INFANCIA / Las ONGs luchan para que las víctimas dejen de ser invisibles

La violencia contra los niños existe: los abusos que nadie quiere ver

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En un aula repleta de alumnos de segundo de primaria, un cuentacuentos abre la primera página del libro ‘Las cortinas de aire’. En él, dos pequeños hablan de sus miedos. A veces es a la oscuridad, otras veces, aparecen otro tipo de ‘fantasmas’. Pero hablan. Lo que parece una historieta común se convierte en una potente herramienta para que esos niños que escuchan atentamente aprendan a detectar y denunciar los abusos sexuales.

“En las primeras etapas de la prevención, nuestro objetivo es crear espacios de confianza, que los niños sepan que pueden hablar”, explica Pilar Polo, psicóloga y responsable de relaciones institucionales de la fundación Vicki Bernadet. Los abusos sexuales son una de las caras más brutales de la violencia contra la infancia, que abarca “toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación”, según la Convención de Derechos del Niño. En 2015, se interpusieron en España 35.913 denuncias por actos violentos contra la infancia. De ellas, 3.919 denuncias tenían por objeto las agresiones sexuales.

“Los niños son víctimas de las peores formas de violencia: abusos sexuales, violaciones… Es una violencia invisibilizada porque les cuesta identificarse como víctimas y los infractores suelen ser de su círculo más cercano. La persona que les hace daño es el que les tiene que cuidar”, afirma Catalina Perazzo, responsable de políticas de infancia de Save the Children. Precisamente esta organización ha conseguido que todos los grupos del Congreso se pongan de acuerdo para impulsar una Proposición No de Ley (PNL) que inste al Gobierno a aprobar una ley orgánica para la protección de la infancia. La ONG pidió algunas medidas básicas como más campañas de prevención, que se especialicen algunos juzgados de instrucción en el tratamiento de estos problemas, para que, por ejemplo, los niños solo tengan que declarar en una ocasión, en un lenguaje adecuado y que se evite una doble victimización.

Aunque casos como el de Naiara, la niña de ocho años que murió a manos de su tío, causan una gran conmoción en la opinión pública, los expertos consultados creen que es la punta del iceberg de una realidad que permanece oculta. “La violencia contra la infancia aún está muy tolerada. Si un hombre pega o zarandea a una mujer en la calle, todo el mundo reaccionaría. Si un hombre corrige a su hijo de la misma forma, nadie se mete porque se considera de la esfera privada”, explica Perazzo. En 2015, la Ley de la Infancia y la Adolescencia consiguió que se diera un pequeño paso y se reconociera como víctimas de violencia de género a los hijos de las denunciantes, lo que obliga a los jueces a pronunciarse sobre medidas para protegerlos en estos casos.

A la espera de desarrollo legal, hay varias asociaciones que trabajan por visibilizar esta realidad y por prestar ayuda a sus víctimas, como Garaitza, que en su web ofrece algunas actitudes en los niños y jóvenes que podrían delatar que son víctimas de violencia. El temor al contacto con adultos, frecuentes quejas de dolores, comportamientos regresivos (como orinarse encima o chuparse un dedo) o poseer conocimientos sexuales inusuales para su edad podrían ser algunas señales de alerta.

La importancia de la prevención

Las secuelas de los abusos (o su perpetración) son las que acaparan más eco mediático, pero desde las asociaciones advierten de que todas las violencias que se ejercen contra los niños son evitables. Por eso, insisten en la importancia de la prevención. En este marco se sitúan las sesiones de cuentos que dan comienzo a este reportaje y que la fundación Vicky Bernadet ofrece en varios colegios, a petición de los centros.

Sus programas se dividen en tres acciones, una para los niños (desde segundo de primaria), otra para preadolescentes (en sexto) y otro para adolescentes (en segundo de la ESO). El objetivo es ayudar a reconocer la violencia y los abusos a menores de todas las edades, en un sistema educativo en el que la educación afectivo-sexual es muy deficitaria y no enseña nociones básicas en las relaciones como el consentimiento.

“Con los cuentos, los niños de segundo de primaria aprenden a que es bueno compartir sus temores con otras personas de confianza. Todos los niños se sienten identificados porque todos tienen preocupaciones. Se trata desde el humor y el optimismo”, relata la psicóloga. Según crecen los alumnos, los ejercicios se vuelven más complejos e interactivos. Para los menores de sexto de primaria, se organiza un teatro, en el que los técnicos presentan diferentes situaciones y les preguntan a los alumnos por los posibles finales de las historias. “Las escenas pueden tratar sobre el hermano mayor de una amiga que te pide que quedes con él después del cole o de un entrenador de fútbol que te solicita que te quedes tras un entrenamiento para unas actividades especiales”, comenta Polo sobre la dinámica de las sesiones. Cuando acaban las clases, la fundación deja materiales en las escuelas y hace seguimientos. La profesional reconoce que, tras estas sesiones, han aflorado algunos casos de abusos después de que los menores reconocieran algunas situaciones de violencia.

Adolescencia y límites sexuales

En el caso de los adolescentes, los monitores hablan con ellos sobre las cuestiones que les preocupan y sobre los límites sexuales. Muchos de ellos crecen en una sociedad hipersexualizada plagada de referentes equívocos, como la pornografía, que acaban sustituyendo a la inexistente educación sexual que debería dar armas de prevención a los jóvenes: "Hemos pasado un poco de la idea de que el sexo es pecado a la idea de que la sexualidad es obligatoria. Pero la sexualidad deber ser libre. También hay ciertas películas o libros que dan ideas equivocadas de las relaciones", explica Polo. 

En este caso, la fundación, que solo se dedica a los abusos, inciden también en el tratamiento y la prevención del ‘bullying’: “La mayoría del ciberacoso tiene un componente sexual, que hace que la culpa y la vergüenza en la víctima sea muy grande”, explica la experta. Fotos subidas de tono que mandan los adolescentes y que se convierten después en motivo de chantaje o el castigo social a ciertas orientaciones o conductas pueden sumir al menor en una espiral de violencia. A veces, simplemente es la palabra "puta" o "zorra" la que se multiplica en los Whatsapp. 

En estas clases se pone sobre la mesa una realidad que nadie quiere ver: “Algunos colegios tenían reticencias al principio. Dicen la frase “aquí esto no pasa””, explica Polo. “Los abusos sexuales a niños no existen porque nadie habla de ellos”.

1 Comment
  1. florentino del Amo Antolin says

    Se vive con una mentalidad del siglo XVI. Ves una riña, y enseguida: ¡ Entre primos y hermanos , no metas manos !. Cuando veías riña o discusión de un matrimonio; la mujer, esposa.. era la que decía: ¡ En su soto, puede hacer leña cuando quiera !. Esa forma de ser, viene de años atrás .. La cultura árabe después de 800 años, no solo deja toponimias u alcazabas, mezquitas, riegos etc.. Arrastramos siglos también de analfabetismo familiar; asumido por los que presumen de reformas del siglo XX: ¡ Pasas más hambre que un maestro de escuela !. La Iglesia, tiene en su haber; el separar, trigo de paja: ¡ Los niños con los niños, las niñas con niñas !. Hoy en día, subvencionan la separación por sexos.. Queriendo que retrocedamos en el ADN natural de los humanos, años luz. El sometimiento degrada nuestra condición de ser. ¿ Quien de nosotr@s se pone en la entidad de un pederasta depredador, abusador de menores familiares?. ¡ La educación, es prevención!. El saber, ocupa un lugar ( el más importante ) para la prevención.. Los menores aprenden lo que viven.. ¡ Seamos pequeños, muchos años !.

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