Una marea 'papista' inunda Madrid

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Un sacerdote espera a los peregrinos para la confesión en el parque de El Retiro. / Luis DíezFeligreses, jornaleros, peregrinos…, como quiera que se llamen, inundaban Madrid desde primera hora a la espera de la llegada del Papa, que se producirá el jueves. El caminante sabía que le esperaba un largo camino, de modo que subió al 63 en la plaza del Conde Casal, según se entra a Madrid por la carretera de Valencia. En la parada, un anuncio publicitario de la chica de Plantex en bragas y la leyenda: “Estoy más guapa que nunca” confirmaba que los dominios del arzobispo Rouco Varela no llegan tan lejos como quisiera. Unos carteles de Barón Rojo, pegados sobre un transformador cercano, indicaban lo viejos que somos: han pasado 30 años y dan un concierto en Vista Alegre. Benditos sean, con sus párpados caídos, sus canas y sus guitarras. El autobús llega lleno y han subido el precio de uno a uno cincuenta euros. Un grupo de diez voluntarios papistas con petos verdes de Caja Madrid, obra social, y pantalones cortos de exploradores ocupa la plataforma hasta la parada del Hospital del Niño Jesús. Uno, el jefe, habla por el teléfono inalámbrico y recibe la orden de colocar a sus huestes a la izquierda del escenario de Cibeles, donde el arzobispo Rouco dirá misa a las ocho de la tarde. Son las once de la mañana y el jefe informa a los correligionarios: “Nos va a tocar estar al sol”. Madrid hierve a 35 grados. A los chicos no parece importarles, se ajustan sus sombreros amarillos y uno dice que su padre colecciona santos y tiene en la repisa del mueble del salón decenas de santos de todo el mundo.

En los jardines de Cecilio Rodríguez hay un grupo de jóvenes chilenos. Uno, Sebastián Molina, explica que llegaron hace una semana y han estado en Granada, Córdoba y Toledo. Carla dice que le ha impresionado la arquitectura española. Silvana explica que el viaje ha sido largo, doce horas desde Santiago, pero se siente feliz e impresionada de conocer Madrid. Tiene 17 años y estudia para ser maestra. Valentín, de 20 años, estudia en la Universidad Católica de Chile y se solidariza en la distancia con los jóvenes que en la capital chilena se manifiestan contra el pago de la educación que condena a los pobres a no poder ir a la Universidad. En Chile es invierno, dicen, y hace un frío que pela. En Madrid soportan felices el calor. Nicolás me dice que el pasaje de avión les ha costado 2.000 euros, pero vale la pena hacer turismo y ver al Papa aunque sea caro, carísimo. No les falta dinero para comer y comprar regalos a papá, mamá y los hermanos.

La bandera de los Estados Unidos ondea junto al lago del Retiro, anunciando el paso de unos jóvenes negros y blancos de Nueva York e Ilinois. Se cruzan con unos germanos y se hacen fotos unos a otros. Pasan unos surafricanos y se apiñan con los alemanes. Un grupo de cuarenta colombianos de Bogotá que ha recorrido España, desde León a Toledo, se siente feliz de pasear el Retiro a la espera del Papa. Estefanía y Jimena, las más parlanchinas, confiesan que el viaje es un sueño, lo mejor que les ha ocurrido en la vida, y prometen compartir su experiencia con sus amigos. Mientras hablamos, unos curas apostados en los confesionarios del Paseo de Coches aguardan la llegada de pecadores. Unos voluntarios entregan folletos con una cubierta del cuadro de Rembrand El hijo pródigo, y la leyenda: “Cristo te está esperando”. Pero pocos se confiesan. Unos tinerfeños, guiados por Guadalupe, que ha sido misionera durante veinte años en Guatemala y El Salvador, explican que están creado centros de misericordia para acoger a las jóvenes preñadas y animarlas en el proceso de gestación, impidiendo así que interrumpan su embarazo.

En el paseo, junto al lago del Retiro, un saxofonista toca Guantanamera, pero los peregrinos, que le aplauden, no quieren saber nada de Guantánamo y no le echan ni una moneda. Una adivina sestea. Unos vendedores de gafas, discos y películas, --negros del top manta--, no logran vender nada. En un corner del estanque coinciden unos jóvenes con una bandera turca, con su media luna y su estrella sobre fondo rojo, con dos o tres que exhiben la enseña de Arabia Saudí y se abrazan. “Rezaremos para que Barchar el Ased detenga la represión y los crímenes”, dicen. Juan viene de un pueblo de Mesopotamia y espera que el Pontífice pida piedad y cordura al jefe sirio. Al grupo de turcos y saudíes  se sumn peruanos y ecuatorianos. Dos monjitas de la caridad, una de Kenia y otra de Tanzania, de la orden de la madre Teresa de Calcuta, comparten su taper de arroz sentadas en la hierba. El Retiro parece la ONU, con peregrinos con banderas desde Sudáfrica a Rusia, pasando por Senegal, Italia, Francia, Alemania... La vendedora argentina de pulseras y collares no  ha comenzado a hacer caja. Tampoco la adivina del futuro, con su bola y sus cartas sobre la mesa plegable, tiene clientes. Los peregrinos pasan en bandadas sin importarles el futuro porque su fe y la anhelada bendición del Papa les conduce al cielo. Unos franceses reparten medallas de la Virgen y unos mexicanos hacen lo propio de su Lupita, que es más guapa.

Ya cerca de la Puerta de Alcalá, grupos de jóvenes corean: “Aquí está la juventud del Papa”, “Benedicto, oé”, “viva España y viva el Papa” y por ahí para allá. A la pregunta: “¿Quién es tu rey” contestan: “Cristo”. “¿Quién es tu reina?” responden: “María”. “¿A quién sigues?”: “Al Papa”. Pues eso. “Más que corear, berrean”, dice Mirian, que reparte pasquines y disquetes de la Iglesia Evangélica, muy críticos con el montaje papal en el que se ha empleado a fondo la Conferencia Episcopal española y las  diócesis de todo el mundo. Algunos peregrinos como Romain y sus amigos de Nueva Caledonia han realizado costosos viajes a costa de sus familias y sus ahorros. Otros han recibido el apoyo de sus parroquias. Los clérigos y sacerdotes de allende los mares han venido a costa de sus feligreses y de sus órdenes mendicantes. La marea humana es creciente e inunda las principales arterias de la ciudad, desde El Retiro a la calle de Alcalá, pasando por la Cibeles, el paseo del Prado, la glorieta de Atocha, la Gran Vía y el Paseo de Recoletos. Para la gente importante se han instalado cinco mil sillas en la mitad de la calzada entre la Puerta de Alcalá y la Cibeles, por donde bajará el Papa la tarde del jueves. Y también se han montado graderíos sobre tubos metálicos. El aparato sónico y televisivo resulta impresionante. Contra el dispendio y el boato a costa de todos los ciudadanos y a mayor gloria del Benedicto XVI, Joseph Aloisius Ratzinger, alemán de 84 años, se manifiestan esa tarde los laicos y los cristianos de base desde la plaza de Jacinto Benavente hasta la plaza propiamente dicha, pasando por la emblemática Puerta del Sol, kilómetro cero de las Españas.

2 Comments
  1. Ramón says

    Madrid, intransitable; la ciudad ha dejado de ser de los vecinos

  2. Jospeek says

    Impresionante que el pueblo cristiano católico se une para la causa de traer más corderos al rebaño de Jesucristo, y su encargado de esta grey el Papa se preocupa por el trabajo que su Señor le encomendó

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