Ojos y pelo marrón. Gafas que enmarcan un rostro inocente. Se busca. Desde hace 5 años y, también, ahora. La Guardia Civil ha aprovechado el quinto aniversario de su desaparición para “reactivar”, argumentan, el caso. Yéremi Vargas desapareció de su casa en Gran Canaria el 10 de marzo de 2007 cuando jugaba con sus primos en un solar próximo a la casa de su abuela en el municipio de Vecindario. Cuando su abuela les avisó para que fueran a comer, sólo faltaba Yéremi. La franja horaria que oscila entre las 13.30 y las 13.50 es la clave de su desaparición. Los agentes no descartan ningún móvil: secuestro por venganza familiar, tráfico de menores, tráfico de órganos e, incluso, posible atropello con una posterior ocultación de cadáver…cualquiera. No hay pistas nuevas pero han decidido facilitar nueva información sobre el caso, que ya manejaban desde el inicio de la investigación, para pedir la colaboración ciudadana. Creen que aún existen testigos del barrio que pudieron ver algo y no han hablado por no implicarse o por miedo. En este jeroglífico los expertos no descartan que el menor pueda seguir vivo. Yéremi es uno de los casos más conocidos. Hay otros muchos, pero menos mediáticos.
Cuando desapareció, la Guardia Civil mantuvo abiertas tres líneas principales de investigación. La primera, que el niño cayera a algún pozo o acantilado. Los agentes y los vecinos rastrearon pozos y cuevas. Y la Guardia Civil volvió a hacerlo. Ya no pensaban en un accidente sino en un secuestro por un ajuste de cuentas a la familia del niño y en la posibilidad de que el secuestrador tuviera que deshacerse del cuerpo. La investigación ha sido llevada a cabo por la Unidad Central Operativa y en las labores de búsqueda trabajaron efectivos de la Guardia Civil, Policía Nacional y el Ejército que se dedicaron a peinar el área geográfica inmediata alrededor del lugar de la desaparición. El origen humilde de la familia les permitió descartar el móvil del dinero e investigaron un posible ajuste de cuentas por una deuda de drogas contra el padre que desecharon por falso. Se consolidaba la pista de secuestro sin rescate o ajuste de cuentas a otro familiar. Los investigadores pensaban que el secuestrador se confundió y cogió al niño equivocado. También analizaron la posibilidad de que un pederasta le raptara. En cinco años han investigado a unas 195 personas acusadas de pederastia, menores de 65 años y con delitos a niños menores de quince años, a 15 presos acusados por estos mismos delitos y a varias personas de la isla vinculadas a este tipo de delitos.
De momento, los agentes han puesto el foco o, mejor, quiere que la opinión pública ponga su foco en varios coches que rondaron la zona en el momento de la desaparición y de dos coches, un Opel Corsa blanco y un Renault Clio negro, que fueron vistos en las inmediaciones del lugar en el que se produjo la desaparición. Los agentes han investigado unos 2.400 vehículos en la localidad en busca de restos de ADN del menor. ¿Por qué un Opel? A ese modelo se le sitúa entre las 13:20 y las 13:30 circulando en sentido contrario por la calle Honduras. Lo conduce un hombre joven con gorra. A las 13:27 se halla un Opel Corsa para en mitad de la calle Perú sin ocupantes con la puerta derecha abierta. A las 13:45 un coche blanco maniobra en el solar donde jugaba Yéremi, con dos ocupantes, y se marcha por la calle Perú.
En cuanto al segundo, según los agentes, se observó un Renault Clio negro con una pegatina de una margarita en la parte trasera y los cristales tintados por primera vez la semana anterior a la desaparición de Yéremi cuando un joven que lo conduce se acerca al niño y a sus primos y les pregunta por una dirección. Vestía ropa deportiva oscura y llevaba una mochila dentro del coche.
Los agentes no mostraron ningún retrato del menor con técnicas de envejecimiento aunque sí explicaron, por primera vez, la ropa que llevaba el niño en el momento de su desaparición: un pantalón pirata color beige caqui, un jersey color teja con las letras 'SKHUABAN' de color naranja, zapatillas deportivas marca Nike de color blanco y dorado, gafas graduadas color azul con patillas color amarillo. Estas prendas las conocían desde el principio pero distribuyeron otra fotografía en la que aparecía sonriente, con gafas de metal y un polo amarillo, para no filtrar las pistas falsas. También que Yéremi tiene una mancha rosácea de nacimiento en la clavícula derecha. Con estos datos, se ha reactivado el caso Yéremi. Pero hay muchos otros. Y muchas familias buscando a sus niños. Todos forman parte de ese porcentaje de 0,1% de menores que no abandonan sus hogares por una rabieta o un castigo. Yéremi es un ejemplo de desaparecidos inquietantes.
Pero el caso del canario no es el único en nuestro país. Otros menores de edad están en paradero desconocido y son considerados por la Policía Nacional como "inquietantes". Así clasifican los agentes a aquellos sucesos en los que la desaparición no ha sido voluntaria. Esta semana se cumple el aniversario de Cristina Bergua, una joven de Cornellá (Barcelona) que salió por última vez de casa para acudir a una cita con su novio el 9 de marzo de 1997, en la descarnada carretera que va de Esplugues a Cornellà (Barcelona). Su madre no ceja en su empeño de saber qué le ocurrió. Lo repite una y otra vez. “Aunque sea malo, prefiero saberlo a seguir así”. Cristina no está ni viva ni muerta. Su padre, Juan, creó en 1998, Inter-SOS, una asociación de familiares de desaparecidos pionera en España que se destina a encontrar a personas en paradero desconocido.
A pesar de todo, los menores son sólo un pequeño porcentaje de los desaparecidos. En nuestro país hay cerca de 12.000 personas que se califican como desaparecidos. Aproximadamente 9.000 de esas investigaciones las realiza la Policía Nacional y 3.000 quedan en manos de la Benemérita. Su trabajo es dar con ellos. Vivos o muertos. Reconstruir qué les pasó. Para los agentes es más duro investigar una desaparición que un asesinato. La investigación de una desaparición no se abandona nunca. El caso continúa abierto. Un día pueden descubrirse un indicio del que tirar del hilo o, peor, los restos. Al menos, los cadáveres hablan. Con la inspección ocular y el examen del forense sabes cuándo y cómo murió. Si fue un accidente o un asesinato; si le quitaron la ropa; si le agredieron sexualmente; quizá hasta el ADN del autor. Ahí empieza otra parte de la investigación. Ya no tienes un desaparecido, sino un muerto. En cambio, una desaparición es una herida que no cicatriza. Y un reto para cualquier investigador. Hay más de 200 sin resolver que vuelven locos a policías y guardias civiles.
El caso de Yéremi puede tener otra posibilidad. Los agentes dejan un mail uco-jeremivargas@guardiacivil.com, el teléfono 900.300.062 y un apartado dentro de la página web de la Guardia Civil donde se puede ver un vídeo explicativo de todas las pistas y se puede conectar anónimamente con los agentes. El entorno familiar se ha mostrado pruedente. En estos momentos centran su atención en preparar una rueda de prensa que ofrecerá la familia el próximo jueves, en Vecindario, en la que, según se ha podido saber, estudian ofrecer una compensación económica por pistas nuevas.