¡A la calle por el clima!

  • Según el último informe de Greenpeace sobre esta materia, la subida del nivel del mar hará desparecer parte del callejero de ciudades como San Sebastián, A Coruña, Barcelona, Málaga o Valencia
  • Esta foto de colapso está recibiendo contestación por parte de la juventud europea. Un movimiento impulsado por una joven sueca, Greta Thunberg, de apenas 16 años

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Sira Rego, candidata de Izquierda Unida al Parlamento Europeo

Nos hemos quedado sin tiempo. Atrás quedaron los años en los que podíamos permitirnos soñar con un horizonte de adaptación progresiva a los estragos del cambio climático, que ya en los años 90 preveía el grupo de expertas del Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC). Sabemos que en la actualidad la propuesta de la UE para reducir las emisiones de efecto invernadero al 40% en 2030 es insuficiente. Debemos aspirar al menos a que esa cifra sea del 80% si no queremos que la temperatura de la tierra suba dos grados, lo que desencadenaría fenómenos de enorme riesgo.

Por desgracia no es ficción, ni exageración. Los dos grados suponen consecuencias irreversibles que la comunidad científica ya alerta que generarán graves sequías, pérdida masiva de ecosistemas, olas de calor extremas, aumento de tormentas y huracanes, elevación del nivel del mar, extensas zonas del planeta inhabitables, crisis en la producción de alimentos… con el consiguiente encarecimiento de alimentos de primera necesidad, conflictos por los recursos hídricos o consecuencias para la salud, entre otros efectos. Y todo ello propiciará un aumento de la pobreza en zonas ya de por sí vulnerables y ocasionará un notable aumento de las migraciones climáticas.

Pero hagamos un esfuerzo mayor: pongamos datos a cómo afectará la elevación de la temperatura global a nuestro país. Según el último informe de Greenpeace sobre esta materia, la subida del nivel del mar hará desaparecer parte del callejero de ciudades como San Sebastián, A Coruña, Barcelona, Málaga o Valencia. Así como zonas de elevado valor ambiental como Doñana o zonas naturales como las playas del Mar Cantábrico o deltas como el del río Ebro. Y, por supuesto, sequías extremas que convertirán el 75% de nuestro territorio en un desierto, con las consecuencias para la salud pública que ello conlleva y el impacto que generará en nuestra economía, fuertemente dependiente del sector turístico.

Desde luego no parece sensato tomarse el asunto con frivolidad, dejarlo relegado a la cola de la agenda política, o simplemente usarlo de aderezo verde en los programas electorales. El cambio climático es una de las expresiones más contundentes de las distintas crisis que nos atraviesan. De todas ellas, es quizá la más material porque pone en riesgo la propia existencia de la humanidad. Y, sobre todo, nos señala de forma lapidaria e incontestable que este modelo económico, el neoliberalismo, es un fracaso social por los altos niveles de explotación y precariedad que genera, pero también es un sistema ecocida que pone en riesgo todas las formas de vida del planeta.

Y para muestra, un botón. Comemos naranjas de Marruecos, mientras que aquí cada año se abandonan más y más campos de cultivo de cítricos. Petróleo. Vestimos prendas de fabricación china, mientras se ha desmantelado nuestra industria textil. Más petróleo. Fabricamos coches, móviles, electrodomésticos en países lejanos, con fecha de caducidad y que cambiamos cada poco tiempo. Más petróleo.

Por fortuna, esta foto de colapso está recibiendo contestación por parte de la juventud europea. Un movimiento impulsado por una joven sueca, Greta Thunberg, de apenas 16 años, hace que chicas y chicos de institutos salgan cada viernes a protestar y desafiar al poder político europeo exigiendo medidas contundentes para frenar el cambio climático.

Precisamente por lo evidente que es para su realidad vital el escenario que se dibuja, no dejan de sorprenderse ante la inacción. Son ellas y ellos quienes interpelan a los responsables de la situación con sorpresa ante lo obvio: ¿Si sabemos dónde está el origen que genera el problema, por qué no intervenir para resolverlo?

Debemos cuidar y alentar este movimiento juvenil. Y no sólo porque es de sentido común proteger el espacio físico donde se producen las relaciones sociales, económicas y políticas, sino también porque, al igual que el movimiento feminista, es un movimiento impugnatorio que viene a cuestionar la raíz misma del modelo neoliberal, desde la sensatez que imprime defender el futuro del medio donde viven y se reproducen los seres humanos.

Por eso, este viernes 15 de marzo deberemos sumarnos y apoyar las movilizaciones que impulsan los y las jóvenes por el clima. Visibilizar la urgencia del asunto, exigir responsabilidades y exhortar a tomar decisiones audaces e inmediatas. Plantear alternativas para que haya un reparto justo de los recursos y una planificación adaptada a las necesidades de las personas. Para que la transición hacia un modelo más sostenible sea una transición justa y no deje a nadie atrás.

Es el futuro de todas el que está riesgo.

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