El verano, el mar, las ballenas, el atún y la costa

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Una activista disfrazada de ballena protesta, ayer jueves, en México, contra la caza de estos certáceos. / Efe

Acaba de empezar el verano real después del meteorológico, con la primera fiesta, la del Solsticio, la noche de San Juan. Así, las representaciones del sol y del mar, sobre todo de éste, son ya omnipresentes para inducirnos a ensoñaciones y expectativas vacacionales siempre relacionadas con el agua. En ella se juega nuestro futuro, más allá de lo lúdico que nos propone el imaginario veraniego tan sabiamente explotado con intereses comerciales y publicitarios. Por eso propongo algunos temas de pensamiento e incluso de acción sobre el mar, ahora que entramos en los meses en que más presente lo tenemos.

Con el umbral del verano recién atravesado deberíamos recordar que hace ya dos meses, unos pocos días más, que sufrimos el macrovertido de petróleo en el Golfo de México debido a las malas artes de British Petroleum y a la incapacidad manifiesta para detenerlo. El mar está en peligro, vienen clamando, al parecer sin ser oídas, muchas voces dignas de crédito.

Estos mismos días se está ventilando junto al Atlántico marroquí, en Agadir, el futuro de las ballenas, su supervivencia a medio plazo como especie, amenazada por la caza que algunos estados pretenden continuar y otros retomar. Antes de que termine esta semana alguien podrá decir “Alea jacta est”, en un sentido o en otro. Ojalá sean los promotores de una campaña que pretende recoger un millón y medio de firmas contra la reanudación de la matanza de ballenas.

También en el Mediterráneo está pendiente, entre otros asuntos, garantizar la pervivencia del atún rojo, amenazado por la codicia comercial que le saca pingüe provecho como manjar exquisito que es: si tino y sin tasa, los barcos cerqueros y las almadrabas industriales ejecutan su parte de contribución a la eliminación de la especie.

Y esto último, en ese mismo mar entre tierras en cuya ribera norte es ya harto difícil encontrar algunos palmos de terreno que salvar de la agresión consolidada y consolidable del cemento y del ladrillo, con licencia o sin ella, para propios o extraños, y sin que aún se noten los tímidos intentos de poner coto legal a los expolios en diversos territorios costeros mediterráneos.

Hay quien quiere más y, en la misma Andalucía donde un hotel invasor de un parque natural sigue sin ser derribado desde hace años, propugna abiertamente el relanzamiento de la promoción urbanística y turística como palanca para superar esta larga crisis económica cuyo origen inmobiliario, hace sólo tres años, ya parece que hemos olvidado.

Quizá debamos repensar algunos o todos estos asuntos pendientes antes de entregarnos a la molicie veraniega mecidos por las tranquilas aguas del mar.

2 Comments
  1. pasopole says

    Está muy bien lo de las ballenas y el atún, pero tendríamos que fijarnos más en las aberraciones que se pretenden en nuestra costa, como señalan los dos últimos links

  2. celine says

    He oído que buena parte del atún en lata que se consume es carne de ballena. ¿Sabe algo de esto, José Luis?

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