Por fin los españoles podrán morir dignamente

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Hoy una gran mayoría de españoles piensa ya que no hay por qué morir sufriendo; que si puede evitarse el dolor, que se evite. Poco a poco, en España, han ido superándose esas “creencias”, sostenidas por amplios sectores sociales con argumentos de fe, que abogaban por soportar y aceptar estoicamente el sufrimiento en el momento en el que se acerca la muerte, ya que —solía decirse— “el dolor y sufrir dignifican”. Afortunadamente, ahora casi todo el mundo entiende que sufrir por sufrir es absurdo. Lo que una sociedad avanzada demanda es que el Estado se ocupe de ayudar a los que van a morir para que, en ese tránsito, todo sea “lo más dulce posible” y se haga con la mayor dignidad. Es razonable, ¿no? Máxime cuando la medicina dispone de recursos probados para evitan el dolor y el sufrimiento añadidos; y esto sin que se le dé o se le quite más o menos vida al enfermo.

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Por eso el borrador del nuevo proyecto de ley —Ley Reguladora de los Derechos de la Persona ante el Proceso Final de la Vida (tíulo oficial), aunque se conozca, popularmente, como la Ley de Muerte Digna—, que el Gobierno aprobó en el Consejo de Ministros del viernes, 13 de mayo, es importante. Da un paso adelante y definitivo para que quienes están ya en esa “recta final” de la vida reciban toda la asistencia que sea necesaria a fin de aliviar sus dolores. Cuando el Parlamento le dé el visto bueno a la Ley y ésta entre en vigor, las personas en situación terminal tendrán más derechos y serán más libres a la hora de decidir, por ejemplo, si aceptan o no el tratamiento que le proponen los médicos, si prefieren morir en su casa, o en el hospital con más intimidad. Quedan fuera de esta ley, eso sí, la eutanasia (administrar fármacos para provocar conscientemente la muerte) y el suicidio asistido (facilitarle información y medicamentos al enfermo para que acabe el mismo con su vida); dos medidas que, aunque legales o aceptadas en algunos países, en España todavía levantan ampollas con sólo citarlas. Por ahora, ambas prácticas están penadas por la ley en nuestro país, aunque las voces discrepantes (en contra y a favor) con la nueva ley de personas y asociaciones no se ha hecho esperar. La Asociación Nacional para la Defensa del Derecho de Objeción de Conciencia, asegura que la ley legaliza “una eutanasia encubierta” mientras que la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) la considera “absolutamente necesaria”. En Derecho a Morir Dignamente (DMD)  van más lejos y creen que antes o después la eutanasia en España acabará legalizándose porque es “lo que mayoritariamente demandan los españoles”. El filósofo y escritor Salvador Pániker es un defensor reconocido de la eutanasia. En la asociación Derecho a Morir Dignamente que el contribuyó a fundar, estiman que más del 77% de los españoles la aprueban; un dato que choca frontalmente con el argumento del Gobierno cuando afirma, para no legalizarla, que “la sociedad española no está suficientemente madura todavía”.

La Ley de Muerte Digna reconoce el derecho del enfermo a saber todo lo que le pasa y cuál es su situación y expectativas; y ninguna otra persona, ni siquiera la familia, tiene por qué ser informada si él no lo quiere. Esto le da un gran poder sobre sí mismo y la posibilidad de gestionar sus últimos momentos de vida. La ley le reconoce el derecho a aceptar o no un tratamiento; incluso en contra de la opinión de los médicos; médicos que, por otra parte, no pueden negarse a atenderle porque todas las medidas que ampara esta ley, en cuanto a su actuación profesional se refiere, se considera que están dentro del código de buenas prácticas médicas. No cabe por tanto la objeción. Los médicos tendrán que consultar, eso sí, el testamento de Últimas Voluntades que antes habrá hecho el paciente para saber a qué atenerse con él si surgiesen conflictos. Pero, en definitiva, los profesionales sanitarios, a la hora de hacer un “esfuerzo terapéutico”, deberán respetar la voluntad del enfermo. Lo que piensen o crean estos profesionales no cuenta; sí cuenta, en cambio, lo que cree el paciente, que podrá solicitar o no suspender un determinado tratamiento, que le lleven a casa a morirse, o tener “más intimidad” en el hospital, por ejemplo. El derecho a no sufrir dolor y, por ende, a ser sedado, es, asimismo, un derecho regulado y protegido por la nueva ley.

