No estará demás que antes de empezar esta nueva etapa —de un modo u otro todos comenzamos un nuevo ciclo vital en otoño— dediquemos algunos minutos a reflexionar sobre nuestra salud. Quienes nos leen saben bien que aquí, en este blog, la prevención en salud nos importa; tanto, que consideramos que lo que ahora empieza a nombrarse como “despilfarro sanitario” podría haberse evitado en gran parte si se hubiesen puesto en marcha políticas decididas de prevención sanitaria que hubiesen “obligado” a la población —tal como se ha hecho en el “tema” del tabaco— a modificar ciertos hábitos que inciden negativamente en su salud. Por ejemplo, la población anda poco; a la gente le cuesta caminar. Cuando, en general, caminar no es más que activar esa fuente de salud que llevamos todos dentro. Mientras caminamos ponemos a funcionar el motor de la vida y, esa acción que parece tan simple, nadie pone en duda los beneficios aporta. Una propuesta de ampliar los espacios peatonales urbanos, por ejemplo, y complementada con otras políticas como la de facilitar los desplazamientos en bici, serían dos “buenas medidas” de salud pública. Sin embargo, en ciudades como Sevilla, no sólo hay colectivos, como el de los comerciantes del centro y taxistas, que siguen aún empeñado en suprimir las vías peatonales —acabo de oírlo en la radio esta misma mañana otra vez—, sino que el propia alcalde Juan Ignacio Zoido (PP) los jalea y acepta sus demandas eliminando de un plumazo, nada más tomar posesión de su cargo, el plan de restricción del tráfico en el centro. Es como si la rueda de la historia en Sevilla hubiese empezado a rodar hacia atrás. Mientras en Europa se aboga por todo lo contrario —cada día son más las ciudades europeas sin coches— aquí se castiga al peatón, al ciudadano de a pie. Podría decirse que, en términos de prevención y salud, al ciudadano sevillano quiere obligársele a enfermar.
Pero no quería hablar hoy de esto. Ahora, en esta nueva etapa de A tu salud, me parece oportuno iniciar la andadura reflexionando sobre algo tan propio en los tiempos que corren como es el uso del ordenador; de las consecuencias que para nuestra salud van a tener unos “vicios”, o malas prácticas, cuando nos sentamos ante él y no lo hacemos de forma correcta. No mantener la distancia adecuada de la pantalla, colocarse ante ésta a una altura que no es la correcta, poner el cuerpo o los brazos con un ángulo que no nos conviene, pueden acarrearnos secuelas graves para la salud. Lo dice el doctor Manuel Rodríguez Piñero, del Servicio de Rehabilitación del Hospital Virgen del Rocío. “Cada día llegan más personas a este Servicio con problemas de espalda o de muñeca; lesiones en cervicales, zona lumbar, y otras regiones del cuerpo; todas ellas debidas a una ergonomía inadecuada en el uso del ordenador”, Hay ya patologías específicas como “el síndrome del túnel del carpo”, o el del “codo del tenista” que tienen una relación muy directa con esta actividad. Y es que el ratón se está convirtiendo en un agente maligno que mina la salud.
Pues no lo olvidemos, si nos maltratamos a nosotros mismos, ese maltrato terminará afectándonos la salud. Conozco a personas que sufren los síntomas de alguna de estas enfermedades; episodios que son sólo latosos ahora, que requieren fisioterapia, pero que derivarán en patología e incluso acabarán siendo crónicos si no se vigilan. Sé de contracciones o tendinitis de hombro, cuello y espalda, en muñeca y manos, o de problemas con la visión... También los terapeutas y los psicólogos hablan de síntomas relacionados con el estrés y la irritabilidad. Todo ello debido a esa mala ergonomía que adoptamos en el ordenador.
Pero, ¿realmente tenemos conciencia de ello? Ahora que comienza un nuevo curso escolar, cuando muchos miles de adolescentes van a disponer de un ordenador personal a su antojo, ¿han sido informados de los riesgo que corren haciendo un mal uso?, ¿se les ha preparado para utilizarlo correctamente? Creemos que no. La impresión que se tiene es que parece que no existen riesgos. Los jóvenes pueden utilizar el ordenador dónde, cómo y cuándo quieren. Se les ve por ahí, en cualquier lugar, sentados de cualquier manera, con el portátil delante, sin más preocupación que la de conectarse con “el más allá”.
