El programa de Ciudadanos: un viaje hacia el thatcherismo

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Alejandro_InurrietaEl programa económico de Ciudadanos, a diferencia de otros, rezuma lectura y estudio, aunque sus planteamientos, en algunos casos, sean profundamente injustos y no sirvan para solucionar los graves problemas de la economía española.

El primer aspecto a destacar es que en su parte económica y laboral desparece la figura de los sindicatos, es decir, la negociación colectiva no existe. Esta aproximación a la realidad económica y laboral está claramente influida por el ideario de Thacher en el Reino Unido, fruto de la notoria influencia anglosajona del principal redactor del programa, el Dr. Garicano. Detrás de un economista que niega el papel de un sindicato en la negociación entre dos partes asimétricas, como son trabajadores y empresarios, está un planteamiento típicamente neoclásico, en el que el factor trabajo es una mercancía, intercambiable, perfectamente divisible, homogénea y con movilidad perfecta. Así, todo el problema reside en casar oferta y demanda, y tendremos un salario de equilibrio, que siempre se determinará de forma individual entre trabajador y empresa. Además, todas las posibles rigideces o fricciones son determinadas por problemas de oferta o institucionales, no existiendo el problema de insuficiencia de demanda efectiva.

Esta filosofía que ha llevado al Reino Unido a niveles de reducción de salarios y empeoramiento de condiciones de trabajo notables, parece que es el menú que se nos ofrece para relacionarnos con quien hoy atesora un enorme poder de negociación en España, la parte empresarial. En el fondo subyace una posición individualista que parte de un cierto cainismo social: lo relevante es siempre lo que me pase a mí, aunque otros se queden en la cuneta. Esto se traduce en que en materia de fijación de salarios, la única consigna es que a aquellos que no lleguen a un salario digno, por supuesto no han fijado la cantidad en el programa, se les compensará con un complemento negativo de renta, también copiado del modelo anglosajón, británico y norteamericano. Este complemento, que sustituye de facto al salario mínimo, es cierto que ha logrado contener la sangría del consumo en EEUU, pero también ha permitido que EEUU tenga hoy unos salarios al nivel de hace dos décadas, y con una persistente caída de la población activa. En suma, en este apartado, se parte de que las negociaciones entre trabajadores y empresa son simétricas y que el poder de negociación es igual, algo radicalmente falso y que además facilita, como en EEUU, que las empresas opten por pagar salarios mucho más bajos, al no haber límite, ni negociación colectiva, con el señuelo del complemento de renta. No deja de ser, por tanto, una especie de caridad estatal, frente al establecimiento de derechos objetivos de los trabajadores, como ocurre en Francia (tal vez mucho mejor modelo que Dinamarca en muchos aspectos) o Alemania.

El segundo gran aspecto del programa es el llamado Contrato Único, que apenas se ha implementado en ninguna gran economía y que tiene claramente contraindicaciones pertinaces. De nuevo se parte de una aproximación excesivamente académica y poco pegada a la realidad del terreno. El primer error, a mi juicio, es que quieren acabar con la temporalidad por la vía exclusivamente institucional, sin introducir para nada el problema de la demanda efectiva o las expectativas a la hora de determinar la tipología de empleo y por ende de contrato. En España hay una gran parte de la economía que es claramente estacional y por tanto usuaria de contratos temporales y de obra y servicio. Es cierto que hay un porcentaje no desdeñable de contratos fraudulentos, pero ello no puede ser la excusa para reducir aún más el coste del despido de los trabajadores, a cambio de una supuesta estabilidad. Esta medida esconde, claramente, una reducción del coste del despido generalizado para los nuevos contratos, sin que ello suponga ningún avance para una gran cantidad de empresas que simplemente seguirían despidiendo cuando se terminase la temporada o cuando sus expectativas no se cumpliesen.

De nuevo, eliminan toda reglamentación del despido y expulsan de dicho control a las organizaciones sindicales, por lo que las empresas más grandes podrían llevar a cabo ERES encubiertos sin ningún trámite y sin ninguna restricción. De nuevo utilizarían las bonificaciones a la Seguridad Social para jugar con los modelos bonus-malus para empresas que contraten temporalmente, algo que ya está establecido actualmente en las cotizaciones sociales, tanto para trabajadores, como para empresas. Como pequeña dádiva, introducen una especie de fondo, la llamada mochila austriaca, que con aportaciones empresariales serviría de complemento al coste de despido que podría ser utilizado en el desempleo y/o en la jubilación. De nuevo, esta medida es altamente regresiva y además penaliza a aquellos trabajadores/as cuya vida laboral es más corta, como mujeres o mayores de 45 años, que claramente lo tendrán mucho más complicado.

En materia fiscal no son muy originales y se amoldan a los programas conservadores o neoclásicos estándar. Es decir, bajar impuestos, para recaudar más, gracias a la reactivación económica que llevará dicha medida. Ni una palabra de equidad, ni de eliminar los copagos introducidos o rebajar algunas tasas como las universitarias. De hecho, la filosofía británica que tanto admira Garicano es clara: tasas prohibitivas, mitigadas por programas de préstamos o becas muy restrictivas, lo que implícitamente restringiría el acceso a la Universidad, pensando que únicamente los verdaderamente brillantes deberían ir a la Universidad. En este aspecto coinciden con el Ministro de Educación: Méndez de Vigo, eso sí, eliminado el carácter de funcionario del docente, para darle un sentido mucho más de mercado a la educación, algo parecido a la sanidad.

Dedican un gran apartado a la formación para el empleo, introduciendo el cheque formación, y también revolucionando el sistema actual, algo por otro lado muy necesario, aunque no en la línea que proclaman, pues se centraría en que grandes conglomerados surtiesen de contenidos educativos a los trabajadores, que por supuesto saben en qué y cómo se tienen que gastar dicho cheque, eliminando cualquier gasto de las empresas, lo cual lo agradecerán. Su apuesta por la búsqueda individualizada de empleo y el empleo de métodos estadísticos de búsqueda, también muy académico y británico, choca con la realidad del parado tipo en España. Parece como que no hubiese discriminación hacia el parado de más de 45 años o hacia la mujer en España y que todo se arreglaría con programas estadísticos de búsqueda de empleo. De nuevo, no aparece por ningún lado la idea de que hay serios problemas de demanda en según qué sectores  y desconocen que una de las variables que explica el fracaso escolar y la baja cualificación de algunos colectivos tiene que ver con la situación económica de familias de los mismos.

En resumen, el programa económico es un típico programa de oferta, achacando todos los problemas a los costes relativos, aspectos institucionales de funcionamiento de los mercados y que no entiende la dinámica del papel de la demanda efectiva en la determinación del crecimiento. Por ello, es un programa dirigido a eliminar cualquier vestigio colectivo en la sociedad, en la búsqueda continua del individuo y su superación automática y casi genética, sin que existan componentes iniciales que no faciliten el mundo feliz al que se llegará siempre que no falte el esfuerzo individual. Con estas aproximaciones, y como le reconoció Garicano a la reina de Inglaterra, es imposible prever cualquier crisis, y sus únicas soluciones se apoyan en reducir los costes relativos, especialmente salarios, y eliminar todo poder de negociación para los trabajadores.

(*) Alejandro Inurrieta es economista y director de Inurrieta Consultoría Integral.

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