Partidos para después del populismo

  • "A grandes rasgos el discurso populista se resume en la desconfianza frente a las élites internas e internacionales, a las que se responsabiliza de la crisis y la corrupción"
  • "Hemos pasado del tiempo de los partidos populistas a instalarnos en el tiempo populista, con la democracia situada en un momento híbrido"
  • "La instalación de este clima populista ha tenido en España un efecto letal para la necesaria unidad de respuesta frente a la pandemia"

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“El populismo es la sombra que proyecta la democracia representativa” Jan-Werner Müller.

Se viene hablando, desde hace ya tiempo, sobre la larga crisis de los partidos tradicionales, quizá sea hora de hacerlo también sobre la de su alternativa más reciente, los movimientos populistas. Todo ello con el ánimo de contribuir a una necesaria y urgente reconstrucción.

Hoy vivimos ya en un tiempo tardopopulista, con cambios, y no solo en España, en que los nuevos partidos populistas se incorporan a la lógica parlamentaria e incluso a tareas de Gobierno, mientras los partidos tradicionales asumen como propias las estrategias y las formas populistas.

En su origen, el malestar social y el momento populista de la recesión de 2011 no eran nuevos, sino que venían desarrollándose como consecuencia del giro neoliberal, las desigualdades y la bipolarización y sobreactuación política consiguiente.

Desde entonces, el Estado y la acción política pasan a un segundo plano en favor de la globalización y del diktat de la economía financiera y la sociedad de consumo digital. Todo ello con las conocidas consecuencias de la precariedad laboral, la pobreza, las desigualdades, la parálisis del ascensor social, las migraciones..en definitiva, el miedo al futuro.

Fue la crisis financiera y las salidas austericidas, la causa inmediata del malestar social y de la crisis de credibilidad de la política y las instituciones democráticas, que provocaron la indignación y movilización ciudadana primero y más tarde la aparición de los partidos populistas y de los populismos como alternativa de Gobierno.

En España, la indignación y el surgimiento de los partidos populistas, primero Podemos y la respuesta de Ciudadanos, como también después el salto independentista en Cataluña y la respuesta reaccionaria de la extrema derecha de Vox, lo resumen.

De hecho representan, cada uno de ellos, los puntos de fractura de una sociedad también en transición de la sociedad biopolítica productiva, estable y de representación política de clases y democracia liberal, hacia una sociedad líquida, psicopolitica y de consumo digital en que el nuevo precariado se considera fuera de la lógica de clases y en consecuencia de la democracia liberal y la representación política del bipartidismo imperfecto.

Podemos representa, en ese sentido, la indignación desde abajo que impugna el sistema capitalista y su democracia parlamentaria. Ciudadanos sale por contra desde dentro del sistema para rechazar la política tradicional y el Modelo de Estado autonómico en favor de un modelo centralista y tecnocrático. Los independentistas cuestionan el Estado y circunstancialmente su forma monárquica, pero no el sistema económico. Y todos coinciden en una ruptura generacional ante la pérdida de expectativas de la juventud por la quiebra del ascensor social, la impermeabilidad de los viejos partidos y las instituciones que ya no les representan.

A grandes rasgos el discurso populista se resume en la desconfianza frente a las élites internas e internacionales, a las que se responsabiliza de la crisis y la corrupción, en la representación genérica del pueblo como los perdedores de la globalización frente a la casta, con la democracia directa como alternativa a la impotencia y el lenguaje políticamente correcto del parlamentarismo, aspectos a los que se suman las obsesiones por el orden público, por la pérdida de la identidad nacional y la desconfianza y el rechazo de la inmigración y el multiculturalismo. Existe, una continuidad y relación mutua entre el neoliberalismo y el populismo que ya Weyland identificó : y es que "ambos ven como una oportunidad más que un problema, la crisis económica y la recesión al objeto de desacreditar el modelo estatal intervencionista. Comparten que el poder se debe concentrar en las partes más altas de la pirámide del Estado, con el objetivo de reforzar su liderazgo para aplicar las reformas dolorosas. Y que tanto los populistas como los neoliberales tienen una relación antagónica con los partidos y las instituciones intermediarias". Es decir, ambos se sitúan frente al Estado social, la democracia pluralista y la forma partido.

