El tuya-mía de la mochila de El Pozo

Si la bolsa de Vallecas refleja el acto heroico del tedax que la desactivó manualmente, la historia de la mochila que se encontró en la estación de El Pozo y no pudo ser neutralizada es la muestra del caos del atentado o de las absurdas rencillas que existen entre los distintos cuerpos policiales.

El agente de la Policía Municipal de Madrid 7801-3 llegó a la estación pasadas las ocho de la mañana. Había sido comisionado junto a otros cinco de sus compañeros para el rescate de los heridos que aún permanecían en el tren. Se acercó hasta las vías, preguntó al policía nacional que allí se encontraba si alguien había inspeccionado el vagón que tenía enfrente, y al decir éste que no, penetró en él junto a otro municipal. Se tiró al suelo para comprobar sí había alguna víctima y lo que descubrió fue una mochila negra bajo los asientos que le llamó la atención. Al abrir el clip de cierre vio un teléfono móvil y unos cables que penetraban en un recipiente de plástico. En resumen, una bomba.

Como sus órdenes eran dar prioridad a los heridos, cogió la mochila, la sacó del tren y, tras advertir al policía nacional con el que había hablado de que lo que portaba era un explosivo y que avisara a los artificieros, la colocó en el andén, junto a la pared, y siguió a lo suyo. Después de comunicar su hallazgo a la central y cumplir con su cometido, debió de volver a pensar en la bolsa porque al percatarse de la presencia de un furgoneta C-15 blanca “camuflada”, se acercó a sus ocupantes, que estaban vestidos de paisano y se le identificaron como tedax. En ese momento les indicó dónde había dejado la bomba.

El relato no tendría nada de particular a no ser porque ninguno de los artificieros que estuvieron en El Pozo ha reconocido que el ‘chivatazo’ sobre la ubicación de bolsa procediera de un municipal sino que han descrito la localización del explosivo como un producto de su propia perspicacia. El subinspector 65.255, por ejemplo, ha explicado que lo que le llamó la atención fue que la solapa estuviera abierta y apartada de otros objetos de las víctimas. Todos los tedax a los que se les ha preguntado, han negado haber hablado con este policía local, del que, según han dicho, sabían de su existencia por rumores posteriores.

Para completar la rocambolesca historia, un agente de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana, el 83.322, ha declarado que en realidad fue él quien vio la bolsa-bomba junto a la pared y comunicó su hallazgo. El final es conocido. Los tedax aplicaron sus ya famosos métodos dirruptores sobre el explosivo, que consisten en darle un intenso manguerazo. El 'agua va', al parecer, suele funcionar con algunos tipos de bomba pero, por lo que se vió, contra la Goma 2 Eco no hay inmersiones que valgan. Según el policía municipal mencionado, entre que descubrió la mochila y escuchó su detonación pasó una hora. ¿Descoordinación? Por kilos.

Además del 'tuya-mía' de la mochila, el tribunal ha escuchado el testimonio del portero de la finca que alertó sobre la Renault Kangoo y sus ocupantes, uno de ellos, prácticamente embozado, que fue el que le llamó poderosamente la atención. El portero iba todos los días a la estación a recoger la prensa gratuita y en ese paseo observó a este individuo, que portaba una bolsa y una mochila, aunque no pudo verle la cara.

Otro testigo, Luis Manuel, trabajador de una obra en Vicálvaro, ha relatado cómo vio a un individuo salir de la estación de tren y desprenderse de varias prendas –un vaquero, una sudadera, unos guantes y una bufanda- que pretendía ocultar bajo las casetas de la obra. A la distancia a la que estaba no pudo verle la cara y ella es la razón de que en su primera declaración identificara a cuatro sospechosos. “Era un aproximado, un parecido”, ha señalado. La investigación ha demostrado que las ropas poseían huellas genéticas de al menos tres de los suicidas y de uno de los acusados, Otman el Gnaoui.

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