De Chernóbil a Fukushima: seguimos huyendo hacia delante

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El vicedirector general de la Agencia de Seguridad Industrial y Nuclear de Japón (NISA), Hidehiko Nishiyma (izquierda), y el representante de la Comisión de Seguridad Nuclear, Kenkichi Hirose (centro), hacen una reverencia tras dar una rueda de prensa conjunta en Tokio (Japón), ayer. / Franck Robichon (Efe)

Cuanto más tarda en vislumbrarse una solución en Fukushima se acrecienta la polémica general sobre el uso de la energía atómica. Porque las consecuencias del terremoto y del posterior tsunami podrían o deberían llevarse por delante cualquier intención de que las cosas sigan como son ahora en lo relativo al uso pacífico de la fisión nuclear.

En el mismo Japón se han registrado ya manifestaciones ciertamente contrarias a que se mantengan en producción energética las centrales nucleares, justo un mes después de la catástrofe natural causante del accidente nuclear que nos ocupa. El pasado diez de abril sin ir más lejos.

En otros lugares del mundo, la polémica nuclear se ha hecho más visible que antes y no solo en países donde está permanentemente instalada, como Alemania, sino en otros donde no existía hasta hace un mes, como India, por poner un ejemplo. O en otros, como China, con ambiciosísimos planes de desarrollo de la industria nuclear. O en zonas como América Latina donde la construcción de centrales es apenas incipiente.

La elevación al máximo nivel de la alerta nuclear en Fukushima, ayer dia 12 por el Gobierno japonés hace inevitable la comparación con Chernóbil, por mucho que las diferencias técnicas sean ciertas. Pero esto último no impide que la polémica sobre lo nuclear siga extendiéndose. Y así seguirá. La discusión sobre la conveniencia o no de cerrar a medio plazo las centrales nucleares existentes o de dejar de construir otras revela una preocupación extendida a nivel mundial sobre la seguridad de ese método de producción de energía eléctrica.

La tercera catástrofe nuclear, la de Fukushima, en menos de cincuenta años debería ser suficiente para que se abandonara esa energía. Las de Harrisburg y Chernóbil no lo fueron. Los accidentes “menores” tampoco parecen contar ni tener importancia para las opiniones pronucleares, que siguen basándose en criterios fundamentalmente economicistas y desarrollistas para no dar su brazo a torcer y también invocando la escasa proporción de accidentes nucleares en comparación con el número de reactores en funcionamiento.

Sin embargo, las razones en contra de la proliferación nuclear pacífica siguen siendo incontestables, como lo eran antes de Fukushima. No se trata de esgrimirlas de nuevo, oportunista y demagógicamente como acusan los pronucleares de todo pelaje. Se trata de tomar decisiones políticas para abandonar a medio plazo una energía cara que causa más problemas graves de los que soluciona.

Lo demás, incluyendo las pruebas más estrictas de seguridad, no son más que parches, huidas hacia delante sin meta alcanzable, puesto que la única solución realista es eliminar las centrales en plazos razonables de tiempo que permitan sustituir la energía que producen por otras de fuentes renovables. Hay plantes fiables y suficientes diseñados con ese objetivo. Y durante miles de años –es decir, siempre al ritmo que llevamos–, nos quedarán los residuos radiactivos almacenados como recordatorio de lo que es o, deseablemente, era la energía nuclear.

2 Comments
  1. extremeño says

    A ver qué nuevas excusas se inventan ahora los pronucleares para desacreditar a los ecologistas. La cosa pinta espantosa y ellos dale que te pego, como si se enteraran menos que nadie.

  2. Dux says

    Todo el mundo habla del Pick oil y nadie de la cantidad de Uranio disponible en el mundo…..que no va mucho mas alla de 100 años…..y despues que? Decrecimiento YA

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