De la mala política a la antipolítica

  • "No es nuevo en la política y el país, el que no se pueda discrepar si no es a gritos y con descalificaciones personales. Y no solo aquí"
  • "Hoy la representación de la indignación y la ira es la antipolítica del populismo de la extrema derecha"
  • "Deberíamos hacer memoria y tener unos y otros más cuidado y estar más atentos frente al populismo, pero también frente a la antipolítica"

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"A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde.
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. F. G. Lorca.

A las nueve de la mañana, eran las nueve en punto de la mañana. Las preguntas parlamentarias a las nueve de la mañana del miércoles. Lo demás es bronca y gritos que no dejan oír la voz, a las nueve de la mañana.

La mala política de la derecha a escena. Los unos acusan de matón y los otros que Gobierno golpista. Todos que ilegítimo e inconstitucional. Ahora apuntan incluso que iliberal y proscrito para la Unión Europea. Una nueva escalada de bronca e insultos y una banalización de las palabras.

Nueva entrega también de la equidistancia y la antipolítica, como consecuencia del escándalo y el repudio al barullo y a la bronca parlamentaria, como si la política y todos los políticos fuesen iguales o como si el PP y Vox necesitasen alguna razón para continuar con la deslegitimación del Gobierno y la desestabilización política.

En el trasfondo: la deslegitimación y desestabilización permanentes ya desde la moción de censura, pero con más ahínco desde el inicio de esta legislatura. La criminalización de la alianza con el comunismo de Unidas Podemos y de los apoyos tildados de separatistas y terroristas de la extrema derecha, seguida a pies juntillas por el partido popular. Ahora con el acicate de las consecuencias humanas y económicas de la pandemia. Nada que recordar del compromiso con la democracia de unos ni de la derrota de ETA y el rechazo de la violencia de los otros.

Ahora, con la apropiación de los símbolos y la defensa del monarca por bandera, y en los últimos días con un tema nuevo para la bronca, el rechazo y la ira: la proposición de reforma que reduce la mayoría en la elección de los vocales juristas del CGPJ y asimismo la reducción de sus funciones en los periodos de interinidad. Con palabras rotundas y altisonantes como el atentado a la independencia judicial y a la separación de poderes.

Lo dicen los mismos que se siguen aprovechando, hasta hoy mismo, de su capacidad de bloqueo para copar los nombramientos y hacerse con el práctico monopolio conservador al frente de las salas del Supremo y de los tribunales superiores de justicia. Los mismo que lo reformaron tres veces y con los mismos procedimientos legales que ahora denostan. Una estrategia, ésta sí cínica e iliberal.

Estos mismos que, no contentos con ello, han obstruido la acción de la justicia en todo lo que les podría molestar o afectar directamente, en particular en los casos de corrupción, hasta el punto de utilizar a los funcionarios públicos del ministerio del interior para ocultar pruebas o crearlas y con ello supuestos delitos, todo en interés personal y de partido.

Sin embargo, aunque hay razones para la preocupación e incluso la alarma por el deterioro de la política, no es verdad que antes no haya habido estos mismos miércoles de palabras gruesas, descalificaciones e incluso insultos. De preguntas parlamentarias que no son tales, sino aseveraciones e incluso proclamas que no esperan respuesta. De réplicas por parte del Gobierno que son desplantes o evasivas, cuando no simples descalificaciones. No es nuevo en la política y el país, el que no se pueda discrepar si no es a gritos y con descalificaciones personales. Y no solo aquí.

Tampoco sorprende ni la teatralización de la política ni el alineamiento y la polarización partidista de los medios de comunicación, quizá mayor entre nosotros, pero que también se da fuera de España y de Europa.

Lo que sí es más reciente es que con el neoliberalismo, las políticas de austeridad y la corrupción se hayan acentuado la desigualdad obscena y la polarización social, y con ella el malestar social, la indignación, la desafección y la confrontación política hasta el hartazgo. .

Como consecuencia, lo que sí ha aumentado es la cantidad hasta el punto de acabar con la calidad. La cantidad de descalificaciones, de abucheos e insultos hasta hacer inaudibles las respuestas e insoportables los miércoles de control parlamentario, convertidas en sucesivas batallas pírricas, con un mayor encarnizamiento, semana tras semana.

