COMENTARIO LITERARIO

Una historia de héroes anónimos, de emigración, de represión, de superación

  • Comentario literario sobre la novela 'La abuela civil española'

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Novela contemporánea: La abuela civil española

Autora: ANDREA STEFANONI

Edita: Seix Barral

La historia empieza en Boeza, en León, en los días previos a la Guerra Civil española, en un pueblo minero, en un pueblo donde los lobos amenazan los rebaños. “En aquel pueblo, los infartos eran sustos. Los cánceres, amarguras. La sífilis, pecados”. Escrita 75 años después en un Buenos Aires que ya ha superado la muerte de Evita Perón: “Creo que planeo algo. Mastico y pienso en los pasos a seguir. Algunos planes se molestan con el ruido de los cubiertos alrededor. Otros, no. Algunos planes pueden con todos los ruidos”.

Es una historia de héroes anónimos, de emigración, de represión, de superación… Es también una historia que comienza con la necesidad de despejar una duda: “Dejar mis ideas mirándose confundidas en el restaurante. Dejarme ahí sentada y correr. Correr hacia la sangre de mi abuela”. Y una historia personal y afortunada, la de Sofía, el alter ego de Andrea, la de sus abuelos, porque “ser feliz es tener un recuerdo imborrable”.

Andrea Stefanoni, en La abuela civil española, dibuja a trazos, a veces rotos o quebrados, a veces continuos y apasionados, lo que a primera vista aparece como un boceto pero que poco a poco se convierte en un cuadro realista del que a veces te alejas para observarlo todo con más claridad, y otras te aproximas para observar con precisión el instante, emotivo sin estridencias, donde hombres y mujeres normales, llevados por pasiones o sentimientos profundos, se convierten en héroes anónimos. Cuando las situaciones son extremas, aparecen las mayores de las hazañas humanas y las peores de sus bajezas. Y es que, como dice Andrea, “las guerras no terminan nunca del todo”.

Ya en esta su primera novela en solitario, Andrea Stefanoni te muestra un estilo propio y original que arranca de tus entrañas su pasión por la vida, con una narrativa a veces lírica con la que transmite emociones profundas, con esas frases redondas y completas, que aplazan tareas, que algunos subrayan, que obligan a una reflexión posterior más serena y tranquila; porque el ritmo narrativo no te deja reposar. Necesitas más. Necesitas avanzar.

Finalmente, os dejo a continuación un fragmento textual de La abuela civil española, donde Consuelo, la abuela, aún niña, solo iba al colegio los días en los que no se podía trabajar en el campo o en la mina:

«El olor a lluvia, la humedad, los truenos, los rayos, los días sin sol: todo despertaba en ella la sensación de aprender. Se le aguzaban los sentidos. Funcionaba así. El sol tenía la marca de la ignorancia. Del trabajo. El gris era brillante. Todo lo que se puede saber o aprender tenía color gris. Todo lo aprendió en la oscuridad.

Pero, como se dijo, también estaban los que iban todos los días. Que eran los que hacían el circo. Los que interrumpían. Los que tenían la ropa y las manos limpias.

La maestra conocía a cada uno por su nombre. A algunos los llamaba más que a otros. Los del fondo, como siempre, eran ricos en advertencias. Otros se ganaban pasar al frente para el castigo casi todos los días. La maestra los reprimía con una varilla de mimbre. Directamente en las manos. O en donde se le ocurriera. Era normal identificar al indisciplinado mirándole las manos llenas de marcas de la varilla.

Cuando la varilla se ablandaba y se quebraba y ya no podía lastimar más, el reemplazo lo traían los propios alumnos. Era la costumbre. El compromiso por la represión. Todos tenían que estar comprometidos en ello.

Había una norma, también. Si un compañero veía que otro estaba armando algún desastre —que podía ser una simple sonrisa o pérdida de atención—, tenía el deber de delatarlo. Si no lo hacía, y otro reconocía que el primero no había delatado al segundo, el primero que lo había visto tenía el doble de castigo.

Con el tiempo, ya nadie necesitaba doble castigo. Todos tenían más o menos aprendida y agilizada la función de señalar al otro en nombre del sistema, la escuela.»

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