18 de julio, recordando para mantener la dignidad

  • "Quiero hacer memoria sobre lo que significó el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y sobre lo que los golpistas pretendieron con su acción"
  • "Mientras tribunales argentinos siguen investigando los delitos cometidos durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, aquí se siguen poniendo trabas al juicio"

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Quiero hacer memoria sobre lo que significó el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y sobre lo que los golpistas pretendieron con su acción, que sumió a los españoles en una guerra civil de tres años y, con la victoria de los llamados nacionales, en una dictadura que duró más de cuarenta. Hoy, algunos querrían volver a esos negros años.

El mes de julio comenzó golpista. El día 1, en su Informe Reservado, el general Mola, presenta un plan definitivo. El financiero Juan March entrega un cheque en blanco al marqués de Luca de Tena, propietario del diario ABC, para financiar la adquisición de un avión que traslade a Franco a Marruecos para ponerse al frente de las tropas sublevadas. Con el asesoramiento de Juan de la Cierva, inventor del autogiro, contratan un De Havilland D.H.89 "Dragon Rapide". El golpe de Estado se venía gestando desde hace tiempo y a principios de julio de 1936 la fecha quedó fijada para los días 10 al 20 de julio, pero se produjeron algunos acontecimientos que lo hicieron adelantar: la insurrección comenzaría el sábado 18 a las 06:00 en Marruecos y el 19 a primeras horas de la madrugada en la Península.

En los días posteriores al golpe, y tras el fracaso de la rebelión en Madrid, con la caída del Cuartel de la Montaña y el de Campamento, la ciudad queda bajo el dominio del Gobierno legítimo de la República. Desde el mismo instante, la toma de Madrid fue un objetivo para las tropas sublevadas. Nunca ante se había bombardeado una ciudad como objetivo civil; después se haría en diversas ciudades españolas y en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando un grupo de periodistas extranjeros preguntó al general Mola, comandante del Ejército del Norte, cuál sería de sus cuatro columnas la que conquistaría Madrid (una venía por el suroeste, otras dos desde Galicia y Castilla La Vieja y una cuarta desde Navarra y Aragón), él contestó: la "quinta columna" (según cuenta Hugh Thomas).

La quinta columna, no se trataba de simples espías o saboteadores, agentes desmoralizadores o agitadores. Los quintacolumnistas estaban bien organizados e infiltrados en las organizaciones republicanas. Realizaron actos de sabotaje, incautaron víveres, difundieron información para minar la moral de la población, elaboraron informes sobre cuestiones militares o gestionaban planes de huida hacia la zona "nacional" o refugio en embajadas extranjeras. Todo estaba planificado antes del golpe. Las tropas sublevadas entrarían en Madrid sin resistencia, por la acción de los golpistas organizados en la retaguardia.

La conspiración militar se puso en marcha nada más formarse el gobierno de Azaña, tras la victoria del Frente Popular. En la calle estaba cantado, en los despachos era conocido y los cuarteles eran hervideros de conspiradores. Al Gobierno le llegaron noticias sobre lo que se estaba tramando y no actuó con la contundencia debida contra la conspiración. Exceso de confianza, errónea valoración política, falta de ánimo y valor, para abordar la situación, llevaron a la tragedia.

El golpe de Estado se dio contra la legitimidad de la República. Políticamente fue antidemocrático; jurídicamente anticonstitucional; socialmente conservador y tradicionalista; espiritualmente clerical; ideológicamente totalitario; económicamente capitalista; militarmente absolutista; y moralmente inhumano. El plan abarcaba todos los sectores y actividades. Comprendía una acción de fuerza militar, desde diferentes puntos de España y África; una colaboración religiosa y una acción social, que debía poner en juego a la banca, la judicatura, la industria, y a grupos políticos de acción violenta. El directorio del general Mola coordinaría todos los recursos a su alcance: fuerzas militares, ayuda diplomática, financiera, armamento y personal voluntario.

