La Fiesta del Cordero, entre la tradición y el derroche

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Uno de los muchos mercados de corderos que estos días se establecen en los alrededores de Tánger. / J. M.

Durante la celebración de la Fiesta del Cordero (Aïd el Kebir) en Marruecos —como en cualquier otro país musulmán, imagino— la emoción se desborda y la gente transpira energía por todos los poros. ¡Es su gran fiesta! Y las ciudades se transforman. Prácticamente no hay rincón, acera ni plaza en la que no hayan surgido, como si se tratara de hongos, tenderetes donde algún avispado vende raciones de alfalfa, paja y saquitos de pienso. El tráfico enloquece, y en las tiendas se alargan las colas mientras las mujeres discuten atrapadas en el ansia y el exacerbado consumo. Mientras tanto, por las calles empiezan a aparecer unos seres lanudos, con cuernos, que dejan un olor peculiar mientras balan inanes y tristes. Son los miles y miles de borregos que estos días han viajado con cara de asombro en lo alto de los motocarros, sobre el sillín de las motos, en el capó de los coches o a hombros de sus nuevos dueños que, ufanos, se llevan el preciado animal a su casa para instalarlo en el sótano, en la terraza de lo alto del edificio, en el balcón.... y, en algún caso, en el cuarto de baño a la espera de que llegue el día señalado, la Fiesta del Sacrificio, que este año, en Marruecos, fue el día 5.

Ese día, al amanecer, el experto de cada familia degüella su cordero; siempre macho. Algunas familias recurren a un matarife con su "cuchillo sagrado", 'habilitado' para tal fin. En el país magrebí, se calcula, se han sacrificado 5,2 millones de cabezas de ovino. Todas por el rito musulmán (Hallal) y mirando a la Meca. Una vez se desangra el cordero, éste se cuelga con la cabeza hacia abajo mientras escurre las últimas gotas de sangre y se orea. La fiesta dura dos días completos y es para los creyentes musulmanes la más importante después del Ramadán. Ésta se celebra el décimo día del último mes del calendario lunar, el mes Dhul Hijjah, mes de peregrinaje a la Meca. Los seguidores de Ala rememoran en ella el momento en el que Abraham, al ir a sacrificar a su hijo Ismael, escuchó la voz de Dios ordenándole que, en lugar de sacrificar a su vástago, degollara un cordero.

Como todas las fiestas —en España ocurre también con la Navidad, festividad equivalente en relevancia, quizá— el Aïd el Kebir tiene también sus detractores. Es cierto que la gran mayoría de los marroquíes la celebran con gran alegría. Pero no es menos cierto que más de uno sale huyendo, a España, por ejemplo, ante lo que consideran “un ritual fuera del tiempo, sobre todo para quiénes somos urbanos y creemos que este ritual de sacrificar el cordero trae inconvenientes y acarrea graves problemas de salubridad”, dice Hassan, un marroquí que aprovechará estos días de vacaciones para viajar a la costa marbellí.

Como suele ocurrir con frecuencia en los países musulmanes, Marruecos camina también sobre ese filo que separa la tradición de la modernidad. José María, un empresario español que sólo accede a hablar si se le cita con nombre supuesto, asegura que esto es el “despelote”, “algo incomprensible”. ¿Por qué? “Pues porque hay empleados que desaparecen del trabajo tres días antes de la fiesta sin dar explicaciones y no vuelven hasta una semana después. ¿Y luego qué haces?, se pegunta ¿les despides?, ¿cierras la empresa?” Y es cierto que, aunque la ley estipula que sólo son dos días de fiesta, son muchos los marroquíes que se toman cuatro, cinco... o una semana completa.

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En cuanto se concreta la compra, el cordero parece adivinar qué le espera./ J.M.

