PANDEMIA COVID-19

El valor de la proximidad: reflexiones para el desconfinamiento

  • "No solo hemos apreciado el valor de internet y las redes, sino el de un vecindario bien surtido de recursos y relaciones sociales, que favorecen la resiliencia comunitaria"
  • "La pandemia y el confinamiento desvelan desigualdad. Más que nunca, lo público tiene un valor fundamental para compensar las diferencias de bienes privados"
  • "El plan de desescalada debe gestionarse de forma participativa, inclusiva y empática"

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Llevamos más de 40 días confinados en nuestras casas, siendo el espacio próximo a las mismas el único que tenemos para cubrir nuestras necesidades básicas y para ayudarnos entre nosotros, en lo posible,. La pandemia ha reducido nuestra área de movimiento y acción al vecindario más próximo, incluso al espacio común, de transición entre el privado y el público: la escalera, el portal, el patio y el que media entre balcones o ventanas, cuando nos miramos a la hora del aplauso de las 8 pm.

Independientemente de nuestros hábitos anteriores, no nos ha quedado más remedio que comprar en el comercio de proximidad, transitar (quien podía) por los espacios públicos mas próximos, y teletrabajar desde nuestra casa. Los grupos vecinales de apoyo mútuo han tenido que apañarse con los recursos locales (bancos de alimentos, comedores sociales, huertos comunitarios, vecindario voluntario, etc.), así como tirar de los “activos en salud” existentes en el barrio (costureras de mascarillas, cocineras, músicos, psicólogas voluntarias, etc.).

Por ello, más que nunca, no solo hemos apreciado el valor de internet y las redes sociales, sino el de un vecindario bien surtido de recursos y relaciones sociales, que favorecen la resiliencia comunitaria en situaciones de dificultad colectiva. A pesar de que se nos haya limitado, de forma importante, el uso del espacio público y de muchos recursos comunitarios, la Comunidad (con mayúscula) ha sido fundamental en esta primera fase de la pandemia[1].

Lógicamente, lo será más en esta segunda de “desescalada” progresiva, en la que seguiremos confinados al espacio próximo, pero en la que el espacio público tendrá mas protagonismo y deberemos aprovechar al máximo su uso eficiente. Si en la fase anterior, muchas familias descubrieron aspectos desconocidos de sus miembros, al aumentar las horas de convivencia, puede que nos ocurra ahora lo mismo con nuestro barrio o vecindario.

El cansancio por el prolongado confinamiento y el enorme daño social y económico aparejado, han llevado a una creciente presión a los gobernantes para adelantar el desconfinamiento, independientemente de la situación epidemiológica. Presión compartida tanto por las élites económicas que temen por la merma de sus plusvalías, como por la mayoría social más precarizada, que tiene dificultades para buscarse el sustento diario.

Voy a intentar resumir a continuación los criterios que considero deberían tenerse en cuenta para un "desconfinamiento cuidadoso", ordenadas por las cuestiones principales

Por qué se inicia el desconfinamiento

Si se decide iniciar el desconfinamiento en un territorio, se debe estar seguro de cuál es la causa de este relajamiento, y evitar retorcer criterios epidemiológicos para justificar decisiones políticas; siempre respetables, pero que consideran otros factores ajenos al riesgo de reinfección. Es decir, tenemos que tener claro si desconfinamos porque “se ha tirado la toalla” (el coste económico y social del confinamiento continuado no compensa el beneficio de la prevención de nuevas infecciones) o porque hay una situación epidemiológica de “alivio” (tanto porque están bajando el numero de casos y brotes, como porque esta aligerándose la presión asistencial).

Cuándo se debe iniciar

De acuerdo con los criterios establecidos por la UE y el ECDC, la desescalada se debe iniciar cuando se dan tres condiciones: hay pocos o ningún caso nuevo, tenemos una reserva de capacidad asistencial suficiente para atender un posible rebrote, y, tercero, tenemos la suficiente capacidad para detectar casos nuevos, trazar sus contactos y aislarlos.

Ritmo de la desescalada

Debemos ir acompasando las diferentes fases, de forma que: por una parte, relajemos el nivel de confinamiento “paso a paso”, con un intervalo mínimo de 3-4 semanas entre una medida y otra[2] para poder evaluar su efecto. Y por la otra, consideremos siempre la posibilidad de la marcha atrás en caso de rebrote. Es decir, el “paso a paso” de la “danza del desconfinamiento” puede llegar a tener el  ritmo de “un paso pa´lante y otro pa´tras”, o bien de “dos pasos pa´lante y uno pa´tras”.