Sin embargo, al cabo de unos años en España Ciudadanos y Podemos, se han integrado en las instituciones y en la dialéctica tradicional derecha-izquierda, y después de sus recientes congresos telemáticos, resueltos a la búlgara, extienden su mayoría a los territorios, haciendo tabla rasa de la pluralidad. Mientras tanto, el populismo de extrema derecha ha recurrido a las gestoras para controlar los territorios díscolos, va camino de suprimir las primarias como un mal sueño.

Es decir, hemos pasado del tiempo de los partidos populistas a instalarnos en el tiempo populista, con la democracia situada en un momento híbrido, atrapada entre el neoliberalismo y el populismo, lo cual explica en buena parte los problemas de gobernanza y desafección.

Algo similar, pero viniendo del polo contrario, ha ocurrido con los partidos tradicionales, que o bien han asumido relato y proyecto populista como propios, como es el caso de IU, o bien como las fuerzas mayoritarias de los partidos del antiguo bipartidismo, incorporan a su práctica política, discursiva y organizativa aspectos esenciales de la comunicación y la estrategia política populista. En Europa las fuerzas populistas vienen de haber multiplicado sustancialmente sus apoyos y presencia en Gobiernos en apenas una década.

Sin embargo, resulta significativo que en Italia se haya aprobado, casi como eco de tiempos pasados, la iniciativa populista de reducción en el número de parlamentarios, promovida por cinco estrellas, y aceptada a regañadientes por la mayoría de gobierno. Y mientras tanto, en Francia, La República en Marcha, el partido del entorno presidencial, de nuevo ha vuelto a aparecer con los pies de barro por su falta de presencia territorial en municipios y Senado. Es decir, se debilita el populismo de centro izquierda, mientras se mantiene la influencia populista de la extrema derecha en el debate de las migraciones y de la identidad nacional.

La instalación de este clima populista ha tenido en España un efecto letal para la necesaria unidad de respuesta frente a la pandemia. Ha primado el hiperliderazgo y la retórica frente a los contenidos, un discurso monopolizado por lo emocional y finalmente la polarización y la agitación frente al necesario acuerdo. Pero, sobre todo, la extrema derecha populista ha arrastrado a la derecha a su estrategia política de deslegitimación y confrontación sobre la gestión de la pandemia.

En resumen, el tiempo tardopopulista actual se caracteriza por la vuelta de los partidos populistas de izquierda y centro derecha a la lógica de clases y la dialéctica derecha izquierda, pero sin abandonar el relato ni la estrategia populista. Sin embargo, es la extrema derecha la que se ha quedado casi en solitario con el marchamo más propiamente populista y antisistema.

Aunque, por fortuna, los populismos de extrema derecha que se sumaron a la inmunidad de rebaño y a la anticiencia no han logrado capitalizar la ansiedad ciudadana, ya que como dice Krastev solo capitalizan el miedo a los problemas que ellos señalan y amplifican.

En definitiva, la sustitución de la democracia representativa y sus instituciones intermedias, como son los partidos políticos, por una suerte de democracia directa digital y de las redes sociales, es hoy por hoy una ficción. El breve tiempo transcurrido ha mostrado su inviabilidad pero, al tiempo, su capacidad para degradar la democracia representativa y por tanto la necesidad urgente de retomar y refundar la forma partido.

El partido tradicional, que ha pasado en el último siglo de partido de masas a partido gestor o atrapalotodo, vinculado al desarrollo del capitalismo y al estado del bienestar y la sociedad sólida del empleo estable y del proyecto de vida, ha entrado hace tiempo en crisis a partir del giro copernicano de la globalización neoliberal.

En el clima populista actual, los distintos modelos de partido convergen entre sí , acentuando el personalismo en el ámbito público, reforzado el control personal de aparatos, ejecutivas y grupos parlamentarios, utilizando para ello las primarias y las consultas telemáticas, diluyendo así los tradicionales órganos de dirección y los espacios intermedios, ámbitos donde en los partidos clásicos se expresaban los conflictos y el pluralismo interno. En definitiva, la democracia ha retrocedido también en los partidos.