Pero también los profesionales, las personas que pasan muchas horas al día en contacto con esta herramienta han de tomar precauciones si no quieren verse afectadas su salud. Piénsese si no en los miles y miles de pulsiones al teclado, de giros de cabeza y movimientos de ojos,l que estos profesionales puede llegar a hacer al cabo de una jornada laboral. Algunos expertos las cifran en más de 25.000 pulsiones distintas en cada uno de estos movimientos.
Por tanto entendemos que es conveniente y útil precisar qué argumentos o prácticas “fáciles”, comprensibles para todo el mundo, nos conviene ejecutar para evitar esos futuros problemas de salud.
Para empezar, se recomienda que la pantalla tenga colores suaves o mates; con ello se evitan esos reflejos que tanto daño hacen a los ojos. Contraste adecuado, caracteres bien definidos, que la pantalla esté situada entre 40 y 60 centímetros de los ojos y en posición paralela a ellos; que la luz no nos entre ni de frente ni de espaldas pues provoca reflejos molestos... Todo esto, si se cumple, es “invertir” en salud. Como lo es que las letras sean claras y tengan un tamaño que no nos obligue a forzar la vista.
Quienes pasan mucho tiempo ante una pantalla deben descansar con regularidad; al menos 5 minutos por hora. Puede relajarse la vista mirando a espacios abiertos. Y si se hacen ejercicios oculares (cubriendo los ojos con las palmas de la mano sin rozarlos), mucho mejor. Girar los ojos a derecha e izquierda, sin mover la cabeza, es asimismo una buena práctica.
La fatiga en los brazos y las tensiones de espalda se reducen cuando las manos encuentran espacio suficiente para apoyarse cómodamente delante del teclado. No olvidarse de distender la muñeca, hacer pausas frecuentes, o de mover los dedos con regularidad para relajarlos; lavarse manos y muñecas con agua fría es una buena medida para evitar los dolores, pues mejora la circulación.
Las malas posturas representan hasta un 75% de las lesiones y dolores de espalda y de cervicales, por lo que es imprescindible contar con un mobiliario de trabajo adecuado. La silla, con respaldo y graduable, debe ser estable; la mesa, holgada; que quepan las piernas debajo. Y en cuanto a las pausas y ejercicios, mejor que sean éstas cortas y aquellos frecuentes que no prolongarlas o hacerlos escasos.
La fatiga muscular y articular se produce por las malas posturas. Para cuidar cuello y la espalda conviene mover la barbilla hacia el pecho, colocando los brazos sobre la cabeza y presionando hacia adelante mientras se mantiene la presión unos segundos. Los codos y rodillas deben colocarse en posición cercana al ángulo recto. Existe una amplia y variada batería de ejercicios que uno puede aprender consultando cualquier manual o acudiendo al especialista, si es que aparecen los síntomas de incomodidad propios del manejo informático.
Finalmente, no caerá en saco roto lo que aprendamos sobre el buen uso del ordenador si nos empeñamos en poner luego en práctica lo aprendido. Redundará en beneficio de nuestra salud y calidad de vida. Hasta hoy las instituciones educativas no parece que se hayan esmerado demasiado en formar al alumnado en esta materia. Y eso es grave. Con frecuencia los docentes no le dan importancia a esta cuestión; no piensan que a largo plazo, si no se han adquirido al inicio hábitos saludables de trabajo, será más costoso adquirirlos y por tanto el riesgo de contraer lesiones es mucho mayor.
¡Padecí un cáncer, en mil novecientos noventa! (a mis cincuenta) -lamentable, pero cierto-.
Y entre separaciones, abandonos, despidos y demás lindezas, los ratones siempre me resultaron absolutamente inofensivos.
Que hablamos de ‘ratones’ sin dientes…
¡Menudencia!
Bromas aparte, los más jóvenes sí tienen que protejerse.
Sería allá por mil novecientos cincuenta y seis (1956) a mis dieciseis…, cuando fuera propuesto para el Nobel el Doctor Martino Sabino, investigador, por sus avances en el estudio del cáncer.
Ya se sabe, quienes vivían en la España de esa época, acceder a un reconocimiento internacional de esa naturaleza era un imposible.
Cuando leo, y esto lo hago casi a diario, de algún descubrimiento sobre cualquiera de los avances científicos en medicina me acuerdo del que fuera amigo de mi familia española el Dr. Martino.