HISTORIA / Deseable vuelta a un modelo más pactista

Abandonar el ‘modo Borbón’ y recuperar el ‘modo Austria’

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Retrato de la familia de Felipe V
Retrato de la familia de Felipe V, primer Borbón de la Corona española, pintado por Louis-Michel Van Loo.

Quizá convenga recordar hoy que las leyes del Reino de Aragón protegieron a Antonio Pérez, que encontró en ellas refugio y asilo, ante la ira de Felipe II, amo y señor del mayor imperio que conoció la Historia. Un amo y señor de un imperio en el que nunca se ponía el sol, que no dudó en ajusticiar al duque de Montigny, embajador de Francia, pero que no se atrevió con su secretario acusado de traidor una vez que este se acogió a las leyes del reino de Aragón. Felipe II, amo del mundo que únicamente rendía cuentas ante Dios, señor de vidas y haciendas, es el personaje principal que sirvió para la justificación del tiranicidio defendida por el Padre Mariana en De rege et regis institutioni, para dar datos y abreviar ya un poco, pero que no se atrevió a contrariar los fueros de uno de sus reinos, de sus reinos españoles.

La unidad de España, tal y como nos la explicaron y como de modo harto lamentable aún se explica, no es ni una construcción, ni un invento, ni de los Reyes Católicos; desde ellos, y todavía más allá, España permaneció evidentemente unida, sí, pero articulada su unidad de forma y manera que realidades como la de Felipe II y Antonio Pérez pueden ser hoy recordadas del modo en el que acaba de hacerse. El respeto a las leyes y diferentes realidades de los distintos reinos españoles reforzó esa unidad e incluso se diría que la fortaleció a lo largo de siglos durante los que España fue realmente una, realmente grande y realmente libre. Después llegaron los Borbones. Desde entonces y hasta el advenimiento de Juan Carlos I España siguió siendo una, pero ya de distinto y esperanzador modo, al tiempo que dejó de ser tan pequeño en el contexto internacional como se había ido transformado y, para redondear el lema, es más que posible que no haya sido tan libre como algunos todavía se empeñan en afirmar.

El conde-duque de Olivares sugería a Felipe IV aplicar en toda España el igualitarismo castellano ante la ley, ya que así se convertiría en “el Príncipe más poderoso del mundo”

Todo transcurrió más o menos del modo que se dice hasta llegar a finales de 1700, pese a intentos anteriores a esa fecha como los que fueron protagonizados, pero no llevados a cabo, a instancias del conde-duque de Olivares: “Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su Monarquía, el hacerse Rey de España, quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser Rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona, sino que trabaje y piense, con consejo mudado y secreto, por reducir estos Reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia, que si Vuestra Majestad lo alcanza será el Príncipe más poderoso del mundo” y pese también a las inestimables ayudas prestadas al conde-duque por el virrey Santa Coloma, sin el apoyo explícito del monarca, de modo que durante el reinado de Felipe IV la unidad española continuó siendo articulada en lo que ahora, los afectados por el síndrome del teléfono móvil, denominarían “modo Habsburgo”, también “modo Austria”, como prefieran. Así fue  hasta que, a partir de 1700, comenzó a poder ser llamado el “modo Borbón”. Sucedió de ese modo una vez que Luis XIV, rey de Francia, se saltó sus compromisos y empezó a tomar la cosa “en serio”.

Resumiendo mucho, porque el hecho es que esto no es otra cosa más que un artículo sin mayores pretensiones, llegado 1700, a finales de ese año, Carlos II firmó un nuevo testamento por el que legó el reino a Felipe de Anjou que, de inmediato, es coronado en el palacio de Versalles como rey de una España a la que se desplazó de inmediato para ser aclamado por los castellanos, jurar los Fueros de Aragón y jurar también en Barcelona, ya en octubre de 1701, las Constituciones catalanas y convocar Cortes en las que se define el pactismo como norma reguladora de las relaciones entre Cataluña y la Corona “porque son amantes de sus privilegios y prerrogativas los catalanes, pero a todos se adelantan en el respeto y amor y veneración a sus Príncipes: defenderán los unos sin pasar los límites de su vasallaje fiel y obediente de forma que diestros artífices darán una misma tela de fieles con su Rey y de celosos con su Patria”.

A partir de ahí sucede lo que ya sabemos y les voy a eximir a ustedes de tener que pasear su vista por encima de los hechos que vienen no en cualquier manual de historia, pero sí en gran número de ellos. Desde entonces los catalanes han mantenido vivo su sentimiento, intentando recuperar sus constituciones al tiempo de irse convirtiendo en maestros en el arte del pacto, de la negociación e incluso de un constante regateo --que no pocos se atreverían a llamar chalaneo-- con las instancias del Estado español a fin de ir obteniendo ventajas que mejorasen su realidad económica incluso a costa de otras realidades con las que nunca han sido tan solidarios como ellos suelen afirmar. Pero es gracias a la conservación e incremento, gracias al  desarrollo de ese sentimiento, más que de los beneficiosos resultados de la negociación económica constante, gracias a lo que han sabido mantener vivo el sentimiento que una vez más los ha movido hasta llegar a la situación que, ahora y en gran medida, ha sido creado por ese sentimiento debidamente exacerbado.

