Sin pena ni gloria, o sea, sin notoriedad ni seguimiento, transcurre la Cumbre del Clima en Cancún (México). Lo peor que le podía pasar ha pasado y es que, ya desde el día de la inauguración, se empezara a comentar y a publicar que las perspectivas de posibles acuerdos vinculantes para intentar paliar el calentamiento global y sus consecuencias debían ser trasladadas a la próxima reunión máxima que se celebrará en Durban (Sudáfrica), prevista para el año que viene por estas fechas.
Mientras tanto, el “vertido masivo” de información confidencial de la diplomacia estadounidense realizado por Wikileaks ha absorbido totalmente el protagonismo mediático en todo el mundo y en estas fechas. Con lo cual, los críticos de Julian Assange tendrán otro cínico motivo para ponerlo a caer de un burro: su tremenda información ha tenido el efecto colateral de situar Cancún en un tercer o cuarto plano de la actualidad mundial.
De tal manera que una macroreunión como la de la ciudad turística mexicana tendrá como beneficiarios exclusivos a los sectores relacionados con el turismo, ya que unas 25.000 personas de 190 nacionalidades asisten al acontecimiento.
¿Y del clima? ¿El calentamiento global? ¿La biodiversidad? ¿La capa de ozono? ¿Los combustibles fósiles? ¿Las energías renovables? ¿El protocolo de Kyoto?... ¿Hablarán los medios algo de todo eso antes de que se clausure el evento dentro de unos días? Quién sabe.
De momento, la única clara oportunidad que se vislumbra de que el objeto del cónclave de Cancún “suba” a las portadas de los medios es que el martes día 7 habrá manifestaciones allí y en todo el mundo, que se pretenden tamaño king size, para reclamar a los gobiernos de todo el mundo un mayor compromiso, es decir, más y mejores medidas para intentar ralentizar, al menos, el cambio climático.
Hasta entonces, en Cancún se hablará y se hablará, sin concreciones, a pesar de que los oradores y los expertos están, desde semanas antes de que se iniciara la Cumbre, haciendo sonar todas las alarmas posibles sobre los desastres venidos y por venir a causa del calentamiento global.
Poco importa que, por poner un ejemplo, el director ejecutivo de Climate Analytics, Bill Hare, haya alertado de que “necesitamos un sistema multilateral. Es la única forma de contar con la ambición necesaria para reducir las emisiones a la velocidad suficiente” para evitar los problemas que sabemos que se nos vienen encima.
La ausencia de los líderes mundiales de mayor peso económico y, por tanto, de mayor responsabilidad en el asunto es escandalosa: abandonaron todo intento de coordinación anticalentamiento global bien antes de empezar la reunión en México. Por eso, Hare se teme que el fracaso de Cancún pueda desembocar en la “desintegración” definitiva de las conversaciones.
Quizá para este fin de semana las filtraciones de Wikileaks hayan perdido su fuerza inicial, aunque sólo sea por cansancio de las audiencias, y lo que pasa o no pasa en Cancún sea objeto de atención mediática. Veremos.