Dónde confinarnos y desconfinarnos

Debemos elegir las zonas o unidades geográficas de confinamiento más adecuadas, para minimizar el riesgo de contagio y maximizar la eficiencia para cubrir las necesidades de la vida cotidiana. Limitar los movimientos a “la proximidad eficiente” (área de movimiento para comprar, pasear, cuidar, trabajar, producir, etc.), e ir ampliándola a medida que disminuya el riesgo de contagio y pueda permitirse el flujo de movimientos con las zonas limítrofes.

Usando otras palabras, debemos configurar unidades locales integradas de trabajo productivo y reproductivo (actividades de cuidado y sostén de la vida). Salvando las lógicas distancias históricas, serían como las que, según Silvia Federici[3], existían en el siglo XV, antes de la expropiación de la tierra por los "cercamientos" y la división sexual del trabajo. Cuando el derecho sobre la tierra del campesinado permitía tanto la integración de la producción y reproducción, como la cooperación entre iguales. No defiendo una vuelta al comunitarismo autista o a las condiciones de vida y explotación del medievo, sino solo señalar el valor de un modelo comunitario adaptado a nuestro tiempo, basado en el uso eficiente y equitativo de lo próximo, para enfrentarnos colectivamente a nuestras amenazas colectivas.

Al igual que entonces el acceso a los montes comunales y los bienes comunes, permitía tener una reserva común de leña, caza y frutos para la supervivencia, ahora el uso inteligente y compartido del espacio y los recursos públicos de la proximidad, nos fortalecerá para enfrentarnos a la crisis pandémica y de subsistencia, de la forma más equitativa y solidaria posible.

Por lo tanto, estas zonas no tienen que coincidir con las divisiones administrativas, sino deben ser identificadas a partir de los flujos de movimientos que se han producido en lo real durante el confinamiento. Esta estrategia supone que dentro de una ciudad o provincia puede haber, a la vez, espacios en diferentes fases de confinamiento, dependiendo de la diferencia de transmisión comunitaria del virus[4].

Cómo desconfinarnos

Se debe ir permitiendo, paso o paso, cada vez más actividades fuera del domicilio, pero limitadas a estas zonas (el movimiento interzonal debe reservarse a excepciones justificadas); guardando las medidas de protección (distancia de 2 metros, uso de mascarillas); por un tiempo limitado (y, si hace falta, organizado por  turnos) y limitando el numero de personas en los grupos, pero facilitando su acción comunitaria.

Quiénes podemos salir

Toda el vecindario que habita esos territorios debe beneficiarse del desconfinamiento, sin diferenciación por grupos de edad u otras características. Pero primando a los que tienen más necesidades por motivos de trabajo, salud o condiciones de habitabilidad. Por ejemplo, las familias con viviendas más pequeñas y peor ventilación/iluminación tienen mas necesidad de usar el espacio público, que aquellas que tienen casas grandes con jardines privados.

Si se decide que las personas mayores salgan a la calle en un turno horario, no debe eliminarse la posibilidad de contactos intergeneracionales, especialmente para la ayuda y acompañamiento. Debe tenerse en cuenta que el mayor riesgo de contagio en estos momentos es entre grupos familiares o de convivencia habitacional

Para hacer qué

Partiendo de las actividades básicas anteriormente permitidas (compra, trabajo, cuidado, etc.), se amplia a otras que favorecen la actividad física (paseo, bicicleta, deportes individuales, etc.), el contacto con la naturaleza (baños de sol y de bosques o parques) y una “sociabilidad cuidadosa” que facilite el apoyo emocional y mútuo.

En una segunda fase, con las medidas de distancia espacial, aforo limitado y protección adecuadas, se permitirá la educación presencial, el comercio o la hostelería/bares. Y en una tercera fase, los eventos deportivos y culturales, que nunca deben ser “de masas”

Se deben primar las actividades al aire libre, sobre las de espacios cerrados. Es decir, antes los mercadillos al aire libre, que los comercios; antes la movilidad a pie y en bicicleta, que en transporte publico; antes la actividad al aire libre, que en un gimnasio. Según esta lógica, seria preferible el consumo en las terrazas, que en el interior de bares o restaurantes. Sin embargo, hay que cuidar que ello no suponga el "desparrame" de la superficie permitida para las terrazas, a costa de la privatización del espacio público y la reducción del espacio disponible en las aceras para pasear y otros usos colectivos, como hemos comprobado en algunas ciudades, como Madrid, antes de la pandemia.

También se deberían primar las actividades en proximidad (compra, trabajo, sociabilidad y ocio en proximidad). Seria una oportunidad para poner en marcha el modelo de “la ciudad de los 15 minutos” propuesta por la alcaldía de Paris[5]. Esto supone, por ejemplo, pensárselo dos veces antes de coger el coche. No solo porque hay indicios de que la contaminación atmosférica nos debilita frente al coronavirus, sino para minimizar la ocupación del espacio por el coche y aumentar el espacio disponible para ensanchar las aceras y los carriles bicis.

