Pepe Viyuela: «El caso de los titiriteros es un atentado sangrante contra la libertad de expresión»

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El actor Pepe Viyuela responde a las preguntas de cuartopoder.es. / Miguel Muñoz

Pepe Viyuela (Logroño, 1963) regresó la semana pasada del Kurdistán iraquí, a donde viajó con la ONG Payasos sin Fronteras para actuar y llevar risas a la población desplazada y refugiada por los conflictos de Siria e Irak. Viyuela ya había visitado y actuado para los refugiados palestinos y saharauis. Cree en la risa como una herramienta potente para cambiar vidas, para insuflar ilusión, para demostrar que el ser humano, pese a las duras condiciones que le rodean, siempre puede seguir adelante. Este actor, clown, productor teatral, activista y poeta llega al Mercado de San Miguel, junto a la Plaza Mayor de Madrid, donde nos habíamos citado. Es mediodía, laborable, los turistas ganan por goleada. Nos sentamos en una mesa en una terraza de una cafetería cercana. A pesar de llevar puestas una gorra y unas gafas de sol, muchos de los caminantes le reconocen, algunos se paran y le saludan, otros simplemente le observan desde lejos. Con su productora El Vodevil tiene en cartel la obra Mármol de Marina Carr, que llegará a Madrid, al Centro Dramático Nacional, en otoño. Compagina el teatro con su participación en producciones cinematográficas y televisivas, así como con sus espectáculos humorísticos. El mes pasado recibió el Premio Max como Mejor Actor Protagonista por su papel encarnando al personaje Berenguer en la obra Rinoceronte, de Eugène Ionesco. Siempre desde la humildad, sin levantar la voz y derrochando amabilidad, Viyuela dice lo que piensa, sin censura, aunque a muchos les puedan molestar las verdades que se esconden tras sus palabras.

— La semana pasada regresó del Kurdistán. ¿Qué proyecto han estado desarrollando allí?

— Estuvimos en tres ciudades del Kurdistán durante 17 días: Erbil, Sulaymaniya y Duhok. Estas eran las bases de operaciones y de ahí íbamos a campos de refugiados, a escuelas y algún hospital a actuar, a llevar espectáculos de circo, magia, clown... El proyecto es de Payasos sin Fronteras y el objetivo, restaurar la esperanza a través del humor y de la risa y llevar un mensaje de solidaridad. Es necesario que esa gente sepa que hay otra gente en el mundo que les tiene en cuenta y que no les damos con la puerta en las narices. Es necesario que vean que la ciudadanía es más solidaria que los gobiernos y los estados. La situación es tremenda, Irak lleva encadenando conflictos bélicos desde el año 1980. Ahora Daesh está complicando mucho más la situación, la cual es muy dura, la guerra continúa y hay un éxodo masivo de gente. Gracias a ACNUR nos hemos podido desplazar por zonas que son hoy un frente de guerra y nos han abierto los campos de refugiados para que pudiéramos llevarles nuestro granito de arena.

— ¿Qué les han pedido allí que cuenten aquí?

"La solidaridad de las personas llega donde no están llegando los estados"

— Nos piden que contemos que existen. Es lo que te piden recurrentemente en todos los viajes que he hecho como payaso. Te dan las gracias por estar y te piden que cuentes su historia. Creo que esto debería servir para comprender que detrás de cada persona hay una historia. Nos piden que por un momento nos pongamos en su lugar, algo que no es difícil, pues hace 70 años vivimos la Guerra Civil, yo mismo tengo desplazados en mi familia que se buscaban la vida para sobrevivir a la guerra. Podríamos estar en su lugar perfectamente, nos piden que seamos conscientes de esa situación. Una vez que somos conscientes, la solidaridad fluye. La solidaridad de las personas llega donde no están llegando los estados.

— Como payaso ya ha visitado al pueblo palestino, al saharaui, al kurdo... ¿Qué semejanzas encuentra entre estos tres pueblos que reivindican su propio territorio para construir su estado?

— Es más lo que les une que lo que les diferencia. A pesar de eso, hay muchas diferencias de número de habitantes, de historia, de circunstancias, de territorialidad… Los tres pueblos viven en una situación de olvido, de marginación y de falta de solidaridad por parte de los estados occidentales. A veces me ha pasado de no saber muy bien dónde estaba, tienen muchos puntos en común estos tres pueblos. Hoy hay un país volátil y sin tierra de 60 millones de refugiados que buscan su hogar, hay un país enorme de desposeídos a los que les une que necesitan justicia, libertad y vivir con dignidad. La oportunidad que tenemos desde aquí es enorme, estamos considerando la crisis de los refugiados como un gran problema y yo creo que tenemos una gran oportunidad como género humano de solucionar esto de una buena manera, de que no nos pregunten en el futuro cómo fuimos tan chapuceros, tan poco valientes… Se puede hacer.

