El cuento de la lechera aragonesa que quiso viajar por el Corredor Ferroviario Central

Luisa Fernanda Rudi ha protestado con cierta vehemencia, aunque no tanta como su conmilitón y también preboste regional José Antonio Monago, porque la Travesía Central Pirenaica (TCP) ha quedado fuera de juego totalmente puesto que la Unión Europea no prioriza el Corredor Ferroviario Central que atravesaría la cordillera para llegar desde Aragón a Madrid y Lisboa vía Extremadura.

Así que, después de que los socialistas Marcelino Iglesias y Juan Alberto Belloch felicitaran al ministro José Blanco por los resultados obtenidos en Bruselas el pasado miércoles 19, que implican en la práctica el aplazamiento sine die del corredor central, habría que recordar a todos los participantes en el debate de investidura de la presidenta aragonesa, incluyéndola a ella misma, su dejación de funciones en lo que atañe a la reapertura del túnel de Canfranc para que el ferrocarril pueda seguir uniendo Zaragoza con Pau, como lo hacía hasta aquel día de 1970 que un tren descarriló en la vertiente francesa y dañó el puente de Estanguet.

Porque hace apenas tres meses, el 12 de julio exactamente, que en las Cortes de Aragón la que al día siguiente se convertiría en nueva presidenta de la Comunidad por el PP dijo: “Mantenemos la exigencia de la reapertura del Canfranc, vieja reivindicación que se hace más necesaria, si cabe, ante la situación de la travesía central del Pirineo”.  Pero interpretaron los cronistas que esa aparente reivindicación de la recuperación de una vía de comunicación tradicional, sostenible y rentable entre ambos lados del Pirineo fue hecha con la boca pequeña, pues Rudi se extendió diez veces más de tiempo en ese mismo discurso en loar la excelencia del Corredor Ferroviario Central y la nueva travesía bajo las montañas.

Pronunció esas palabras sabiendo como sabía, y como conocían también los hasta esa fecha gobernantes socialistas aragoneses, que ese corredor pirenaico estaba condenado de antemano a no ser apoyado por Bruselas, puesto que el estado francés no lo considera prioritario por su tremenda carestía y la abierta y la decidida oposición que suscita entre los franceses de esa zona de la vertiente pirenaica gala. Efectivamente, el coste de abrir un nuevo y amplio túnel en el Pirineo lo hace “poco realista”, en palabras del comisario de Transportes, Sim Kallas. Además, los problemas ambientales que generaría pondría en pie de guerra el departamento francés de Bearn, en muchas de cuyas paredes son visibles desde hace años las pintadas de protesta contra esa posibilidad.

La cuestión es que, como en el cuento de la lechera, primero los socialistas largamente gobernantes en Aragón y ahora los recién incorporados populares han preferido fiarlo todo a una entelequia que se acaba de diluir, en vez de reabrir el túnel ferroviario de Somport que une el valle de Canfranc, en España, con el de Aspe, en Francia. El asunto es kafkiano, por decirlo suavemente, aunque el calificativo que merecería es el de grotesco.

Desde la suspensión del tráfico ferroviario en 1970, progresivamente se han mantenido tramos a ambos lados de la frontera, aunque sin entusiasmo. Se puede viajar en tren de Zaragoza a Canfranc. Y se puede hacer lo propio de Pau a Bedous. Lo que significa que, de los 312 kilómetros entre la capital aragonesa y la del Bearn, solo 32 siguen inutilizados. Porque ni las autoridades aragonesas ni las bearnesas de los últimos 25 años se han preocupado de reparar ese tramo y recuperar una vía histórica, sostenible y rentable. En los últimos años, para más inri, lo han fiado todo a ese fiasco que ahora es el Corredor Ferroviario Central. Y han obtenido el mismo resultado que la lechera del cuento.