Si me permite el consejo, Majestad

  • "Sería usted muy inteligente haciendo más caso a los republicanos españoles que a los pelotas que retuercen las instituciones, la ley y, sobre todo, la razón"
  • "Si tiene algún mensaje que dar a los partidos políticos le aconsejo uno: que regulen de una vez la Corona como sucede con todos los demás órganos constitucionales"
  • "Debería anunciar una obviedad: que ni el Jefe del Estado ni ninguno de los miembros de la Casa Real tiene ni puede tener más actividad económica que la que se recompensa con su (importante) sueldo"

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Señor (creo que es éste el tratamiento protocolario que corresponde a Su Majestad), en el día de su discurso de Nochebuena, me he permitido escribirle estas líneas en las que humildemente le aconsejaré que incluya en su discurso de hoy algunas reflexiones y compromisos que le harán mucho bien a la institución que usted encarna. Es una institución cuya existencia creo que hace daño a España, pero lo creo precisamente porque estoy bastante convencido de que no dirá lo que le pido que, créame, podría decir la mayoría de los monarcas parlamentarios de Europa en el siglo XXI.

Creo, sinceramente, que sería usted muy inteligente haciendo más caso a los republicanos españoles que a los pelotas que retuercen las instituciones, la ley y, sobre todo, la razón, creyendo que así protegen la Monarquía cuando, Señor, lo que hacen es hundirla más.

En estos meses, por ejemplo, los partidos cortesanos se han saltado la legalidad y la doctrina del Tribunal Constitucional no sólo para impedir la investigación de los negocios de su padre, el rey Juan Carlos.

También han impedido que se debata una Ley para clarificar y delimitar el sentido constitucional de la inviolabilidad de su puesto, para que su persona esté al margen de los tribunales sólo por aquellos actos que no dependen de su voluntad sino que le son impuestos (y por eso refrendan otros cargos públicos que sí son responsables). Es una interpretación perfectamente coherente con la Constitución y en tal proposición se le mantenía a Usted aforado ante el Tribunal Supremo, fíjese qué detalle. Pero los partidos que dicen apoyarle a Usted se negaron siquiera a tramitarla, transmitiendo la terrible sensación de que Usted, como su padre, podría tener problemas si sus actos privados estuvieran sometidos a la Ley como los de cualquier ciudadano.

Otra Ley que ni siquiera se ha podido debatir (como la anterior: a propuesta de Más País y Compromís) fue la que proponía que Usted, en tanto que cargo público, tuviera la misma transparencia que se exige en España a todos los ministros, diputados nacionales y autonómicos, senadores, concejales… Verá, cada uno de nosotros tiene que publicar su patrimonio y sus actividades económicas, así como su agenda: no la privada sino, por ejemplo, las reuniones que tengamos con colectivos, empresas, agentes sociales, civiles o políticos… Pero, Majestad, quienes dicen que lo apoyan también vetaron que usted tenga la misma transparencia que cualquier cargo público, deslizando así la sospecha de que a le perjudicaría enormemente que conociéramos su patrimonio y actividades, como si Usted tuviera un patrimonio tan oscuro como el que se labró su padre en el cargo que ahora tiene Usted; como si Usted tuviera más actividad económica que el desempeño de la Jefatura del Estado.

No le hacen ningún favor los partidos cortesanos dando la impresión de que a Usted le haría tanto daño instalarse en la legalidad y la transparencia como cualquier otro cargo público español. Sus supuestos apoyos parecen convencidos de que Usted está inmerso en la misma mugre por la que se gobernó su padre… con el apoyo de esos mismos cortesanos.

Por eso creo que Usted no debería desaprovechar la ocasión que le da su discurso de hoy para romper con esa sospecha en la que le encierra su corte. Porque aunque consigan que la Ley no le imponga ciertas incompatibilidades económicas ni le obliguen a acabar con la extrema opacidad en la que sigue la Casa Real, no han logrado que Usted tenga prohibida la trasparencia y esas incompatibilidades.