La nueva sociedad líquida del individualismo, la psicopolítica de la seducción, la autoexposición, la sociofobia de la sociedad digital de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial, fortalecidas con la pandemia, pueden debilitar aún más la participación política y la militancia partidista.

Aunque también pudiera ocurrir que este largo periodo de confinamiento y distancia física supusiera un revulsivo, tanto para la nostalgia de la sociabilidad y la solidaridad, como para las demandas de un nuevo contrato social, de la relocalización de actividades y servicios, así como de una nueva gobernanza global.

Por eso, cada vez es más necesaria la refundación de los partidos políticos como organizaciones que comparten un marco común de ideas, una estructura tanto territorial como sectorial, así como en redes sociales, con capacidad de actuar unidos y de integrar la diversidad y sobre todo de gobernarse democráticamente, y de permanecer después de haber perdido las elecciones, en resumen partidos estables, no solo equipos electorales.

Partidos estables precisamente por ser democráticos, abiertos, dinámicos y responsables. Es decir capaces de representar a un sector de ciudadanos, de darles cuentas, de dejarse influir e influirlos y de convocarlos a la participación y la movilización. Partidos capaces de responder en tiempo de pandemia a las inquietudes mayoritarias de protección y reconstrucción.

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2 Comments
  1. Florentino says

    … Denominar «populismo» al Gobierno actual por un ex representante de «Izquierda abierta» dentro de IU… suena a un reaccionarismo mal digerido. Este caballero se dedica a dar gratis (eso sí), consejos para después del «populismo» y cuándo no, nos amenaza con «Actuar». Todo de una nobleza sin parangón, nos conmina a beber de sus aguas, que antes fueron pasadas por el «cedazo» de «al rojo vivo». ¡ Consejos vendo, que para mí no tengo !.
    Aquellos 30.000 votos en otro partido «populista», hubiesen servido para algo más que hacer una «división de otra división».Buen «pufo» dejó en I U, que gracias a los populistas, se están mitigando… a pesar de usted !.
    Esos consejos «viniendo» de un fracasado, no se tienen en cuenta, por coherencia y dignidad; una militancia de brega, lucha y tesón, están a punto de gestionar los miles de millones de euros, precisamente por estar en un Gobierno «trasversal», aportando dentro de la representatividad de las urnas «justicieras»… dando valor, de las peticiones recibidas por parte de los másdébiles y populistas ciudadanos, (que estamos unos cuántos).Vincular Pandemia con gestión del Gobierno… solo se le puede ocurrir a un «envidioso resentido». Su época pasó y debe ser mucho más elegante en el «adiós», no querer estar permanentemente en el candelero, adoctrinando que es gerundio, y cuando vengan mal dadas: ¡ formamos otro «actúa» para ayudar al progreso !. ¿ De cuánto es el «violín de Actua ?… ¡ Venga, que formo otro que no sea «populista» !.
    Abrahan Lincoln: «La demagogia, es la capacidad de vestir las ideas menores, con las palabras mayores».

    1. Miguel says

      ¿ Qué es lo que se puede añadir al currículum de esta otra sabandija del tal Gaspar LLamazares amigo Florentino ? ; pues solamente le falta ponerse a » vender colchones en la Galería del Estafador ( mal llamada Galería del Coleccionista) » ; como el tal Joaquín Prats del programa televisivo » Cuatro al día » emitido en horario de tarde , y según parece desea un puesto de ministro con los del PartidoPodrido ( PP) .
      Quizás hasta también busque un puestecillo en el PartidoPodrido ( PP) el farandulas del LLamazares después su nuevo fracaso político ; esta vez de la mano del otro gran fiasco llamado exjuez Garzón. .
      PD.
      Y no podemos negar las posibles aspiraciones del » fiasco LLamazares» ; por el caso del individuo que negaba que ese cura no era su padre .
      Salud estimado amigo.

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