La doble vida de Jordi Pujol

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Jesús Cuadrado *

Jesús_CuadradoMás de cien años de catalanismo político han ido a morir en los bancos de Andorra. Cada fajo de billetes acarreado por los Pujol, cruzando los Pirineos hacia el paraíso fiscal, es una puñalada a uno de los más grandes relatos políticos creados en Europa. Cuando Jordi Pujol nos contó esa historia de la herencia del padre, que nadie, ni su propia hermana creía, era ya consciente de estar hundiendo el catalanismo histórico. Entre el centenario barco político, que él mismo pilotó durante cuarenta años, y la familia, optó, creo que sin dudarlo, por ésta.

El historiador Enric Ucelay-Da Cal, en una excelente investigación sobre el origen del catalanismo histórico, define esta corriente política como "un curioso equilibrio entre la apelación constante a la independencia como utopía y un practicismo exaltado o la obtención de resultados prácticos en el día a día". En ese pasteleo, Jordi Pujol se condujo con habilidad, con rendimientos obvios para su organización política y también, y ahora se comprueba con evidencia obscena, para hacer caja particular. El invento catalanista consistió en convertir las metáforas ideológicas de Prat de la Riba en discursos políticos rentables para la política interna catalana y, también, en un una herramienta de "negociación en los pasillos de la Cámara de los diputados", en Madrid, con buenos resultados en ambos frentes. A esa liturgia se consagró Pujol hasta que se encontró con el juez Ruz.

Su mayor aportación durante estos últimos cuarenta años de catalanismo político ha sido la formación de cuadros, de una clase dirigente en simbiosis perfecta entre política y negocios. Él mismo inicia su carrera después de hundir un banco, Banca Catalana, y, por lo que vemos, ha dedicado toda su vida a restaurar el patrimonio familiar; ya se verá cómo en sede judicial. Ahora, lo que hiere de muerte al catalanismo histórico es el viejo relato de un líder sacrificado que se conviertió en su imagen moral durante tanto tiempo. Es lo que explica que alguien como el veterano periodista Josep Mª Cortés le describiera en Los yuppies de Pujol llegan a la cima, publicado días antes de que saltara el escándalo, como alguien que "ha tenido y sigue teniendo muy mala conciencia como padre desde que puso a la política en el primer plano de sus prioridades dejando sus obligaciones familiares en un segundo renglón", como alguien que, cuando la familia Pujol se quedaba sin patrimonio, "abandonó como padre a causa de la política y empobreció a su familia a causa también de una gestión bancaria que él relacionaba con la política". Cortés no es el único confundido por la doble vida de Pujol; gran parte de la sociedad catalana ha estado subyugada por las metáforas catalanistas protagonizadas, siempre, por Jordi Pujol.

Estos días, los sucesores de Pujol compiten por distanciarse de él, como si lo de Andorra fuera una sorpresa, pero, como a él, nadie les cree, sobre todo en un momento en el que la credibilidad política se ha puesto muy cara. Todos los que están fueron seleccionados por él y los que no están, se llamen Roca o Piqué, fueron rechazados por él. No es sólo otro líder carismático más de un partido; durante cuarenta años el catalanismo, una idea exclusiva de la patria, lo ha personificado Pujol. Se pongan como se pongan, con él se hunde una forma de entender Cataluña, la del catalanismo político, la que, en una huida hacia adelante, se ha refugiado en la aventura independentista. La gran metáfora 'pujoliana' sobre el carácter norteño de Cataluña, el de la eficiencia, frente al sureño de España, el del atraso, la buena gobernanza frente al caos castellano, se desmorona con las imágenes andorranas de la familia Pujol. La historia real del president hace añicos aquello de "se trata del encaje de un pueblo norteño en un país sureño".

Ciento cincuenta años de catalanismo dilapidados en una simple historia de alguien que hunde un banco familiar y, durante cuarenta años, utiliza a Cataluña para recomponer su patrimonio. Entretanto, las buenas empresas catalanas se han buscado la vida sin la ayuda de Pujol y su catalanismo; en muchas ocasiones, a pesar de ellos, sobre todo ahora con el carajal soberanista que han montado. No ha sido con la ayuda de Pujol con la que La Caixa ha sido capaz de implantar el setenta y cinco por ciento de su red comercial fuera de Cataluña, ni con la que empresas representativas como Freixenet han ganado mercados, frente a tantos Javier de la Rosa a los que apoyaba Pujol. La mala política, como en toda España, lo que ha producido son desastres como el de la privatización de Aigües Ter-Llobregat, un despropósito orientado a reducir déficit público que saldrá caro. No es credibilidad lo que ha aportado el catalanismo a Cataluña.

