Recta final en Cancún con pocas esperanzas y sin seguridades

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Grupos aecologistas protestan ante la policía, el martes 7 de diciembre de 2010, en las inmediaciones de la sede de la XVI Conferencia de las Partes de la ONU sobre Cambio Climático en Cancún (México).

Arrancó el día seis la segunda fase de la Cumbre del Clima en Cancún y parece que al mundo industrializado empiezan a salirle los colores de vergüenza por su incapacidad de hacer avanzar las conversaciones para frenar el cambio climático, en general, y renovar el Protocolo de Kyoto que caduca en 2012, en particular.

Tras el fracaso de hace un año en Copenhague, quizá haya aún alguna posibilidad de acuerdo a pesar de que las previsiones en los días anteriores a la cumbre fueron malas. Incluso, ya con la reunión iniciada, uno de los países participantes más activos en la lucha por la conservación de la naturaleza, Bolivia, se expresó a través de un portavoz autorizado para mostrar su pesimismo.

Sin embargo, el inicio de la llegada de los representantes de los estados industrializados y de los bloques económicos potentes parece abrir un resquicio al optimismo. La comisaria de la UE de Acción para el Clima, Connie Hedegaard, llegó a ofrecer el lunes en Cancún un recorte de emisiones del 20% en la Unión Europea "sin esperar que ninguna otra región en el mundo asuma retos tan ambiciosos. Estamos listos para ir más allá y alcanzar el 30%, pero necesitamos que los demás vayan en la misma dirección". Otra versión de la misma conferencia de prensa señala que Hedegaard dijo que “la UE es muy clara en su posición: queremos alcanzar una reducción (de emisiones) del 30%, pero con el compromiso de que otros países también avancen. Hay algunos que siempre dicen que la UE puede hacer más, pero ellos no hacen nada”.

Si alguien se dio por aludido, ése debió ser el enviado a la cumbre del presidente Barack Obama, Tod Stern, quien, reconoció la posibilidad de un acuerdo, aunque dijo no verlo claramente todavía.

Es decir, la cumbre ha entrado en la fase en que los países y organizaciones más interesados en acuerdos concretos y vinculantes para frenar el cambio climático están obligando con su activismo y sus pronunciamientos claros a que los estados desarrollados no tengan otra salida que, por lo menos, darse por aludidos y mostrarse más proclives a negociaciones serias, aunque sean reticentes a garantizar su éxito por razones obvias.

El día 10, cuando acabe la reunión, tendremos una resolución del complicado tira y afloja entre unos y otros. Y no debemos perder de vista, siguiendo el guión de Copenhague, que allí los estados industrializados culparon a otros países del fracaso por su supuesta intransigencia. Tampoco olvidemos que ahora, como en Dinamarca, China, India, Sudáfrica y Brasil –junto con otros estados más empobrecidos como Bolivia, Venezuela, Ecuador o Cuba– exigen objetivos legalmente vinculantes que EE UU, parcialmente apoyado por la UE, no está dispuesto admitir. Así que, probablemente, debamos asumir el riesgo de fiarlo todo al cónclave climático de Durban (Sudáfrica), el año que viene, para que se pueda consensuar un protocolo contra el calentamiento global sucesor del de Kyoto: al día siguiente de que hayan empezado los contactos formales intergubernamentales en Cancún, parecen muy débiles las esperanzas de llegar a acuerdos que sirvan, por lo menos, para superar el fiasco de hace un año en Copenhague.

2 Comments
  1. Andrey says

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