— Y en todos estos lugares y otros, separados por miles de kilómetros, en los que se hablan lenguas distintas, en los que la situación social, política, económica o de guerra o paz es muy diferente, es bien recibido el payaso. ¿Cuál es la fuerza del payaso?

"El payaso transforma el fracaso en un
gran éxito, en
una fiesta"

— La humanidad. El factor común que tenemos todos los seres humanos que hace que sintamos empatía por el otro. El payaso tiene el lenguaje de la risa y del humor, un lenguaje que es internacional. La gente cuando ríe no sólo está viviendo ese momento concreto de felicidad, cuando ríe se demuestra que el ser humano es capaz de cambiar las cosas. A pesar de las circunstancias que nos rodean, nos reímos. Hay una gran metáfora con el payaso que, a pesar de su torpeza, sigue adelante y se levanta cada vez que se cae. El payaso es un alquimista que transforma el fracaso en un gran éxito, en una fiesta. Nos decía una señora de la ONU estos días que le había fascinado encontrarse con carcajadas generalizadas en un campamento de refugiados. De pronto aquello dejaba de ser un lugar triste y se convertía en un lugar para la fiesta. El payaso abre y conecta muchas cosas. Me he dado cuenta de que el payaso es muy necesario, y de que te lo valoran en todos los sitios en los que he estado y de que la gente te pide que vuelvas, que la risa es lo que se necesita… Las posibilidades del payaso son inmensas.

— Enhorabuena por el Premio Max a Mejor Actor Protagonista por su papel en la obra teatral Rinoceronte.

— Muchas gracias.

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Viyuela, durante la entrevista en una céntrica terraza de Madrid. / M.M.

— ¿Qué le aportó esa obra y el papel del personaje Berenguer que usted interpretaba?

— Cuando Ernesto Caballero eligió Rinoceronte y la dirigió, lo hizo con muy buen ojo. Ionesco escribe esta obra en contra de los totalitarismo y de esas ideologías que convierten a los seres humanos en manadas y acaban con la humanidad y los convierten en bestias. Ernesto Caballero con su propuesta lanza la pregunta de dónde están las manadas ahora, cómo nos "rinoceronteizamos" ahora mismo, cómo nos relacionamos con la publicidad, con las redes sociales, con el consumismo, las nuevas tecnologías… ¿Nos convierten en manada estos elementos? El texto nos pone en alerta contra todos aquellos elementos seductores que nos hacen no reflexionar como individuo. La grandeza de mi personaje, Berenguer, está en que no se rinde aunque no tenga mucho que defender, pues no era un héroe, era un borracho, pero que no se cree todos los cantos de sirena que encantan a los demás y les van convirtiendo en rinocerontes. Berenguer no cae ahí, es un hombre que se hace preguntas, quiere saber hacia dónde va la manada antes de sumarse a ella. Es uno de los más grandes personajes que he podido interpretar, por todos estos motivos y porque desde el punto de vista artístico estaba muy bien pensado, en ese teatro, con esos decorados y, por supuesto, con ese texto enorme. Todavía saboreo cosas nuevas de este trabajo y ahora, con el Max, estoy regresando mucho a él y recordándolo y todavía me sigue aportando mucho.

— Usted es un actor que combina códigos, técnicas y géneros interpretativos muy distintos entre sí en los distintos personajes que va interpretando a lo largo de su carrera. Cuando llega un nuevo papel, ¿cómo se aproxima a él Pepe Viyuela? 

"El actor es un gran vaso, y el resto del equipo,
los encargados
de llenarlo"

— Escuchando mucho. Escuchando al autor primero, pues si el personaje está bien escrito lo tienes todo ahí, no tienes que volverte loco, ni hacer viajes a ningún sitio… Los grandes personajes ya lo tienen todo dentro, sólo tienes que escucharles y estar ahí prestándoles atención. Luego también tienes que estar en conexión con el equipo, primero con el director para entender su propuesta, por dónde te quiere llevar, ser humilde… Convertirte en esponja, creo que es una buena metáfora, el actor tiene que ser una esponja tanto del texto como de las aportaciones del director y de lo que te van dando los demás compañeros. Un personaje no lo construye el actor, creer eso es muy pretencioso, el actor se pone como herramienta, como vehículo y le van poniendo cosas encima. El actor es un gran vaso y el resto del equipo, los encargados de llenarlo. Creo que es mejor dejarte llevar y seducir por las propuestas de otros. Somos herramientas, los actores.

