Carta a mi hijo de dos años para cuando acabe la pandemia

  • “Cuando empezamos a descubrir la excepcionalidad a la que nos enfrentábamos lo primero que hicimos fue tirarnos de los pelos porque no pudieras salir a la calle”
  • “Al menos en los primeros 15 días del “estado de alarma”, los niños prácticamente no habéis sido mencionados. Las autoridades políticas no os han tenido en cuenta”
  • “Quizás me preocupaba yo mucho más por como lo llevabas de lo que lo estabas tú. Y te he visto feliz. Eso nos ha dado fuerzas. Gracias”

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Hola Daniel. Estás leyendo esta carta porque ya ha terminado la pandemia del covid-19, o coronavirus, que hemos sufrido durante bastante tiempo. No sé si estamos en junio, en agosto, en octubre o en otro mes. Da igual. Lo importante es que estamos bien. Te cuento cómo ha sido el carrusel emocional que tu madre y yo hemos tenido durante muchos días. Al principio del todo, un poco antes de que se cancelaran tus maravillosas clases de la escuela infantil, estábamos preocupados por ti. Es que tener hijos tiene mucho de preocuparse. Y de aprender, eso lo hacemos cada día.

Lo primero que quiero que sepas es que eres un privilegiado. Lo somos. Estamos sanos, tenemos comida, dinero para comprarla, calefacción, muchos juguetes...No tenemos balcón o terraza, pero el piso de alquiler en el que ahora vivimos es lo suficientemente grande para que puedas correr un poquito por el salón o el pasillo. Además, tiene mucha luz.

Aunque no haya lugar para la queja, cuando empezamos a descubrir la excepcionalidad a la que nos enfrentábamos lo primero que hicimos fue tirarnos de los pelos porque no pudieras salir a la calle. Tú, que por tu naturaleza activa no pasabas más de dos horas seguidas en casa. Tú, que tenías más actividades de ocio que la mayoría de adultos. ¿Cómo no ibas a poder ir al parque? No nos entraba en la cabeza.

Pensábamos que el privilegio de tener una urbanización, con mucho patio común, nos iba a “salvar” del encierro. Bajaremos un ratito, sin tocar nada, y solos, nos decíamos. Tras un par de días de dudas, desde el gobierno y las autoridades policiales nos aclararon que nada de eso. Que en tu casa y punto.

Te cuento también, Daniel que, al menos en los primeros 15 días del “estado de alarma”, los niños prácticamente no habéis sido mencionados. Las autoridades políticas no os han tenido en cuenta, como pasa prácticamente siempre, haya o no cuarentena. Algunas mamás o papás, o profesionales de la psicología y educación lo han expresado en redes sociales sin mucho éxito por el momento. No pasa nada, hay que seguir.

“¿Cómo lo vamos a entretener? Se va a aburrir”. Eso pensábamos tu madre y yo. Un sentimiento que seguro que era compartido en muchas familias. Así lo reflejaba, por ejemplo el periodista (tu papá también es periodista, hijo) Quique Peinado: “Subestimamos la capacidad de los niños de entretenerse con cualquier cosa. No quiero hacer yo la demagogia esa barata de que los críos necesitan menos juguetes y que los malcriamos, no. Pero sí que es verdad que algunas veces hay que darles un cartón y unas pinturas y dejar de fliparnos”.

Tu madre y yo al principio también nos flipamos. Como en Madrid fuimos los pioneros en el confinamiento y llevábamos días de ventaja sobre el resto, comenzamos ya a pensar. Que si a comprar plastilina online, o unas nuevas pinturas, que si hay que hacer un horario pautado, que si a buscar talleres, que si meternos en grupos de Telegram donde la gente propone actividades…

Es bueno tener ideas originales y nuevas. Muchas te han gustado como cuando pusimos un “tobogán” en el sofá con una colchoneta. Es bueno tener rutinas. Pero luego resulta que te pasabas bastante rato entretenido con unos libros que tengo de Fito o Rosendo porque te gustan ver sus guitarras. O que durante muchos días seguidos solo querías que te hiciéramos “teatro” con unas marionetas de dedo. Por no hablar de lo que te gustaba hacer “gimnasia” o “bailar”.

Lo que más nos repetías al principio de todo esto es que querías ir a la escuela. Normal, con lo bien que te lo pasas allí. Y lo que te cuidan las educadoras infantiles. No sabes lo importantes que son, aunque haya algunas personas que las traten mal. Ellas, por cierto, se han preocupado mucho por ti durante este tiempo. Nos han llamado y nos han dado ideas para que te lo pasaras bien.

También quería contarte que tu mamá y yo hemos llorado alguna que otra vez. No nos has visto. No es malo llorar pero no queríamos preocuparte. Además, tu madre, que ha sido siempre una luchadora, me ha dado mucha fuerza y un apoyo indispensable.

Papá y mamá han estado contigo en casa todo el tiempo. El trabajo de mamá tuvo que cerrar y papá, como ya hacía antes, ha estado trabajando en casa con el ordenador. A veces te costaba mucho no llamarme para que saliera a jugar contigo y con mamá. Pero luego ya te acostumbraste y solo me llamabas para “la hora de la fruta” a media mañana.

Estos días ha habido mucha gente trabajando en cosas muy importantes. Mucho más que lo hace papá, al que además le cuesta concentrarse, le cuesta mantener la cabeza fría y no despistarse. Los que más importantes son, como te decíamos nosotros, eran los “doctores y doctoras”. A ellos les aplaudíamos desde la ventana del salón todos los días después de que cenaras. También nos acordábamos de las personas de los supermercados, de los que llevan camiones, etc ¿Te acuerdas? Todos los vecinos del edificio, también otros niños, salían a la misma hora.

Por cierto, no sé si sabrás que tu papá se acordaba mucho en los aplausos de tu abuelo. Que es doctor y ha estado todos los días yendo a trabajar para que la gente no se pusiera malita. Y al que quiere mucho, igual que a tu abuela, aunque no se lo diga de palabra. Quiero que sepas que me han enseñado a ser como soy y espero que a ti te enseñen también muchas cosas. Sé que los quieres mucho, como a toda la familia, tus tíos o primos. Y no se me olvida la cara de felicidad que ponías al verlos por “la tele” de vez en cuando. Y eso que teníamos dudas sobre si hacer esas vídeollamadas, no fuera a ser que te perjudicara ver una pantalla o que no entendieras la situación. Qué tontería.

En fin, que quería decirte que he pensado mucho en ti todo este tiempo. Que quizás me preocupaba yo mucho más por como lo llevabas de lo que lo estabas tú. Y te he visto feliz. Eso nos ha dado fuerzas. Muchas gracias, hijo. Vamos a vestirnos que hace un sol espléndido y nos bajamos al parque. ¿A cuál quieres ir hoy?

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