A José Bono –él explicará por qué- se le supone una maldad intrínseca, luciferina. Por eso, de su discurso tras ser elegido en segundas nupcias presidente del Congreso se recordará su delicada mención a Alfonso Guerra, tan envenenada como la mordedura del áspid que se llevó consigo el último aliento de Cleopatra.
Estaba el de Albacete en el turno de elogios. Mencionó los esfuerzos de su antecesor, Manuel Marín; recordó “con afecto” a Landelino Lavilla, en cuyo mandato fue secretario de la Cámara; citó entre aplausos al difunto Gabriel Cisneros, “ejemplo como parlamentario y como persona”; y, por último, se refirió a Guerra, el único diputado en activo desde 1977 “que tanto contribuyó al alumbramiento de la Constitución”.
El odio que Bono y Guerra se profesan es cualquier cosa menos cordial hasta el punto de que, náufragos en una isla desierta, no se dirigirían la palabra. El lunes mismo, preguntado por la elección de su enemigo, el ex vicepresidente del Gobierno afirmó que él hubiera propuesto para el cargo a cualquiera, incluido él mismo, antes que a Bono. Ayer, al escuchar el deletreado elogio que se le dedicaba, Guerra sonrió. A la salida del hemiciclo manifestó con retranca que suponía que la referencia encerraba “toda la amabilidad del mundo”, además de ser una verdad incuestionable.
Bono sobrelleva el pecado de la soberbia con resignación cristiana. En su alocución habló de humildad, pidió ayuda e indulgencia en el ejercicio de sus responsabilidades y dirigió a las minorías su primer mandamiento: nadie es más que nadie, cada uno tiene el mismo valor que su vecino o su adversario. Sonó bien, aunque a juzgar por el apoyo recabado –sólo un voto ajeno al PSOE en la segunda vuelta- es improbable que tocara el corazón de sus señorías. Hasta el flautista de Hamelin fracasaría en la consulta de un otorrino.
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Tanto Guerra como Bono me gustan y me divierten, me parecen brillantes y con cierto ingenio. Algunos hablan de renovar, pero creo que ambos están todavía muy capacitados y el Congreso sin ellos perdería algo de sal. Si aún se encuentra en activo el Sr. Fraga, a éstos les quedan todavía mínimo 20 años de servicios a la patria. ¿Por qué se llevan tan mal, en otros tiempos no fué así verdad?
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Pues para mi bono es quizá el político más educado de todos los que hay en activo, a parte de ser una bellísima persona y gran políco. No en vano fue presidente de Castilla la Mancha durante muchos años. Es uno de los políticos que más simpatias despiertan entre la ciudadania.
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Tan educado que las cámaras le pillaron llamando gilipollas a Tony Blair, o el tono de prepotencia que usó con una presentadora de TV hace pocos años, tanta simpatía despierta que en Toledo hizo el ridículo el 9M.
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Bono es como Ibarra: salían elegidos una y otra vez porque era o ellos, o el suicidio definitivo a manos de inútiles. Esto dicho por mis queridos amigos de Badajoz, Mérida y Talavera… todos a una.
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¿Acaso se equivocó Bono al llamar gilipollas integral a Tony Bleeeer –que diría Ansar–? Se quedó corto.
Un tipo simpático Bono. Y Guerra también. Mejor tenerlos como amigos.
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A mí lo que me gusta de Bono es que, esté donde esté, lucha por lo suyo como sea.
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grande, guerra
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Manuel Marín le ha dejado el listón muy alto. El saber estar, la educación, el sosiego de Marín, eso será difícil de igualar y muncho mas difícil de superar. Es simplemente mi opinión
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LO DEL SEÑOR BONO SOLO PASA POR UNA SOLUCCION BIEN RAZONADLE. RECORDEMOS LOS SINSABORES DEL SR,MARIN ENOJANDOSE CON SUS SEÑORIAS, LA SOLUCCION,REPITO ES QUE SUS SEÑORIAS TENGAN UN MINIMO DE EDUCACION EN LA CAMARA, ASI TODO SERA MEJOR PARA TODOS EMPEZANDO POR EL PRESIDENTE DE LA MISMA