Llevan trescientos años cultivándolo, ese sentimiento,  sin duda que legítimo, alimentándolo en un campo que está abonado por una concepción de la unidad de España que nada o muy poco tiene que ver con la existente cuando era el “modo Austria” el que estaba establecido. Un proceder que todavía hoy tiene mucho que ver con el “modo Borbón”, que es ese y no otro el que se ha venido oponiendo a él y lo sigue haciendo, agrupando a su alrededor a la mayoría de las distintas realidades españolas de las que únicamente se distancian, en distintas medidas, métodos y proporciones, el viejo Reino de Galicia y, por meter a Euskadi y Navarra en el mismo saco a ambas, y también el viejo reino de Navarra.

Luis XIV de Francia recomienda a su nieto Felipe V aniquilar los privilegios que eximen a ciertas provincias de contribuir a las necesidades del Estado

El sentimiento sigue siendo el mismo, a uno y otro lado del espejo. Y a veces se diría también que el procedimiento: “Con las armas en la mano todo se consigue... Si al tiempo de sujetar a los pueblos rebeldes no se les desarma y da la ley, se necesitará después de nuevas fuerzas para conseguirlo”. Melchor de Macanaz lo dijo así en su informe del 22 de mayo, si no equivoco fechas, aconsejando a Felipe V que dejase de ser un rey esclavo de los fueros, que se olvidase de aquellos fueros que ampararon a Antonio Pérez y mantenían vivo el pactismo catalán contemplado en su Constituciones. El 16 de mayo de 1705 Luis XIV lo había dejado claro al decirle a su nieto coronado en Versalles como rey de España: “Una de las primeras ventajas que el rey mi nieto obtendrá sin duda de su sumisión será la de establecer allí su autoridad de manera absoluta y aniquilar todos los privilegios que sirven de pretexto a estas provincias para ser exentas a la hora de contribuir a las necesidades del Estado”.

Trescientos años, tres siglos alimentando sentimientos encontrados; por un lado el de la convicción de que la letra, incluso la letra de la Ley con sangre entra, la asunción del aserto que se encierra en el aforismo que aconseja darle leña al loro hasta que aprenda el catecismo, unidos a la certeza de que no hay como la porra y el tentetieso para hacer entrar en razón a los elementos díscolos.

Eso por un lado; por otro lado, la necesidad de eludir lo que de verdad puedan encerrar los conceptos anteriores y la conveniencia de la emancipación uniéndolas a la conveniencia del regreso a los viejos tiempos de la unidad entendida de otro modo y la necesidad de pactar, de negociar ventajas a cambio de no mantenerse demasiado firmes en la exigencia de tales determinaciones ciudadanas tan sentimentalmente implantadas, resumiéndolas en la necesidad de independencia y soberanía entendidas al viejo modo. Quizá sea en estas dos actitudes en las que radique la tragedia del problema planteado.

No en el mundo actual, que es variopinto y distinto como siempre lo ha sido, pero sí en la Europa en la que afortunadamente vivimos, este tipo de asuntos no se solucionan enviando fuerzas policiales a dar porrazos, fuerzas judiciales a amedrentar con multas y sanciones y ni siquiera con fuerzas mediáticas que enseñen la realidad de modo que pudiera considerarse fragmentado o decididamente partidario cuando no sujeto a discusión su imparcialidad y buen criterio

El concepto de soberanía no es hoy el mismo que el de hace 100 años y tampoco lo es el de independencia, mientras que el nacionalismo puede ser muy peligroso

El concepto de soberanía no es hoy el mismo que el de hace tan solo cien años y con él no lo es el de independencia. ¿Cómo pretender entonces ser soberanos e independientes como se podía serlo hace tan solo siglo y pico? ¿Por qué más fronteras, más ejércitos, más policías, más monedas, más banderas de las que ya tenemos y después de haber reducido ejércitos y fronteras, haciéndolos comunes y dando marcha atrás en tantos sentidos y avances conseguidos? ¿Por qué más embajadas en tiempos de videoconferencias, correos electrónicos y vuelos propulsados a reacción que acercan las capitales europeas a distancias insospechables hace tan solo cien año?

Si el nacionalismo responde al concepto elaborado a partir de los postulados del romanticismo decimonónico es obsoleto y si lo hace enarbolando los principios que llevaron a Alemania, España e Italia, secundados por pueblos tan dispares como el nipón o el palestino, entonces, es extremadamente peligroso para la paz y la convivencia que hoy debe regir ya entre los pueblos tan próximos si no queremos la autodestrucción y la barbarie.