— Cuando recibió el Premio Max, en su discurso se refirió a los titiriteros que fueron enviados a prisión en carnaval tras la representación de la obra La Bruja y don Cristóbal. ¿Por qué decidió dedicarles esas palabras?

— Porque estábamos en un foro de actores, de gente que se dedica al arte escénico. El caso de los titiriteros fue un atentado sangrante a la libertad de expresión y me pareció que era el lugar idóneo para decir lo que dije. Y luego, porque el alimento del que vivimos cuando hacemos teatro es la posibilidad de decir lo que piensas. El teatro no es sólo entretenimiento, es una herramienta que socialmente nos ha venido muy bien para contarnos, para hacernos preguntas sobre nosotros mismos, para vernos reflejados en lo que somos, en lo que nos gustaría ser… Yo no he visto la función La Bruja y don Cristóbal, no conozco a esos titiriteros, pero se trata de defender que se puedan contar las cosas, nada más. Puede ser que vea la función y no me guste, que sea malísima, pero lo que no se puede permitir es que nos digan que no podemos contar algo porque no les da la gana, contra eso hay que rebelarse independientemente del valor artístico que tenga la pieza. Y ese es otro elemento paradójico, todos hablan de algo que no han visto. Si en una película un actor grita "¡Gora ETA!", a nadie se le ocurre meterle en la cárcel por ello. A nadie se le ha ocurrido ir contra Carmelo Gómez por su papel en Días Contados. Si unos títeres sacan una pancarta que pone "Gora AlkaETA", no creo que sea eso apología del terrorismo. El tema de la corrección política a la hora de tratar los temas en el teatro, en el humor, cine o literatura nos está comiendo, nos convertimos en autocensores. Por ahí no, en el teatro se debe hablar de todo, se tiene que poder hablar de todo.

— ¿Hasta qué punto existe censura actualmente hacia el creador?

— Creo que funciona más la autocensura que una censura institucional que no está, no hay una estructura creada para la censura. Nosotros mismos, los profesionales de las artes, lo hacemos: no tratamos determinado tema porque luego hay que vender la función, hay que pedir una subvención, pensamos que no nos van a contratar… Hay temas de los que uno prefiere no hablar, por eso se produce una banalización del teatro, se habla de temas como cuáles son mis problemas sexuales con mi novia, qué pasa cuando tengo cinco años de relación… Hay gente que se ha partido la cara para que en el teatro se hable de cosas serias, para que en el humor se hable de cosas relevantes.

— Fue uno de los firmantes del manifiesto secundado por más de un centenar de intelectuales y artistas pidiendo la confluencia entre Podemos e IU para las próximas elecciones. ¿Le ilusiona que finalmente se haya dado dicha confluencia?

"Me ilusiona que haya un encuentro en la izquierda, en la derecha siempre lo ha habido"

— Me ilusiona, sobre todo, que haya un encuentro en la izquierda, pues en la derecha siempre lo ha habido tradicionalmente y por ello forman un bloque pétreo de cara a las urnas. Encontrarse es la única manera. Históricamente siempre nos hemos tirado los trastos en la cabeza y por eso nos ha ido tan mal. Las diferencias son buenas, y el momento político actual resulta esperanzador porque se han roto los bloques partidistas y dentro de las diferencias se puede ir en un programa común. Me ilusiona y creo que es una oportunidad de generar alternativas sólidas, de aportar nuevas ideas. Vivimos en un país que yo lo percibo de izquierdas y creo que es hora de que eso se note. Está bien que gente nueva que llega con mucha ilusión tenga su oportunidad. El argumento de que no tienen experiencia de gobierno tiene una respuesta fácil: no tienen los vicios adquiridos al gobernar que es bueno que no estén. La gente que está instalada en el sillón tiene más difícil hacer las cosas de una manera diferente.

— ¿Cuáles son sus próximos proyectos profesionales?

— Tenemos una función que acabamos de estrenar, Mármol. El 25 de noviembre la traemos a Madrid, al Centro Dramático Nacional. Tengo un espectáculo de humor con el que me voy moviendo, y he empezado a escribir otro. Este verano estaré con la grabación de Olmos y Robles, la serie que se estrenó el año pasado en TVE.

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