"Lo único que tiene un país pequeño como el nuestro es credibilidad; y es lo único que no podemos perder", ha afirmado Artur Mas para señalar una idea obsesiva sobre la visibilidad internacional de su proyecto de independencia. Pero, paradójicamente, esos intentos han tenido poco eco, mientras la golfería de Pujol se ha reflejado en toda la prensa internacional (Scandal in Catalonia, The Economist). Frente a esta realidad sirven de poco el empacho de metáforas como la de "los cuatro motores de Europa" de Mas, hasta el punto de llegar a decir, sobre la independencia, que "Europa y el mundo acabarán sacando un ejemplo útil de nuestra experiencia", nada menos. Hoy la sensatez, el seny, está en el campo de los empresarios catalanes que pelean por la imprescindible internacionalización de sus empresas, como el presidente de Freixenet, Jose Luis Bonet, cuando dice que "los españoles somos tan unos, que será difícil dividirnos" o cuando escribe en un artículo en la prensa internacional que "los mercados nunca han contemplado la hipotética independencia de Cataluña". ¿Qué les contestan desde el catalanismo de Pujol a estas empresas? "Nadie les pide que sean las primeras en militar por la independencia. Sólo que sean capaces de entender el proceso que estamos atravesando, que lo respeten y que, si no pueden tener un papel favorable, se mantengan al margen, en la medida de lo posible", les dice Mas, el delfín de Pujol. En fin, el catalanismo político se ha convertido en un serio handicap para el futuro de Cataluña.

El catalanismo histórico ha tenido tal peso que, hasta desde una corriente política con la personalidad del socialismo democrático, ha habido quienes han picoteado en el corral de esa opción nacionalista aportando engendros como el del federalismo asimétrico, tantas veces denostado con solvencia por Josep Borrell. El propio Cortés lo apunta bien en su libro sobre los yuppies de Pujol: "El socialismo se desnaturalizaba, por así decir, a causa de su repentina vocación soberanista". Y no será porque la socialdemocracia no tenga campo propio en Cataluña, donde, como señala el centro de opinión de la Generalitat (CEO), el electorado pide a gritos esta opción para sustituir la centralidad de un nacionalismo catalanista que se desploma. La independencia no está entre las grandes preocupaciones de los catalanes, ni el mundo de aspiraciones identitarias propias del siglo XIX, que no es precisamente lo que necesita la Cataluña del siglo XXI.

Quienes, con Mas a la cabeza, están en una aventura, apoyada en argumentos tan disparatados como "Cataluña es una nación que, sin ser una colonia, sufre un recorte de su autogobierno causado por la presión del Estado al que pertenece", de un grupo de jueces, deberían leer con más atención los datos de opinión del CEO, que reflejan cómo casi el setenta por ciento de los catalanes se sienten españoles, con más o menos intensidad. ¿Se ha transformado el histórico catalanismo de Prat de la Riba en una herramienta para dividir a los catalanes? ¿En esto ha convertido Pujol ese instrumento político? ¿Tanto emborrachan las viejas metáforas? Tal vez la respuesta haya que buscarla en la interpretación del poder de las metáforas del sagaz Winston Churchill: "Cuan infinita es la deuda debida a las metáforas por políticos que quieren hablar con fuerza de lo que van a decir, pero no están seguros". A veces, como muestra la historia de Pujol, pueden servir además para ocultar una doble vida.

(*) Jesús Cuadrado es militante del PSOE. Fue diputado socialista por Zamora de 2004 a 2011.
5 Comments
  1. etc noticias says

    Pujol ha sacado sobresaliente en el test para detectar a la «casta». Son solo diez preguntitas, aquí las tienes para ver si tú también lo eres o no:
    http://etcnoticias.wordpress.com/2014/08/27/10-preguntas-para-saber-si-eres-casta/

  2. Piedra says

    Estupendo artículo.

  3. juanjo says

    Lo del Puyol y sus hijos viene a ser más inicuo y criminal que lo del Marcial Maciel y sus legionarios de Cristo.

    Estos almacenaron poder y pasta gansa en nombre del Vaticano, y aquel en nombre de Cataluña; pero más, muchísimo más.

    23 años de dueño y señor de Cataluña, los retoños de tan siniestro personaje, de haberlos dejado (y no está claro que no se los esté dejando) se hubieran hecho dueños del 50% de «la finca de papá», es decir, de Cataluña

    Porque a pesar de los millones almacenados, tales retoños no robaban, sino que se limitaban a coger del supuesto patrimonio.

  4. niko says

    Buen trabajo, Jesús.
    ..
    Pero los grandes bandidos, ladrones y delincuentes, como Ronnie Biggs (el del asalto al tren de Glasgow-Londers), o los mafiosos Al Capone, Frakn Costella, D. Vito Genovesse, etc., como el Puyol, siempre fueron astutos, taimados y hábiles, y, a la hora de perseguir sus objetivos se sirvieron de los más diferentes recursos y habilidades: astucia sibilina, grandes pseudoideles políticos y/o religiosos, moralina altruista, corruptelas legales, ritualismo y sentimentalismos, defensa de los intereses de los suyos, de sus tierras y sus pueblos, etc. .

    En fin que todos supieron recurrir a las más diferentes argucias a la hora de procurarse el poder y la pasta, que en último término era lo mismo.

    La única diferencia es que el Puyol, juega con más ventajas, dispone de más mano y más poder, es aforado, le protege un (O MÁS) partidoS políticoS y va a ser juzgado (si llega a ser juzgado) en un Estado en EL que la corrupción se pasea impunemente y hasta con despapalo y cinismo por las instancias supremas del poder: el presidente del Gobierno, sus íntimos y su guardia pretoriana.

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