Hasta ahora, sólo Andalucía (2010), Navarra y Aragón (ambas en 2011) habían aprobado una ley de similares características. Les tres comunidades autónomas regulaban, en términos similares, la atención que debe recibir un enfermo terminal. La ley estatal persigue evitar que haya “17 leyes” autonómicas distintas de muerte digna, algo que podría suceder y complicar aún más la atención sanitaria que ya de por sí reciben los españoles según en qué autonomía les atienden, pues no todas partes reciben, como se sabe, las mismas prestaciones.

En general, hasta ahora, parece que los estados no le ha hecho demasiado caso a la cuestión de morirse ni a esos momentos finales de sus ciudadanos; la verdad es que no se han preocupado en exceso de quienes se van a morir, ni de que tengan un final “lo más confortable posible”. Ni siquiera, algo tan fácil de entender como es renunciar a un tratamiento médico por parte del enfermo, es aceptado, en muchos países, si eso supone su muerte. Solamente Alemania, Austria, Noruega y Dinamarca, y ahora España, reconocen este derecho. En cuanto a la eutanasia, ésta, prácticamente, no existe de forma legal. Holanda, Bélgica y Luxemburgo sí la tienen ya regulada, pero nadie más. Y con el suicidio asistido ocurre otro tanto: el Estado americano de Oregón fue el primero en aceptarlo en noviembre de 1997; y en Europa, Suiza, que permite que se practique en alguna clínica privada como Dignitas, es la única. Y pare usted de contar.

Lo cierto es que poder tener una “muerte confortable” es ya una demanda social; eso al menos es lo que parece que desean la mayoría de españoles para sí mismos y para sus familiares. Otra cosa es cuando se trata de legislar o aplicar esta opción en general; ahí se mezclan ideas, política y valores... Entonces son todavía muchos los que aún desconfían de esta posibilidad de morir “con calidad”. En cualquier caso, como muy bien plantean asociaciones y médicos —médicos que no desean entrar en esa zona resbaladiza (desde el punto de vista moral) de la eutanasia o el suicidio asistido—, todos ellos defensores de la sedación programada y de ayudar a tener una muerte sin dolor, la terapéutica disponible es tan completa y suficiente que permitir que alguien muera sufriendo dolores hoy día es inadmisible.

2 Comments
  1. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    La «Ley de Muerte Digna» significa todo lo expresado y más. Sí, significa que, cuando a un paciente en estado terminal, y habiéndolo dejado pedido él mismo por escrito o verbalmente, se le deje en paz cuanto antes, en beneficio propio, se entiende. Todos o la mayoría de nosotros en algún caso hemos vivido el trance por el que ha pasado un familiar, a quien, aún estando en el final de sus días, y sin remedio posible, no dejaban de aplicarle tubos por un «tubo»… -permítaseme el símil-, si así pudiera decirse.

  2. alejandro says

    Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a decidir sobre el momento y la forma de morir de cada uno. Es un derecho individual y de conciencia de cada cual. Es parte de nuestro libre albedrio. Los Estados son los menos indicados para tomar posiciones en este delicado tema. Ellos no se hacen esta pregunta cuando deciden ir a las guerras, que garantizan la muerte horrenda e involuntaria de miles y aveces millones de sus ciudadanos. Basta ya, reconozcamos y hagamos uso de nuestro de derecho de autodeterminación. No hay razón alguna para que endosemos ese derecho y obligación personal a un tercero. La muerte, su momento y su forma es algo absolutamente personal. Si alguien quiere preocuparse por los otros que lo hagan mientras estos estén viviendo. Debemos a aprender a respetar el derecho a la muerte tanto como el derecho a la vida.
    Dignifiquemos al hombre, respetando su vida pero también su muerte. Después de todo nadie sabe a ciencia cierta que nos espera al otro lado del umbral. ¿A que viene entonces tanto empecinamiento en retenernos sobre esta tierra? Aun mas sufriendo y rebajados en nuestra dignidad humana. Abramos definitivamente nuestra conciencia y exijamos nuestros derechos y que la ciencia se ponga al servicio del hombre y no en contra de este. Somo vida pero también muerte.

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