Estudiemos pues que, al menos Cataluña, Galicia y Euskadi, regresen a un  nuevo orden basado en el viejo y acreditado “modo Austria” de manera que la unidad de España no solo no se resienta, sino que se afiance y engrandezca, y abandonemos de una bendita vez, todos, esa educación sentimental que tanto nos ha deteriorado. Cómo hacerlo es algo que debe quedar en manos de los políticos; de estos o incluso de otros pero, en todo caso, hablando pausada y reposadamente después de haber dejado colgados en el armario más oculto de la casa, los sentimientos que hasta ahora tan solo han valido para que nos enfrentásemos.

8 Comments
  1. Benicadell says

    Alfredo Conde. Gracias a la cita que pones del conde-duque de Olivares te has dignado a nombrar al Reino de Valencia. Durante todo el articulo has ignorado al pueblo valenciano como si este no hubiese tenido esos mismos privilegios que un rey como Jaime I encargó se escribieran en la lengua que aquí hablamos y que por cierto era diferente a la que se hablaba en el Condado de Barcelona. Usted que es historiador podría decirme ¿Qué es más un reino o un condado? Creo que ningunear a Valencia es tergiversar la historia y si Valencia no es una comunidad histórica fue por falta de tiempo y por los motivos que todos sabemos.Estudiemos pues que, al menos Cataluña, Galicia Euskadi y Valencia y regresen a un nuevo orden basado en el viejo y acreditado “modo Austria” de manera que la unidad de España no solo no se resienta, sino que se afiance y engrandezca, y abandonemos de una bendita vez, todos, esa educación manipuladora tergiversadora y sentimental que tanto nos ha deteriorado desde todos los lados. Buenos días.

  2. florentino del Amo Antolin says

    Y ¿ el modo Republica ?. La historia de la vida, nos trajo a todos hasta aquí. Unas cuantas dictaduras, dos Repúblicas… Nos restableció un dictador, una Monarquía que habia jurado los principios fundamentales del movimiento; que posteriormente dejó: » Atado, y bien atado «. No lo tenia claro, pues casó ha una nieta, con la rama directa de los borbones… Pero… ¡ Cachis la mar, una sirga colocada a la altura del cuello, decapitó ha Alfonso !. Nunca nos enseñaron nada en donde se deben aprender estas cosas… ¡ La escuela !. Alfredo, no queremos ser subditos, nunca más; aceptaremos lo que digan las urnas, pero a ser posible la República es más igualitaria, y su presidencia tendría su caducidad. Mira los Griegos, optaron República… y nos mandaron al Constantino, y Ana Maria de Grecia para aquí… Ese, pueblo será siempre mucho más justo, e inteligente. En mi nombre, no !.¡ Ni Austrias, ni Borbones… Aunque te apellides Conde !.

    1. Manuel Calvo Escudero says

      Es que en el «modo república» no se puede admitir que unos territorios tengan privilegios sobre otros, lo mismo que las pesronas.

      1. florentino del Amo Antolin says

        Pues debes de estar en una República tu, porque los demás estamos en una Moarquía bananera, y mucho bananera. Una Monarquía nunca es igualitaria… Por ejemplo, tus hijos nunca podrán ser reyes; ni los mios tampoco… Lo que no quieren ser: ¡ Subditos !. Igual ha tí te encanta, en gustos personales no entro; pero piensa un poco… Si Franco puso una Monarquía, despues de jurar la bandera Repúblicana…. ¿ Que raro, no ?.

        1. Manuel Calvo Escudero says

          Yo: «la república está bien porque no hay privilegios». Tú: «¡Monárquico, franquista!».

          1. florentino del Amo Antolin says

            ¡ Que no estamos en una Republica !. Las desigualdades, estan aquí, y ahora… ¡ Con una Monarquia bananera; dirigida por un grupo de mafiosos, prevaricadores !. La Monarquía, amigo la puso Franco; un democráta como tu !.

          2. Manuel Calvo Escudero says

            ¿Pero dónde me ves defender a la monarquía? Yo digo que la república me parece muy bien y también que la república NO es compatible con fueros regionales como los que dice Conde, porque en la república ni las personas NI LOS TERRITORIOS pueden tener privilegio, o sea trato diferencial. Puede haber descentralización, mucha si es una república federal, pero en pie de igualdad, no a base de fueros y leyes viejas.

  3. Amilcar Barça says

    Manda cojones que los reinos que dieron origen a ¡¡Egpaña!! no aparezcan por ningún lado. Tiene huevos que territorios que fueron exógenos a ese nacimiento como reinos, sean los únicos que se reivindiquen como nacionalidades históricas. ¡Y una mierda! Hasta el anterior comentarista reivindica para Valencia esa posibilidad cuando a Valencia la denominó reino ¡el Rey de Aragón!. Claro que este rey, Jaime I, fue un hijoputa para Aragón, lo mismo que Fernando VII para Egpaña.

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