Las dudas de Hamlet, Letizia Ortiz y la transformación de la monarquía española *

7

Miguel Roig **

En su edición del mes de mayo de 2010, la revista Vanity Fair publica un extenso reportaje sobre los príncipes de Asturias. A pesar de ser un trabajo autorizado por La Zarzuela, se aventuran afirmaciones sobre la princesa de Asturias desde la perspectiva del marketing. Así, entendiendo a la princesa como una marca, afirman que “Letizia vende. Ocho veces más que el príncipe. Veinte veces más de lo que venden los reyes”.

Una de las derivadas de la actual globalización es el desplazamiento de la mayoría de actores sociales e institucionales a la condición de marca. Como tal se los valora y aprecia por su plasticidad no ya en el rol original, sino por el rendimiento, el beneficio que aportan. De la misma manera que los ciudadanos pasan a ser consumidores y se aprecia el espacio que ocupan por la capacidad de consumo y el consiguiente flujo financieros que producen, esos espacios antes entendidos como Estados hoy se aprecian como marca. Frente a los mercados, España es una marca que según como se venda cotizará al alza o, por el contrario, se encenderán todas las luces rojas y harán recortes infinitos, como está ocurriendo en este tiempo, hasta otorgar salud a la marca.

La pérdida de condición de Estado soberano se consolida cuando los ciudadanos pierden no ya sus privilegios sino sus derechos básicos. Es habitual escuchar a políticos o intelectuales hablar de la marca Madrid, a propósito de su condición de eterna candidata para los juegos olímpicos, o de cualquier club de fútbol como tal, después del desplazamiento de su rol como institución social a empresa generadora de contenidos deportivos. A esa condición no escapa la Casa Real, y la revista Vanity Fair, un medio atento al pulso social, los describe con meridiana claridad: “Pese a que no lo pretenden, Letizia es el último flotador de la monarquía española. ‘La verdad es que gracias a ella todos los actos aparecen en la prensa, aunque sea de forma secundaria: hablan de sus zapatos o de su bolso, pero se reseñan. La princesa se ha convertido en el último objeto de deseo, no cabe duda de que aporta algo que hace que todo el mundo se interese por el príncipe, por la Casa Real’, reconocen en Zarzuela”. Queda claro que, en tanto que vector de comunicación de la monarquía, funciona como un altavoz eficiente e incluso abarca áreas inesperadas.

[…]

Letizia Ortiz, según se nos informa, es un muy buen vector de comunicación para la Casa Real, ¿pero cuál sería su valor tangible? La revista Vanity Fair, con conocimiento de causa, afirma que la princesa sabe que su trabajo consiste en hacer de correa de transmisión entre los ciudadanos y los altos cargos públicos, que recibe a los primeros, oye sus ruegos y necesidades y trata de encontrarles soluciones en la superestructura del poder. Es decir, una especie de lobbista del pueblo o, mejor, una Evita posmoderna a modo de aquella que desde su fundación atendía a cientos de necesitados a diario e iba satisfaciendo sus pedidos, llevando este accionar al extremo de llegar a la España de la posguerra acompañada de toneladas de trigo. Pero esto nos lleva a un lugar desde el que no se quiere construir la imagen de Letizia Ortiz: la princesa del pueblo, título con ecos tanto británicos como del madrileño barrio de San Blas.

El rol de Letizia Ortiz es, ante todo, el de periodista. Narra la realidad, no la genera. La puede construir con su relato, es verdad, y de eso también se trata, pero debe hacer esa tarea desde lo hechos producidos por la usina de la Casa Real y alimentando de sentido a la Corona ante el campo social. Letizia Ortiz no debería ser la correa de transmisión entre los ciudadanos y los altos cargos, tendría que serlo entre la Corona y los ciudadanos. Para lo primero se supone que hay herramientas previstas dentro del sistema de democracia representativa, no es una tarea para la Casa Real. Si esta no funciona correctamente, ese es el nicho que debería ocupar la Corona para cargarse de nuevos significados. El 15-M es una plataforma pródiga en reclamaciones. ¿Puede la monarquía hacerse eco de algunas? ¿Puede, por ejemplo, alentar el debate sobre la reforma de la ley electoral? Esta es una salida para la Casa Real, que a la vez representa una especie de paradoja, como la de Trampa 22. En la novela de Joseph Heller, un grupo de pilotos en una base aérea norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial intenta eludir los vuelos de combate. Para ello deben someterse a una prueba médica y aducir locura. Pero en el momento en el que lo hacen son automáticamente  considerados cuerdos, ya que los locos no se quejan, y están obligados a volar, cerrándose la trampa sobre ellos. Trazando ese paralelo, si la monarquía aceptara como válidos, por ejemplo, los presupuestos del movimiento 15-M, estaría reconociendo los fallos de la actual monarquía constitucional, con lo cual se cuestionaría a sí misma, pero si no lo hace, el planteamiento podría venir desde el campo social. He aquí el dilema. ¿Cómo significarse? ¿Cómo darle un titular a Letizia Ortiz para que esta lo propague y le suministre peso específico no al llamado juancarlismo –que no lo necesita– sino a lo que vendrá? Pero quizá sea en esa búsqueda donde la princesa de Asturias encuentre su realización.

(*) Fragmento del nuevo libro de Miguel Roig Las dudas de Hamlet, Letizia Ortiz y la transformación de la monarquía española (Península, 2011).
(**) Miguel Roig (Rosario, Argentina). Escritor, periodista y creativo publicitario. Su anterior obra publicada fue Belén Esteban y la fábrica de porcelana (Península, 2010).
7 Comments
  1. negras tormentas says

    Donde deberian encontrar su realización la «princesa de asturias» y el resto de familia política, es en el exilio, cuanto más lejos de España, mejor.
    Esto es una tomadura de pelo.
    Salud, Republica más escuelas.

  2. dedonde says

    bla, bla, bla….Letizia no sirve, esa es la verdad!

  3. Inteligibilidad says

    A las nuevas generaciones de españoles ya no les vale ni lo del «juancarlismo». La corona perdió su momento de oro para ganarse a los nuevos españoles postransición: Juan Carlos tendría que haberse negado a sancionar una reforma constitucional que no había sido aprobada por el pueblo… no supo reaccionar, no supo escuchar al pueblo… Felipe heredará una corona que la gente no respeta y ya será tarde para que Letizia y sus bolsos puedan hacer algo…

  4. María José says

    ¿vende? Primero no quiero q me represente nadie q vende; segundo ya sabemos lo que vende modelitos, cirujías estéticas, abrazos (vacíos); por último, ni juancarlismo ni nada que le siga me interesa.
    El español de a pie debería reflexionar más profundamente y pensar que todos somos iguales (mientras suframos las mismas miserias desde ir al servicio como sufrir dolores), no hay dioses, y por lo tanto tenemos todos el derecho a elegir que familia debe representarnos y por cuanto tiempo
    Saludos

  5. ciudadano says

    VIVA LA RAPUBLICA todo lo demas no sirve

  6. ciudadano says

    VIVA LA REPUBLICA todo lo demas no sirve

  7. stalin says

    UN REY NO ES REY POR CONDICIÓN DIVINA SINO PORQUE SUS ANTEPASADOS SE LO MONTARON DIVINAMENTE

Leave A Reply