusorio pensar que van a reducirse las visitas a las urgencias con esta medida, o que la gente se concienciará más...” “La conciencia se promueve y se adquiere de otra forma”, resume. Seguro que hay otras alternativas, coinciden Flores y otras fuentes consultadas que darían mejores resultados, en cuanto a concienciación del ciudadano se refieren, como la honradez y la transparencia sistemática de cualquier acción política, “incluido el gasto, por ejemplo, en representación, coches oficiales, etc., que generan Ministerios, Consejerías, Direcciones Generales y otros estamentos”, precisa la presidenta de la Asociación para la Defensa del Paciente.

Sí, quizá, la clave de la repentina importancia que ha cobrado la vieja factura sombra no esté tanto en la necesidad de concienciar a la población de lo que nos cuesta el SNS como en ir preparando a la sociedad española para el copago. “¿No será que esta medida es la antesala para la implantación del tan traído y llevado copago?”, se pregunta un alto cargo de la Junta de Andalucía, que prefiere no dar su nombre. “Está claro que esto va a llevarnos al copago”, insiste, por su parte, rotunda, sin medias tintas, la presidenta Carmen Flores. Y es que el argumento, de peso, parece razonable: “Si el Estado gasta más en Sanidad de lo que ingresa, lógico es también que quiera corregir ese déficit”, precisa ahora el funcionario andaluz. “Lo que pasa es que nadie se atreve a dar la cara y a explicárselo a la gente; ni el Ministerio ni las Comunidades Autónomas están por la labor de decirle a la población que ahora mismo no se puede mantener el nivel de prestaciones sanitarias que se ofertan si no contribuimos, todos, a reducir parte del déficit. Así que, mucho me temo que el epílogo y final de este episodio —porque esto de la factura sombra es un episodio pasajero y una anécdota, ya que no sirve para nada, creo yo— sea la implantación del copago sanitario”, concluye.

Flores insiste en lo mismo. “En realidad”, reflexiona esta adalid de los pacientes, “lo que pretenden es mentalizarnos de que, ‘ante lo mucho que nos cuesta la salud a los españoles’ no habrá más remedio que implantar el copago”. “Los veo venir”, repite, refiriéndose a la factura sombra de la que recuerda una y otra vez que “no va a servir para nada como ya se ha demostrado varias veces en los últimos años”.

Y si no sirve para ahorrar dinero ni para concienciar al usuario del buen uso del sistema sanitario —argumentos esgrimido por la Junta de Andalucía cuando el pasado 25 de octubre comenzó a aplicar la medida en el Hospital Comarcal de la Costa del Sol—, ¿para qué servirá entonces?  Pues, puede que al contrario de lo que se pretende, la factura sombra sirva, asimismo, para que la norma, como si se tratara de un búmeran, se revuelva contra la propia Administración.

En la literatura médica reciente se encuentran hoy estudios realizados en los Estados Unidos que prueban que medidas como el copago hacen que la gente se retraiga de acudir al médico, efectivamente; pero vienen a demostrar también que, cuando estas personas acuden más tarde, lo hacen en peores condiciones de salud y, lógicamente, retrasan su diagnóstico. La consecuencia es evidente: aumenta el riesgo de pérdida de salud del paciente y se incrementa el gasto sanitario. Es decir, lo que se planteaba como una solución y ahorro es a la larga una nueva fuente de gasto. Así de simple. Tampoco está muy claro que parte de ese 80% de usuarios que según las estadísticas va urgencias “por que sí”, deje de hacerlo. “La mayoría de los que acuden a urgencias están ya hartos de esperar”, resumen Carmen Flores. “O no están satisfechos con el servicio que se les ofrecen en la Atención Primaria”.

También podría ocurrir —“¡y ocurrirá, seguramente!”, vaticina alguna de las fuentes consultadas— que las empresas sanitarias que prestan servicios a la Administración, al conocer los datos de esas facturas sombra y cotejarlos con las cantidades que a ellos les abonan, que reclamen una mejora en sus tarifas, al ser estas sensiblemente inferiores a las que aparecen en las facturas que les dan a los pacientes. Y aquí cabe recordar que la industria vincualada a la salud —el farmacéutico y tecnológico, sobre todo— está a punto de encender la luz roja pues están cobrando sus facturas en torno a los dos años de retraso cuando la ley estable que el plazo máximo es de dos meses.

En resumen: situación de “agua al cuello” para el SNS, que, una vez más ha buscado un atajo con muy “poca chicha”, como es la medida de la factura sombra” en lugar de coger al toro por los cuernos. Demasiada “doble intención” también en la medida y, quizá, “demasiada argumentación oculta” sobre la que planea “la sombra del copago” como para que ahora, después tantos años deshojando la margarita “factura sí, factura no”, se intente hacer creer al usuario que ésta es la panacea para su concienciación. Todo apunta, pues, a que hay gato encerrado.

Y a los agoreros que vaticinan que en unos meses desaparecerá la factura sombra y todo volverá a ser como antes, habrá que pedirles, pues, que esperen algún tiempo; la Administración es lenta y el asunto muy complejo. Claro que, a favor, estos cenizos tienen el conocido adagio popular recogido en una de las leyes de Edward A. Murphy, “todo lo que puede empeorar es susceptible de hacerlo”. Ya veremos.

4 Comments
  1. Jonatan says

    Esa factura sombra es útil para informar a los inmigrantes de países donde nada de eso saben ni tienen. A los que abusan del servicio público de salud más bien habría que instruirles sobre cómo cuidarse: comer menos y mejor, mover el culo más a menudo, vivir con más sentido común.

  2. IKER says

    Pues me parece perfecto, de copago nada, privatizacion ya tomar por saco. Que pa lo que me roban de impuestos y la mierda de servicio que prestan yo no pago a mas funcionarios… por muy bueno que sea su servicio.En cinco años he consumido un farmaco para la fiebre… asi que menos tonterias y mas salario… que se cobra una mierda en este pais leche

  3. krollian says

    Es que tiene guasa. Jodó con la crisis. Los que siempre hemos vivido y vivimos en sus márgenes ¿qué nos viene a contar esta medida?
    ¿Cuántos cuentistas hay en España por Metro Cuadrado?
    A Zaplana todavía le deberemos dinero supongo. Pobrecito…

    Como empecemos a largar sobre nuestros prohombres.
    Y pensar que en Dinamarca los impuestos de un coche son el 150% de su precio.
    O que si defraudas al Estado te cuelgan de un pino…
    O que ahí pagan impuestazos pero tiene guarderías, dentista, cursos y cursillos laborales de todo tipo…
    O que los invitados van a las bodas vetidos de casa…
    O que tienen un 4% de desempleo y si llega…
    O que tienen horarios racionales y nadie se levanta para calentar el asiento y no producir…

    Igualito que en España. Ahora hablaremos de CR7, Belén y la suspensión de las corridas de toros en Galapagar…

  4. ardi says

    @iker, te animo a que busques facturas de servicios médicos en EE.UU., si tienes un accidente y te pasas dos meses ingresado te vas a acordar de la factura toda tu vida, que allí la gente se hipoteca para operarse.

    A mí no me tienen que dar ninguna «factura sombra», que la sanidad no es ningún regalo, que la seguridad social la pagamos todos.

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