‘Peter y el dragón’: si tienen críos pequeños, no se lo piensen

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Cartel de 'Peter y el Dragón'. / Disney España

Vi Pedro y el dragón Elliot con cinco años. Y, si no recuerdo mal, me compraron los cromos de la película, de esos de cartón que se pegaban con pegamento líquido. Menudos puestazos. También hice la colección de Supermán, la primera, la de Richard Donner. Pero no me hagan muchos caso. Al tema: los críos de la época disfrutamos de aquella película de Disney con un dragón con el pelo rosa y que, además, era un musical. El niño protagonista no cantaba un carajo, pero estaba bien acompañado. La banda sonora contaba con diez canciones originales, una de ellas nominada al Oscar a la Mejor Canción (Candle on the Water) en la gala de 1978. El film, por cierto, fue un gran fracaso comercial para Disney, que buscaba un exitazo como el de Mary Poppins. Apuntaron demasiado alto.

El dragón de Pedro y el dragón Elliot, en la que aparecían como secundarios veteranos actores como Mickey Rooney o Shelley Winters, era un dibujo animado que “actuaba” con un niño actor de verdad, y eso nos dejó a todos los críos patidifusos. La técnica de animación, claro, estaba en pañales, aunque una década después Disney (con la ayuda de Spielberg y su compañía Amlin Entertainment) la perfeccionaría en ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, un hito en su género.

En este decente reboot del 2016 aparecen Bryce Dallas Howard y Robert Redford (qué jodido es verle tan mayor) y su guión está escrito por Lowery y Toby Halbrooks sobre una historia de Seton I. Miller y S.S. Field. ¿Qué han cambiado? Mientras la original estaba ambientada a finales del XIX (en ella, un huérfano comprado como esclavo se escapa con un dragón), este guión está ambientado en los ochenta, algo que parece estar muy de moda últimamente. En él, un crío muy pequeño sufre un accidente con sus padres y se convierte en un niño salvaje siempre protegido por Elliot, un poco como los Mowgli y Baloo de El libro de la selva, película recientemente adaptada también por Disney a imagen real.

En Peter y el dragón también nos presentan al señor Meacham (Redford), viejo tallador de madera que mantiene, a pesar de que lo traten como un viejo pirado, que en los bosques de la comarca vive un gran dragón. A su hija (Dallas Howard), guardia forestal y chica seria y racional, le gusta ver a su padre narrando sus cuentos, pero a los niños les dice que sólo son eso: cuentos del viejo. Pero un día ella se topa con Pete, un crío que vive en el bosque con un dragón verde llamado Elliot, fabuloso animal con el poder de la invisibilidad y que también se topará con un grupo de estúpidos leñadores empecinados en darle caza.

La peli es simplona y su trama argumental bastante básica, pero para una sesión veraniega con los críos, aire acondicionado, palomitas, refrescos y la mitad de tu sueldo es estupenda. Su gran protagonista es, claro, el dragón Elliot, diseñado de maravilla por los cerebrines de los ordenadores que le han dado una forma que parece inspirada en el dragón Fújur de La historia interminable (en vez de tener piel de reptil tiene pelos) pero con rasgos más de gato que de perro. Elliot se mueve de forma más felina que perruna.

Y aunque no está en los créditos ni tiene nada que ver con el proyecto, hay un apellido que resulta inevitable mencionar a la hora de tratar esta película: Spielberg. El universo del director de la reciente Mi amigo el gigante, que tiene sus similitudes con esta película, está presente. Pero las mayores semejanzas las tiene con otra película muchísimo más lograda de Spielberg. La orfandad del niño, el bosque como espacio de cuento de hadas, ese amigo extraño que parece imaginario y es ocultado a la comunidad madura, los poderes mágicos del amigo no humano, la caza, la liberación del bicho gracias a los niños, la emotiva despedida final... Sí, han acertado: E.T., el extraterrestre.

Lo malo es que ya le gustaría llegar a esas cotas cinematográficas. Peter y el dragón no capta lo mejor del universo spielbergiano, la película quiere ser siempre blanca y amable y pasa muy de puntillas por los episodios de dolor, por los traumas que suponen el accidente de los padres de Peter, la caza del dragón o la inevitable despedida del niño y la bestia. En la original, por ejemplo, se trataba hasta el problema del alcohol con bastante crudeza. Aquí eso es impensable.

Lo bueno es que Peter y el dragón es anacrónica si la comparamos con la cantidad de imbecilidades a las que están expuestos los críos hoy en día. Me refiero a tortugas ninja, robots transformistas, pretenciosas y eternas películas de superhéroes, dinosaurios y todas esas imbecilidades. Esta película no tiene miedo en contar algo tomándose tiempo para contar su fábula, sin el ruido y el ritmo absurdo del cine actual, sin estridencias, de manera admirablemente tradicional.

Y si encima logra colar a los críos la importancia de la amistad, de la imaginación (“Si vais por la vida viendo sólo lo que tenéis delante os perderéis muchas cosas”, dice Redford) y de la protección de la naturaleza, pues estupendo. ¿Que el desenlace es previsible y su final rancio y demasiado familiar? Pues claro, es Disney. ¿Qué esperaban?

WaltDisneyStudiosES (YouTube)
1 Comment
  1. Un padre says

    ¿Y no puedes escribir una crítica sin hacer spoiler o, al menos, avisarlo?

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