La tarjeta sanitaria… o el huevo de la serpiente

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Una inmigrante, ante un cartel contra la retirada de la tarjeta sanitaria a los 'sin papeles', durante la protesta realizada el pasado 1 de septiembre ante el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. / Juan Carlos Hidalgo (Efe)

Como en la Alemania de los años 20 del siglo pasado, la serpiente acecha. Luego ya sabemos qué pasó. De modo que, aunque no lo parezca, la serpiente está ahí. Aún es pequeña, cierto; insignificante por el momento tal vez; hasta puede parecer simpática... Pero la realidad es que todavía nadie se atreve a denunciarla abiertamente o a argumentar cómo aplastarle la cabeza. Y si no, para muestra un botón. Miren si no existen serpientes.

Pero en lo que a la salud se refiere, que es de lo que le corresponde hablar a este blog, el asunto de los sin papeles y la tarjeta sanitaria se me antoja que es como un huevo de serpiente, además de haber sido un tema abordado en clave perversa. En el fondo, pienso, es como la piel de ese huevo en la que ya se trasluce la “fiera” que se incuba dentro y que un día —¡Ojalá no!— podría devorarnos: se está incubando un monstruo, parece, que tal vez llegue a clamar: “¡Los inmigrantes fuera de aquí... que se mueran de asco! ¡Que no hubieran venido...! ¡Qué se marchen de una vez!”

Y es que si no fuera porque se trata de la salud de seres humanos, la situación política que se está viviendo en España con este tema es de opereta. Mas estamos hablando de miles de personas (inmigrantes extranjeros empadronados o no, y con tarjeta sanitaria vigente o sin ella) y de la posibilidad de que el  médico no les atienda cuando acudan enfermos a algún centro de salud. Y esto es muy serio.

En un país que ha despilfarrado millones en alguna que otra autovía sin sentido, en aeropuertos que hoy crían jaramagos, en pabellones deportivos o palacios de congresos ostentosos que nadie usa, negarle una mínima asistencia sanitaria a algunos seres humanos parece, más que un asunto económico, un problema ideológico. Y aquí es donde está el núcleo de la cuestión: en que, de pronto, aquellas personas que no hace tanto tiempo eran recibidas con simpatía porque necesitábamos sus brazos para hacer los trabajos que no quería hacer nadie, hoy ya nos sobran y se nos antojan un estorbo. Le sobran a este Gobierno y les sobran, o, mejor dicho, empiezan a sobrarle, a un sector significativo de la sociedad.

Haber legislado para privar de la tarjeta sanitaria a miles de personas en este país ha sido, cuando menos, encender una hoguera que no se puede prever cómo acabará.

La prueba de la complejidad del problema y del alcance que pudiera tener esta iniciativa legislativa (imprevisible por ahora), la muestran las comunidades autónomas con su extraño comportamientos al respecto y las muchas dudas que se plantean a la hora de acatar la ley. Estos Reinos de Taifa, en gran parte responsables del fiasco económico que está sufriendo este país, están reaccionando muy distintamente unos de otros —en función, no de mantener la atención sanitaria a los inmigrantes como hasta ahora, no, sino de los votos que pudieran ganar o perder, de la ideología que sustenta a cada uno de estos gobiernos autónomos y del feeling que estos tienen o no con el Gobierno central—. La realidad es que la mayoría de ellos siguen envueltos en la confusión. Mientras el País Vasco, Andalucía, Cataluña, Asturias y Canarias dijeron desde el principio que ellos iban a abstenerse de aplicar la ley y sí seguirían prestándole asistencia sanitaria a los sin papeles, otras comunidades, como Galicia, después de pensarlo mejor (y a la vista de unas elecciones autonómicas el 21 de Octubre próximo), han dado marcha atrás y aceptan ahora prestar esa asistencia. En definitiva, la vergüenza que supone un comportamiento tan indigno, en un país que se creía “rico” y “opulento” hasta hace muy poco, está haciendo recapacitar a casi todos los gobiernos autónomos.

En cualquier caso, el tema de fondo no es ya si este país puede ofrecer sanidad gratuita y universal (que, eso, por lo que se ve, es más que dudoso), como proclamaban hace muy poco nuestros gobernantes, sino averiguar —mediante el pensamiento ordenado y la reflexión serena— si seremos capaces de sobreponernos a este situación crítica (algunos la llaman “crisis de civilización”) en la que se halla inmersa España y buena parte del mundo, para seguir construyendo y creyendo en un futuro multiétnico. Sería bueno que los políticos reflexionasen al respecto e hiciesen públicas sus intenciones. Negarle la tarjeta sanitaria a los sin papeles no es más que una zancadilla al progreso en beneficio de esa política de avestruz que sólo persigue beneficiar a unos grupos en perjuicio del progreso social y las mayorías. El huevo de la serpiente existe; se vislumbra ya el monstruo. En países como Holanda, Bélgica, Grecia, Francia... la ultraderecha está nutriendo sus ubres y, en algunos casos, estas formaciones políticas nadan ya en la abundancia. A ver sí aquí al menos empezamos a denunciarlo para evitar que también ocurra.

2 Comments
  1. Mishi says

    Es problema es muy complejo, no creo que se trate de ideología (aunque se arrimen los de la serpiente como bien dices, oportunismo) sino de economía, lo que está pasando en España es una sucesión de disparates unos tras otros a cual más desgarrador, y lo que más me indigna es que se sigue confiando en las mismas personas que han llevado al país a esta situación, no hay la más mínima capacidad de crítica ni de razonamiento en el pueblo para tratar de dilucidar ¿Dónde estamos metidos? y ¿Cómo hemos llegado aquí?, ¿Existen responsables?, ¿Soy yo parte del problema o de la solución?, con ese caldo sin un mínimo de capacidad de raciocinio, llegan los de la serpiente y….

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