A veces, la tradición y algunas fiestas como el Aïd el Kebir o el mismo Ramadán, no encajan muy bien en los postulados que establecen los países más avanzados para el desarrollo económico, y que tienen sus claves en conceptos como productividad, eficiencia o relación coste/beneficio. No son pocos los que creen que a Marruecos —aunque se abstienen de decirlo en voz alta—  no le beneficia nada la muerte ¡en un sólo día! de más de cinco millones de cabezas de su cabaña ganadera. Aunque es cierto también que para la gente del campo esta fiesta significa su principal fuente de ingresos, y, en muchos casos, la única. Pero, qué quieren, es la tradición. “Lo dice el Corán”, le atajarán enseguida, cuando usted cuestione el cómo o el porqué de esta fiesta.

Y en el ámbito doméstico ocurre lo mismo. Para muchas familias el Aïd El Kebir supone el estrangulamiento de su economía para el resto del año. Son numerosas las que se ven obligadas a pedir un préstamo para comprar el cordero. Si tenemos en cuenta que a partir de la última subida del salario mínimo, que comenzó a aplicarse el 1 de julio pasado, la horquilla en la que los salarios se mueven para la industria, el comercio y servicios —en la agricultura son aún más bajos— está entre los 2.300 dirhams al mes y los 2.500 (de 230 a 250 €), es fácil comprender que resulte un “sacrificio” tener que pagar más de 2.000 dirhams por un cordero que, generalmente, no es tal cordero, sino carnero. He visto cómo algunas familias pagaban 3.500, 2.500, 2.100 dirhams (en ningún caso menos) por un carnero reviejo e, imagino, difícil de roer. “Y a esto habría que añadirle”, explica Fatima, empleada en una empresa textil, "lo que cuesta que te lo lleven a casa, alimentarlo esos días que faltan para el sacrificio, y todos los gastos especiales que hacemos, por ejemplo en comida o en ropa para los niños”. “Igual que en España, en Navidad”, le digo. A lo que ella asiente con uno sonrisa, pero sin poder evitar que una cierta tristeza ensombrezca sus ojos. Y es que a su familia, como a tantas otras en este país, la 'necesidad' de tener que comprar el cordero le desborda. “Pero ha de ser así... Es la ley de Dios”, resume. “Y, además, es una gran alegría para todos cuando tenemos la posibilidad de sacrificar un cordero; especialmente para los niños”, concluye.

Según datos del INE de 2013, en España viven 1.730.000 musulmanes de los que unos 960.000 son españoles, el resto emigrantes. Esto significa, a la postre, que en todo el territorio español se sacrifican para el el Aïd  unos 250.000 borregos; una cifra nada desdeñable, desde luego, que sin duda hará a más de un ganadero español pensar en cambiar su estragia a la hora de elegir el ganado que cría. El precio medio estaría entre los 300 y los 400 €, también muy aceptable. Pero nada tienen que ver los sueldos de España con los de Marruecos. De ahí la gran duda y pregunta que muchos marroquíes se hacen: ¿hasta qué punto estrangula una festividad como esta —el cómo se celebra— la economía del país? Una pregunta que por ahora no tiene respuesta. Sí, en cambio, le auguramos al Aïd El Kebir un gran futuro. Prueba de ello es que las nuevas tecnologías se están sumando a la fiesta. Este año, por primera vez en Marruecos, una empresa ha vendido corderos por Internet.

3 Comments
  1. Ernesto says

    Las tradiciones no se mantienen a lo largo de los años porque sí. Ni siquiera porque algún ilumnado las enmarque en una religión.
    Se mantienen porque funcionan. Porque sirven.
    En este caso, como en nuestra Navidad, debe tener un fuerte contenido afectivo. De reforzar lazos sociales.
    Es cierto que vivimos un mundo diferente. Pero se necesita tiempo para notar algún cambio.
    Mientras tanto, ¿lo mismo nos aferramos a las tradiciones porque no encontramos nada mejor que nos convenza?

  2. celine says

    Cuanto más miro a los hombres más quiero a mi corderito. Pobrecito. ¡Viva la veganía!

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