Cuidar la desescalada

El desarrollo de este modelo se ve favorecido por cuatro elementos imprescindibles:

Primero, deben reforzarse los recursos profesionales en el territorio[6] de atención primaria y salud pública, así como su equipamiento. Esto incluye equipos de sanitarios (tanto clínicos, como epidemiólogos y de apoyo administrativo) suficientes, equipados con EPI y test diagnósticos, además de tecnología de base cartográfica para identificar y registrar casos, buscar contactos, articular recursos comunitarios y facilitar teleconsulta. Deben asimismo reforzarse otros dispositivos socio-comunitarios (servicios sociales, salud comunitaria, salud mental, adicciones, educadoras sociales, mediadores, etc.). Todos serán considerados “servicios esenciales”.

Segundo, la pandemia y el confinamiento desvelan la desigualdad escondida. Más que nunca, lo público tiene un valor fundamental para compensar las diferencias de bienes privados. Un abordaje eficaz del desconfinamiento supone compensar la desigualdad habitacional y de ingresos (el decir, de “techo y comida”) con recursos públicos como: el ingreso mínimo vital, comedores sociales, lazaretos comunitarios (para los que no tengan condiciones en sus viviendas para pasar la cuarentena), wifi públicos y/o abaratamiento de llamadas (para superar la brecha digital), etc..

Tercero, el plan de desescalada debe gestionarse de forma participativa, inclusiva y empática. Adaptado a las condiciones locales, incluyendo a todos los grupos sociales, compartiendo la información que se vaya generando y contando con los medios de comunicación local y los lideres comunitarios. Debemos tener antenas en el territorio para identificar situaciones de desigualdad y barreras de acceso a los recursos públicos. Por otra parte, la implementación del plan debe vigilar y evitar tanto las sobreactuaciones de las fuerzas de seguridad, como las dinámicas estigmatizadoras de personal enfermo, sanitario y de minorías sociales.

Por ultimo, las intervenciones en los espacios de confinamiento deben articularse bien con los territorios vecinos, de forma que se eviten dinámicas de silos o reinos de taifas, y que se compartan recursos.

Lo que se ha planteado hasta ahora es un modelo o prototipo que tendría que ser desarrollado y adaptado a cada situación. Su condición de factibilidad dependerá de cada situación concreta, y si se dan los elementos imprescindibles antes aludidos. Sea cual sea el modelo o plan adoptado, debemos conocer los criterios y enfoques con los que se ha diseñado, pues nos dará una idea de la ciudad y sociedad por la que apostamos, tanto en pandemia como en la postpandemia. Este modelo hace una reivindicación oportunista (¿u oportuna?) del valor de lo Comunitario, es decir, de la proximidad, lo común y la equidad en salud. En resumen, apuesta por un desconfinamiento cuidadoso en una sociedad cuidadora, que habita una Ciudad de los Cuidados.

[1] Ver el papel de las redes comunitarias en: Javier Segura del Pozo “ Más allá del #QuédateEnCasa y otras épicas“, cuartopoder, 15 de abril de 2020. https://www.cuartopoder.es/ideas/2020/04/15/mas-alla-del-quedateencasa-y-otras-epicas-javier-segura/
[2] Teniendo en cuenta que el periodo de incubación son 14 días (mediana 5,6 dias) y que hay un decalaje de al menos 1 semana en demandar asistencia y otros 5-6 dias en declarar casos por el personal clínico. Intervalos de 2 semanas entre medidas, se quedan cortos.
[3] Silvia Federici. “Caliban y la bruja. Mujeres, cuerpos y acumulación originaria”. Editorial Traficantes de Sueño. Madrid, 2018.
[4] En el momento de escribir este texto, el gobierno ha difundido su plan de desescalamiento que se basa en limitar el movimiento, desde el inicio, a unidades geográficas bastante más grandes: la provincia. Y en una segunda fase, permitir el movimiento interprovincial. En el caso de Francia, se permiten movimiento de un radio de 100 km. También se concentra el desconfinamiento de las fases iniciales en un periodo de 8 semanas (mayo y junio), dependiendo de los indicadores.
[5] “La promesa estrella de la alcaldesa de París: que nadie tarde más de 15 minutos en ir al trabajo o al colegio”. Alvaro Garcia Hernandez. ElDiario.es, 21 de enero 2020. https://www.eldiario.es/internacional/promesa-estrella-alcaldesa-Paris-servicios_0_987951481.html
[6] No debemos olvidarnos tampoco del refuerzo de los recursos de prevención y protección en el medio laboral, tanto de los delegados sindicales de prevención de riesgos laborales, como de los profesionales de inspección de trabajo y de vigilancia epidemiológica de salud laboral.

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