Las siete cajas de Dory Sontheimer

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Agustín_García_SimónLa política franquista ante los judíos perseguidos por el nazismo, que se refugiaron o trataron inútilmente de refugiarse en España, sigue siendo controvertida, al menos hasta finalizada la II Guerra Mundial, momento en que el régimen se apunta al oportunismo y muestra buena voluntad ante las presiones de los aliados, incluido el Vaticano. Todavía parece que imperan dos visiones contradictorias, entre la apología del buen trato a los judíos sefardíes, algo que sigue sonando bastante a instrumento de propaganda de aquel régimen y el propio Franco, y la visión más crítica y documentada que descarta cualquier empeño favorable hacia los refugiados judíos (desde luego hacia los asquenazíes) que no estuviera en consonancia con la política de la Alemania de Hitler. Bernd Rother, autor de Franco y el holocausto (Marcial Pons, 2005) confirma este último punto de vista: “Por regla general, la prestación de ayuda española a los judíos perseguidos se ha evaluado de una manera más crítica cuanto más se ha ceñido el autor a las fuentes y cuanto más rigurosa y científica ha sido la investigación”. Ángel Viñas, prologuista de ese libro fundamental, es más explícito: en su opinión el verdadero deseo de las más altas jerarquías y del propio Franco fue el “de impedir por todos los medios el asentamiento de judíos en España (…) Lo que no hizo fue traducirse en textos legales discriminatorios, como ocurrió con los regímenes colaboradores con el expansionismo nazi (…) Sólo en casos muy contados aparecen motivos humanitarios en la actuación de las autoridades españolas. Consideraciones económicas y de imagen prevalecieron siempre”.

Este preámbulo parece necesario para una mejor comprensión de la importancia del más reciente testimonio de la tragedia de los judíos españoles, y de todos aquellos que sin serlo pensaron en España como puerto de salvación del exterminio nazi. Dory Sontheimer (1946), barcelonesa educada en el nacionalcatolicismo de la España de Franco, hija de judíos alemanes, convertidos al catolicismo inmediatamente después de acabada la Guerra Civil, por elemental y mera supervivencia, ha hecho un doloroso, dignísimo y emocionante viaje hasta las fuentes de la tragedia de las dos ramas de su familia judía: la alemana y la checa. Para ello ha remontado las aguas bravas desatadas por una lacerante, pero preciosa documentación familiar que preservaba un olvido premeditadamente consciente de sus padres; un olvido cauteloso, sellado a propósito  hasta la muerte de sus progenitores, con una doble finalidad: proteger a su hija, haciendo posible una vida sin traumas ni lastres desestabilizadores y, a la vez, guardar de manera segura una memoria imprescindible que en su día reapareciera intacta, como la mejor medicina y antídoto contra la barbarie. No por repetido es menos necesario recordar la abreviada conclusión que Primo Levi escribe en el tercero de los libros de su trilogía sobre los campos de la muerte (Los hundidos y los salvados, 1989): “Ha sucedido y, por consiguiente, puede volver a suceder: esto es la esencia de lo que tenemos que decir”.

Tras la muerte de su madre, Rosl Heilbruner, en 2002, Dory encontró en un altillo siete cajas perfectamente ordenadas con una documentación referente a los años 1929-1948, digna del mejor archivo: cartas, pasaportes, visados, fotografías, etc., que le han permitido reconstruir el drama y la tragedia de los miembros de su familia, “hundidos y salvados” tras la ascensión, el poder y la guerra desatados por el nazismo en Europa y en el mundo. Lo ha recogido y escrito en un libro con la sencillez que acompaña a la autenticidad, con el estupor y la melancolía irremediables de la verdad descubierta a posteriori: Las siete cajas (Barcelona, Circe, 2014); una peripecia desarrollada con el dolor del recuerdo y la reconstrucción impactante de lo sucedido, cuando ya el tiempo pasado no permite más que el esclarecimiento punzante de la verdad y la vindicación de la razón frente a la bestia humana. Y la memoria, proclamada a todos los vientos con dignidad y orgullo cuando se ha estado tan cerca de la humillación de las víctimas, de los vencidos, de la infamia a que conduce el sectarismo y el odio.

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Cubierta del libro de Dory Sontheimer.

Intercalando las cartas y documentos familiares de las distintas fases de la represión y destrucción de los judíos por el nazismo, contextualizando a modo de abreviado guión los momentos terribles que marcaron el camino del holocausto, Dory Sontheimer consigue una narración fluida, que hace de su lectura una sensación grata y cómplice, pese a la dureza que supone la crónica familiar; desde la normalidad inquieta de unas vidas burguesas en la Alemania de Weimar, hasta la desesperación atónita de los mataderos de Auschwitz y demás campos, donde muchos de los parientes de Dory perecieron como reses en el matadero industrial de los nazis. En la lectura de las cartas de este libro hay una emoción inevitable que, in crescendo, ilumina la gradación de la angustia en sus padres, abuelos, tíos y primos, etc., ante el hundimiento pavoroso que no terminaban de concebir, del mismo modo que la víctima del psicópata no puede comprender que le esté sucediendo, a ella precisamente, tal monstruosidad. Son cartas sencillas, contenidas, escuetas, ávidas, disimuladoras, cautas, en las que va aflorando primeramente la preocupación (finales de los años veinte), seguida del estupor, el pasmo (primeros años treinta), la angustia y el miedo progresivos hasta la Noche de los Cristales Rotos (10 y 11 de noviembre de 1938), el miedo que alcanzó la estupefacción de las primeras deportaciones a los campos de concentración franceses, hasta el terror final y la desesperación de los vagones de la muerte hacia el norte, que ya no dejaban rastro tras la Solución Final de la villa del lago Wannsee, en enero de 1942: “No tenemos noticias de ningún deportado. Desaparecen”, les dice concisamente en una carta por esas fechas,  a los padres de Dory, su abuela materna, Lina Levi, finalmente gaseada junto a su marido en Auschwitz en ese año nefasto.

Como todo testimonio acerca de la dignidad humana, el libro de Dory Sontheimer es un libro necesario; tan sobrio en su concepción, como eficaz y loable en su resultado. Uno de esos libros verdaderos que hacen revivir el desasosiego y el sufrimiento humanos, como testimonio, memoria y advertencia. Uno de esos empeños ante los que sólo cabe dar las gracias al autor por la catarsis que le ha producido su realización, y el ejemplo moral que rezuma su sufrimiento, al remontar tanto tiempo después los estrechos e intrincados senderos de la verdad.

(*) Agustín García Simón es escritor y editor.

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