Un nuevo coronavirus acecha a los europeos. Éste, identificado como hCoV-EMC, es de la misma familia que el que provocó el Síndrome respiratorio agudo severo (SARS), que entre 2002 y 2003 causó más de 700 muertos, y que, después de diez años, ha provocado ya más de un millar. Y también es familia del virus del catarro común o el que provoca cualquier constipado. El problema surge cuando este microorganismo sufre alguna mutación y pasa, además, de infectar desde un determinado animal a las personas, como es lo frecuente, a trasmitirse entre humanos. Su nombre procede de la forma que muestra, con esos picos que sobresalen de su contorno, al observarlo al microscopio.
La OMS, más prudente en esta ocasión que en junio de 2009 cuando declaró la pandemia mundial de la gripe A (virus H1N1), acaba de advertir del posible contagio entre humanos por este microorganismo. No es baladí la advertencia, aunque tampoco quiere hacer saltar las alarmas. Por el momento se limita a informar que el nuevo patógeno está entre nosotros y hay que vigilarlo. Porque, aunque encuentre dificultades para trasmitirse, según dice, y además de tener por ahora escasa incidencia, no debe echarse en saco roto la elevada mortalidad (un 53%) que provoca ni que no existe aún un tratamiento específico para combatirlo.
Cuando la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia de la gripe A y la alarma cundió en prácticamente todos los países del mundo —va hacer cuatro años en julio de esto—, algunos laboratorios farmacéuticos hicieron su agosto mientras los gobiernos compraban millones de dosis de vacuna que luego tuvieron que tirar. Ahora, suponemos que para evitar otra situación similar, el primer organismo encargado de velar por la salud del planeta ha querido ser más cauto y “sólo” ha avisado de que el virus está ahí y hay que vigilarlo. Entonces España, cabe recordar, se vio obligada a comprar, en julio de 2009, 13 millones de dosis de vacunas para combatir el H1N1, de las que 6 millones fueron destruidas apenas un año después tras la escasa incidencia que tuvo la enfermedad. Aquel “despilfarro” le costó al Estado 46 millones de euros.
Hoy, la OMS, consciente de la encrucijada en la que está y preocupada por el embrollo en el que podría meterse otra vez, ha querido practicar la prudencia y se ha limitado a decir que, aunque el nuevo coronavirus tiene una mortalidad muy alta, su trasmisión, de momento, es muy lenta.
El microorganismo en cuestión se detectó hace un año en Londres tras le llegada de un enfermo infectado a la isla desde Arabia Saudí. De modo que es muy probable que la procedencia del mismo sea la Península Arábiga. Este hecho, el de que tenga un origen saudí o en los países limítrofes, mantiene a los investigadores en ascuas pues, generalmente, hasta ahora, los coranavirus han tenido “su hábitat natural” y su caldo de cultivo específico en el sudeste asiático, en los animales que viven allí, principalmente entre la cabaña aviar y porcina. El que en Arabia Saudí no haya cerdos, por ser éste un país musulmán, añade aún más incógnitas a la hora de resolver algunos de los interrogantes que aún persisten sobre el origen y el país de procedencia del microorganismo. Sea como fuere, después de un año siguiéndolo de cerca, los científicos tienen ya la evidencia de que al menos en cuatro focos distintos (dos en Gran Bretaña, Arabia Saudí y Francia) ha habido contagio entre humanos y esto es lo que ha forzado a la OMS a dar un paso adelante —tras la nueva confirmación y denuncia, hace unos días en Francia, de que se propagaba entre humanos— pidiendo que se vigile más estrechamente su evolución a la vez que se insta a la población para que esté más alerta.
Los datos conocidos hasta ahora indican que el nuevo coronavirus ha afectado a 34 personas de las que 18 han fallecido; un 53% del total. Porcentaje sin duda muy alto, pero que los expertos matizan, pues “seguro que ha habido otras muchas víctimas de este patógeno”, explican, “que no han sido detectadas” y que sus síntomas han pasado inadvertidos al considerar que sólo sufrían un leve catarro con los consiguientes estornudos.
En caso de ser víctima de un coranavirus, la sintomatología más común es la infección de las vías respiratorias, cuyas consecuencias son fiebre, tos y dificultades para respirar. En aquellos enfermos más graves, el nuevo microorganismo provoca neumonía y, a veces, fallos renales. Y es también muy frecuente que sean personas mayores, afectadas por otras enfermedades, crónicas o puntuales, las que peor lo pasen. De hecho, la mayoría de las 18 personas fallecidas hasta ahora responden al perfil de una persona mayor con alguna o varias enfermedades.
Por otra parte, la reciente advertencia que ha hecho la OMS acerca del nuevo coronavirus no es suficiente para aclarar las incógnitas que están todavía pendientes de una solución. A las ya citadas —se ignora el país de origen, animal que lo produce y transmite o cómo se trata médicamente— caben añadir otras, como la forma de transmisión. En cualquier caso, la recomendación es tomar precauciones que vienen a ser las mismas que se toman para evitar cualquier catarro común: protegerse las vías respiratorias cuando se está cerca de alguien que pudiera estar enfermo y lavarse las manos frecuentemente.
El aviso de hace unos días de la OMS acerca del último coronavirus conocido está dado con todas las consecuencias y desde la encrucijada en que vive inmerso este organismo. Si por un lado la OMS no pretende alarmar, por otro no puede hacer dejación de sus responsabilidades y ocultar la información que podría dar pie en el futuro a considerar el contagio —si este se extiende y acelera— como una pandemia. Los laboratorios, cómo no, ya están preparados por si hubiese que fabricar con urgencia una nueva vacuna. Y mientras tanto, las autoridades sanitarias callan y esperan; quizá porque nunca como ahora las arcas del Estado estuvieron tan vacías, y no es cosa de volver a encargar a la ligera millones de vacunas que luego habría que tirar. De momento, lo dicho, a los que contraigan un catarro, el tratamiento con antivirales comunes les servirán para ir tirando.
Todos los dias ,son suicidadas en España 10 personas;Y no ocurre nada, todos los años un renovado virus de la gripe asola el planeta para regocijo de las farmafias ,y tampoco ocurre nada, y si este fuese el virus definitivo ,tampoco ocurriría nada ; Porque a la vista esta ,que al sistema le sobramos una millonada de comensales improductivos, que no aportamos nada a la buena marcha de la bolsa.
Sapolsky expllica muy bien el porqué de la aparicionde nue os virus patogenos en humanos .Esta publlicado en Alianza Editorial.