Marlaska y el PP: de héroe a villano

Al ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, le hubiera parecido increíble hace apenas un par de años que diputados y cargos del PP -e incluso de Vox- que hasta hace poco más de dos años lo alababan por su gran labor como juez, se despachasen ayer con él exigiendo su dimisión y tildándole de “miserable” o “mentiroso”, entre otras lindezas. Pero así fue. Lo hizo ayer, por ejemplo, en la sesión de Control al Gobierno del Congreso, el hoy diputado de Vox, Ignacio Gil Lázaro, el mismo que antaño, cuando ocupaba un escaño por el PP, elogiaba al instructor del Caso Faisán, a la sazón Fernando Grande Marlaska, y trataba de poner, a golpe de autos y portadas generadas por la  instrucción de ese caso, al entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, contra las cuerdas, contra las rejas o, por lo menos, fuera del banco azul del Gobierno.

En el PP rechinan los dientes cuando hablan de Marlaska. Ahora lo señalan y exigen su dimisión, tras la crisis desencadenada en la Guardia Civil, ocasionada por la destitución de Diego Pérez de los Cobos y sucesivas dimisiones de otros mandos de la benemérita, porque lo consideran el responsable máximo de una injerencia intolerable en el Poder Judicial y un villano que “ha querido meter sus sucias manos en la Guardia Civil – según asegura un dirigente popular- y va a salir escaldado”. En 2018, al convertirse en uno de los ministros estrella del Gobierno de Pedro Sánchez, también se escuchaba el crujir de dientes causado por su nombramiento entre la familia popular, pero era un quejido sostenido, por lo bajini, el que entonaban en la derecha.

Ellos se consideraban sus “padrinos políticos”, quizás porque fue el PP quien apoyó con entusiasmo su candidatura como vocal del CGPJ en el año 2013. Pero la cosa no quedó ahí. Cuentan los populares – y a su llegada al gobierno de Sánchez lo contaban en voz baja, sin ocultar su estupor - que el nombre de Fernando Grande Marlaska estuvo encima de la mesa del propio presidente del gobierno, Mariano Rajoy, para varios nombramientos. Su nombre – aseguran en el PP- lo susurró al oído de Rajoy su propia hermana, Mercedes Rajoy, fallecida en diciembre de 2019.  Ella era amiga personal de Grande Marlaska y apreciaba y valoraba su labor como juez, tanto en el País Vasco como en la Audiencia Nacional. Fue ella quien propuso a su hermano que contase con él como ministro de Justicia o, tal vez, Fiscal General del Estado… “Pero Rajoy – asegura un ex dirigente del PP- actuó como siempre: escuchó, calló y después hizo lo que le pareció oportuno o lo que le vino en gana, para sorpresa de muchos, incluida su propia hermana”.

Cuando el año pasado el ya Ministro del Interior asistió al velatorio de Mercedes Rajoy, en Pontevedra, se cruzó con dirigentes y exdirigentes populares que ya le consideraban, como poco, un traidor o un arribista. Ahora, creen que ha llegado su momento, que la venganza se sirve en plato frío, que Roma no paga traidores. Y que el escándalo protagonizado por la destitución de Pérez de los Cobos, que el ministro se empeña en enmarcar en una supuesta remodelación mientras que populares, Ciudadanos y Vox lo entienden como un claro atentado contra Montesquieu y la separación de poderes, será su tumba política. Y en eso están y estarán. Sus antiguos aduladores y admiradores hoy le han puesto la proa, pero aspiran a ponerle la soga, políticamente hablando.