Le aconsejo lealmente que no sólo aproveche el discurso de hoy para la retórica hueca heredera de aquel “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Sinceramente, hay muy poca gente que piense que porque le quiten a su padre un título honorífico o lo hayan mandado a un hotel de lujo de una dictadura corrupta tenemos garantizado el final de décadas de corrupción en Zarzuela. A mí, la verdad, me da igual el título que ostente el rey Juan Carlos (para mi generación él siempre será el rey); y su estancia al calor de las dictaduras árabes me resulta más obscena que ejemplar.

Sería mucho más relevante que le exigiera Usted a su padre que trajera a España todo su patrimonio: cuentas, sociedades, fundaciones de las que Usted mismo dio noticia. Que explique detalladamente el origen de su fortuna. Y que entregue a la hacienda pública (esto es: a España, a los españoles que tanto lo necesitan) hasta el último céntimo de origen ilegal que haya en su patrimonio (esté a su nombre o al de testaferros, sean éstos primos, amantes, ex amantes, militares…).

Por su parte, Usted podría hacer hoy una serie de anuncios. Debería anunciar una obviedad: que ni el Jefe del Estado ni ninguno de los miembros de la Casa Real tiene ni puede tener más actividad económica que la que se recompensa con su (importante) sueldo; que el Jefe del Estado y todos los miembros de la Casa Real y sus altos cargos se someten a las mismas exigencias de transparencia que el resto de cargos públicos de España. Que, por tanto, hará público inmediatamente su patrimonio, despejando toda sospecha sobre que la tenencia de cuentas, fundaciones y sociedades ocultas también se hereda, aclarando por fin que usted tiene todos sus bienes y capitales en España, a la vista de Hacienda, tributando para todos los españoles, como todos los Españoles. Nada le impide hacerlo ya mismo.

Si tiene algún mensaje que dar a los partidos políticos le aconsejo uno: que regulen de una vez la Corona como sucede con todos los demás órganos constitucionales. Que siga sin existir una Ley Orgánica de la Corona es una prueba más de que la institución que han encarnado su padre y Usted sigue siendo una anómala institución en España. Pida Usted que los actos privados, de los que Usted es moralmente responsable, estén sometidos a la legalidad y a los tribunales. Sería, por cierto, la única forma de poder reclamar la presunción de inocencia si alguna vez alguien le acusa falsamente de algún delito como ha sucedido con su padre.

En fin, por lo que leo en los medios cortesanos, está Usted sometido a presiones: la derecha cortesana le dice que saque pecho, que todo va bien, que viva España y viva el rey (es normal, Majestad, que la derecha española le intente convencer de que la corrupción no mancha a la institución… ni al partido); probablemente la izquierda cortesana le esté animando a usar fórmulas retóricas aparentemente duras pero que no comprometen a nada.

Señor, yo soy republicano. Creo que España necesita un nuevo andamiaje institucional para modernizarse. Que la monarquía que inició su padre y han encarnado él y Usted mismo siempre han estado al lado de los empresarios del petróleo, del ladrillo; de los obispos que frenaban nuestras libertades; de una visión de España de cerrado y sacristía. Que pudo tener utilidad hace 45 años, pero hoy es otro de los problemas que impiden a España ser una nación próspera, moderna, ejemplar y europea.

Entonces, ¿por qué le ofrezco humildemente unos consejos que creo que beneficiarían tanto a la Monarquía? Por una razón, Señor, que está en su mano desmentir esta noche: porque estoy convencido de que cualquier monarca parlamentario de Europa no tendría ningún problema en hacer estos anuncios (muchos llevan años con esas prácticas) pero Usted, por poderosas razones, no seguirá mi consejo.

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1 Comment
  1. Miguel says

    Presentarse a la elección del pueblo soberano sería la gran prueba de fuego para este otro » demócrata (de boquilla…..)» con dorsal número 6 ; peroooooooooooo.
    Salud y cada día más próxima 3ª República de Repúblicas de pueblos de España.
    Hemos perdido la cuenta ya las veces que hemos largado de España a este nocivo apellido borbón ; y si a las anteriores sumamos una más ; nos salen las veces que se nos han vuelto a colar.

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