España sigue procurándose infraestructuras insostenibles e… innecesarias

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Los dos grandes partidos se han empeñado en sostenella y no enmendalla en esto de las infraestructuras. Ahora, un año más, esta misma semana PSOE y PP, junto con la eterna bisagra catalana CiU, planean inyectar millones de euros a las empresas constructoras y explotadoras de autopistas de peaje para que no se hundan en la miseria. Todo indica que la enmienda a los Presupuestos en tal sentido auspiciada por los socialistas no encontrará oposición en los populares.

Resulta que las autopistas de peaje que fueron planeadas y realizadas al rebufo del boom inmobiliario son deficitarias. Y si PP y PSOE no lo remedian, las empresas amenazan con declararse en quiebra. En su momento, cuando las dos legislaturas de José María Aznar, las organizaciones ecologistas se hartaron de clamar que tanta autopista de peaje era innecesaria, antieconómica y destructora del medio ambiente.

Lo más que consiguieron provocar fue algún displicente enarque de ceja entre los directivos de Abertis, Acciona, ACS, Ferrovial, FCC, OHL, Sacyr, etcétera. Y alguna sonrisa de superioridad ––“¡qué sabran estos!”–– entre los prebostes del PP… y del PSOE. Consecuentemente, se construyeron las cinco autopistas de peaje radiales de Madrid, La Roda-Ocaña, Cartagena-Vera, Cartagena-Alicante, la circunvalación de esta ciudad y algunas otras.

Dijeron los ecologistas que era mucho más barato, rentable, eficiente y sostenible que esas grandes infraestructuras fueran hechas como autovías, no como autopistas de peaje. En vano, pues el negocio de verdad está en la construcción y explotación de esa segunda fórmula. Supuestamente, pues la realidad viene empecinadamente demostrando que ni eran necesarias, ni son rentables, ni sostenibles.

Lo grande del asunto es que las empresas que pugnaron por conseguir las concesiones del PP para construir las autopistas de peaje ahora se ven con el agua al cuello y siguen las misma estrategia que la Banca de todos nuestro pecados, pidiendo salvavidas millonarios al Estado ––es decir, a todos los contribuyentes–– porque, si no, se declaran incapaces de mantener abiertos sus chiringuitos, pues eso es lo que parecen esas tan grandes empresas privadas que recurren a la subvención pública para paliar el fiasco de sus delirios de grandeza y sus ambiciones de lucro.

El PSOE gobernante de José Luis Rodríguez Zapatero tuvo incluso la oportunidad de rescatar la concesión de alguna autopista de peaje no terminada cuando subió al poder: la Cartagena-Vera. No lo hizo, a pesar de haberlo propuesto en época preelectoral. A día de hoy esa vía es ruinosa: se la ha llevado por delante el estallido de la burbuja inmobiliaria costera que era su razón de ser y su soporte vital.

No nos preocupemos en exceso porque, si lo hacemos, nos faltará resuello para asumir la que nos viene a continuación en la misma línea que las autopistas de peaje. Que no es otra cosa que la fiebre constructora de aeropuertos que recorre desde hace una década todo el país y que ambos partidos mayoritarios y su correspondiente bisagra siguen alimentando.

No basta con el fiasco ya constatable del aeropuerto de Ciudad Real. La bola está lanzada pendiente abajo, como se echó a rodar en su día la de las autopistas, y ya no hay quien quiera detenerla pudiendo hacerlo. Dentro de un lustro, España estará regada de aeropuertos “regionales” e, incluso, “provinciales” cuya estabilidad económica será, ya es, más que dudosa. Tendremos, pues, unas modernísimas infraestructuras privadas rescatadas de la quiebra con el dinero de todos los ciudadanos pero que no serán propiedad del Estado. Serán, eso sí, hermosas y ultraeficientes, pero también ruinosas e innecesarias. Y, claro está, insostenibles.

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