Aunque es necesario resaltar también el trabajo callado de diputadas y diputados en ponencia, comisión y pleno a lo largo del resto de la semana. Una labor que raramente llama la atención, pero que es tanto o más importante que los miércoles de confrontación y escándalo, aunque tengan menos atención mediática.

Neoliberalismo, populismo y antipolítica: una extraña alianza.

Y en esto llegó el populismo, la más acabada política de este tiempo consumo, redes sociales y sociofobia, hasta el punto de impregnar primero la actuación de todos los nuevos también de los viejos partidos y ahora los programas de muchos Gobiernos e incluso de la geoestrategia.

El populismo del pueblo frente a la casta política, el del no nos representan, al que, como al neoliberalismo, le sobran las instituciones intermedias como los sindicatos, los partidos y el parlamentarismo, así como las CCAA y la intervención del pacto social y el estado de bienestar en el mercado. Aprovechando la crisis para poner en cuestión lo público y la intervención del Estado.

Un populismo del consumo electoral. Del personalismo y del pueblo narciso. De la relación directa con el líder carismático. De sus promesas gratuitas e imposibles. De la sobreactuación y la agitación para suplir el vacío de propuestas y el debate de ideas. De la manipulación del miedo y el odio al otro. Del pueblo engañado, que asume la mentira a sabiendas.

Es este populismo el que ha cambiado la representación política y con ella los ejércitos, las armas y las leyes de la política, convertida en la guerra por otros medios: otra guerra, pero ésta sin cuartel y prácticamente sin leyes de la guerra.

Es también la antipolítica, no menos populista, de la competencia feroz de los medios y las redes sociales, que hoy amplifica el alineamiento y cuando recurre a la equidistancia, lo que ha hecho de la política actual una verdadera Infodemia.

Por eso, cuando la bronca arrecia, los hay que la alientan para luego escandalizarse hipócritamente de sus consecuencias. Otros, sin embargo prefieren situarse al margen dando lecciones de urbanidad a diestra y siniestra, cuando no proponiendo Gobiernos técnicos que acaben con la mala política, con el riesgo añadido de acabar con la democracia.

Sin embargo, son pocos por desgracia los que, independientemente de sus afinidades políticas, cumplen con el servicio público de deslindar los que la provocan de los que soportan los insultos y la bronca, y aún menos los que evitan sumarse al recurso fácil de la impugnación general de la política y el deterioro de las instituciones democráticas. Ni tenemos la peor clase política ni las peores instituciones ni en el contexto del procés éramos la democracia más perfecta de Europa.

Porque, en esta ocasión, el beneficiario de la antipolitica no será una hipotética renovación de la política y de la representación democrática, como pudo ocurrir tras la crisis financiera. Hoy la representación de la indignación y la ira es la antipolítica del populismo de la extrema derecha.

Tampoco es la primera vez que esto ocurre en el contexto de una crisis y de una pandemia o de una guerra. Deberíamos hacer memoria y tener unos y otros más cuidado y estar más atentos frente al populismo, pero también frente a la antipolítica. Nos jugamos la democracia.

"Una espuerta de cal ya prevenida a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte a las cinco de la tarde".
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1 Comment
  1. Florentino says

    … Un poco más de las cinco, le doy vueltas a una «crónica tibia, «farragosa», sin concreción. Bueno, al final se acuerda de «todos», pidiendo «árnica» en un acto de «fe» vía «urbi et orbi». Gaspar flota bastante bien, imita muy acertadamente al «cocodrilo»… ¡ por nadar también entre «dos aguas !.
    Los consejos «gratuitos», se agradecen, pero estando en plenas condiciones y activo en política, se podrían desarrollar con plena convicción, entre camaradas, compañeros de partido y transversales de izquierdas. Hombre, los «honores» serian suyos !. Esperemos que lean su «crónica», pudiendo descifrar el jeroglífico y los «destinatarios» hacerle caso… ¡ que más sabe el diablo, por viejo que por diablo!.

    Anónimo:»Cierra algunas puertas. No por orgullo ni por soberbia, sino porque ya no te llevan a ninguna parte».

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