El libro Los mitos del 18 de julio (coordinado por Francisco Sánchez Pérez), viene a dar respuesta al revisionismo histórico que hace la derecha para descalificar a la República y legitimar la rebelión. Según las tesis que defienden sus autores, el brazo ejecutor del golpe fueron militares desleales a su juramento en defensa de la República y los civiles que tenían un papel fundamental para que triunfase. Estaban implicados militares desleales, falangistas, monárquicos, la derecha conservadora más reaccionaria y la Iglesia Católica, que habían oprimido al pueblo durante siglos. No fue "un golpe doméstico", sino que contó con la Alemania Nazi y la Italia fascista, quienes jugaron un papel determinante, vendiendo y suministrando armas, antes y después.

Todo estaba previsto con antelación, ligado a los contratos de compra de armas y al apoyo italiano prometido. En el diseño del plan director no estaba prevista la defensa de la iglesia y del catolicismo, ni era un objetivo de motivación. El golpe tampoco "pretendía acabar con ninguna insurrección armada en marcha", porque no la había; sino eliminar las reformas abordadas durante el primer bienio republicano (agraria, laboral, militar y de la enseñanza) y defender la unidad de España.

Ninguna organización republicana u obrera "tenía el propósito de subvertir el orden constitucional" en la primavera de 1936; porque o no querían o no podían. Tampoco había en marcha ninguna intervención de la URSS en España. La política de Stalin, desde 1925, no era de expansión, sino de "socialismo en un solo país". Antes del golpe, no había un estado de "violencia revolucionaria o de terror rojo", no había ninguna dinámica de exterminio ni de "liquidación de los enemigos de clase" y no se asesinaba a las gentes de orden. El número de empresarios y propietarios asesinados en los meses anteriores al 18 de julio es mínimo, y tampoco se dio muerte a ningún religioso.

La República no fue un fracaso que "conducía inexorablemente a una guerra", sino que fue destruida por un golpe militar, con la connivencia de un país extranjero y que, al no triunfar en buena parte del territorio y en Madrid, se encaminó de forma irremediable a una guerra civil. Fue la sublevación quien colapsó la administración republicana. La República, durante la guerra, tuvo que enfrentarse a una parte de la izquierda obrera, que entendía que la democracia era irreconciliable con el capitalismo, temiendo que se entregase, pacíficamente, al fascismo, como había sucedido en toda Europa.

La pretensión de cada grupo social y estamento rebelde era la defensa de sus propios intereses: la aristocracia pretendía la conservación del rango y los privilegios; los capitalistas, la libertad de explotación de los trabajadores y la defensa a ultranza de la propiedad; la iglesia, la anulación de las disposiciones que habían mermado sus fueros; los terratenientes e industriales, impedir la reforma agraria y la intervención obrera en las empresas; la prensa de derechas, el derecho a crear opinión y defender el negocio; los militares, profesionales, burócratas y burgueses, la restauración de un orden rígido y autoritario que respetase el escalafón, la jerarquía, la antigüedad y las prebendas. Los vencedores establecieron una dictadura para perpetuar esos intereses y la mantuvieron mediante la represión y la violación de los derechos humanos.

Mientras los tribunales argentinos siguen investigando los delitos de lesa humanidad cometidos durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, aquí se siguen poniendo trabas al juicio internacional, alegando la prescripción de los delitos y sigue sin condenarlos categóricamente. Los desaparecidos del franquismo, según la Plataforma de Víctimas de Desapariciones Forzadas, fueron 140.000 personas, entre víctimas de la guerra y de la dictadura.

No tengo herida abierta ni dolor en mi memoria. Pero sí un desprecio frío y razonado contra quienes propiciaron el golpe de Estado contra la República. También siento desprecio por quienes hoy siguen justificando aquella barbarie, que causó tanta muerte y sufrimiento.

Tengo los recuerdos que mi madre me transmitió, porque yo no los viví. Mis padres y todos los miembros de la familia testigos han fallecido. La mayoría por muerte natural. Mi abuela Antonia Arrogante por las balas de Franco, ante un paredón de fusilamiento en Toledo. Recuerdo todo para mantener mi dignidad

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