Guerra fría de vacunas en pandemia

  • "Lo que no se ha colado, sin embargo, en el debate, o ha quedado en un segundo plano, han sido los criterios para un reparto efectivo y justo de las vacunas"
  • "Un proceso internacional que está adquiriendo carácter de pulso geoestratégico, más allá de la necesaria y sana competencia entre diversos grupos y líneas de investigación"
  • "Hoy se nos ofrece una oportunidad excepcional a la humanidad para establecer un nuevo paradigma en la forma de enfrentar futuras pandemias letales"

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"Hemos aprendido por las malas que la manera más rápida de terminar la pandemia y reabrir las economías es empezar por proteger a las poblaciones de mayor riesgo en todas partes". Tedros Adhanom.

Se ha interrumpido de nuevo por unos días la tercera fase clínica de la vacuna Oxford, por una reacción adversa, y con ello parece haberse roto el velo de exceso de optimismo y la propaganda de los Gobiernos sobre la disponibilidad de las vacunas en Europa y los EEUU para finales de este año 2020. Parece que, también de nuevo, lo que ocurra con el resto del mundo es lo de menos.

Otra vez el exceso de confianza y la complacencia que debilitó nuestra reacción inicial a la pandemia. En este caso, una vez que varios gobiernos autonómicos habían anunciado públicamente que contaban para las mismas fechas con un volumen suficiente, hemos llegado incluso a la paradoja de introducirlo en el orden del día del Consejo interterritorial y a establecer una comisión bioética para informar el reparto (eso sí, entre nosotros) de la vacuna para la covid-19, para a continuación como el anuncio se quedaba inmediatamente en papel mojado.

Tan solo una breve interrupción de unos días ha permitido que los organismos internacionales, los investigadores y las empresas, hayan logrado introducir la lógica propia de un proceso investigador, que en el mejor de los casos nos lleva a mediados del próximo año para una primera producción y distribución de las vacunas. Unas fechas más realistas en las que apenas podremos disponer de un número limitado de ellas para dar cobertura anual, como mucho, a un veinte por ciento de la población mundial.

Con ello, se ponen también en evidencia una vez más las limitaciones de la actual cadena de suministros sanitarios del actual modelo de globalización. Si al principio de la pandemia fue la interrupción de la cadena de EPIs, Test y respiradores, lo que provocó el colapso de su distribución durante varias semanas decisivas, ahora nos damos cuenta de la concentración y localización de las fábricas de vacunas y medicamentos genéricos en países muy concretos como India, China, Brasil y Sudáfrica..con la consiguiente dificultad para un volumen de producción de miles de millones de dosis, como el que será necesario. Sobre todo si queremos que sea compatible con las vacunaciones periódicas y con los medicamentos más habituales de las enfermedades prevalentes.

Lo que no se ha colado, sin embargo, en el debate, o han quedado en un segundo plano, han sido los criterios para un reparto efectivo y justo de las vacunas, aunque no ha sido porque no haya habido iniciativas de la OMS, las organizaciones y fundaciones humanitarias o más recientemente las asociaciones de expertos en bioética. Parece evidente que deberán ser las personas mayores y los más vulnerables, junto a sectores esenciales como los trabajadores sanitarios y de servicios sociales.

Se ha dado por supuesta la lógica empresarial y nacional, que como en el pasado reciente prevé que sean el beneficio y el poder las que prevalezcan, dejando si acaso el margen sobrante para la solidaridad, aunque ambos términos sean contradictorios. Una lógica capitalista que de prevalecer sería incompatible con la lógica de la lucha de salud pública frente a la pandemia, ya que aunque su transmisión quedase restringida a la parte más deprimida de las sociedades y a la zona más alejada e incomunicada del planeta, no tardaría en provocar una nueva oleada global, impidiendo su contención y en su caso su erradicación.

Una lógica capitalista corregida o subvencionada, en el caso de las vacunas, por las dificultades intrínsecas a una investigación biológica y clínica tortuosa y una comercialización sometida a la más absoluta incertidumbre, que han obligado a la participación de fundaciones y ahora del sector público. El oligopolio de la industria de las vacunas en que Sanofi,Merck, Pfizer y Glaxo absorben alrededor del 70% de la recaudación, porque cada vez un número menor son capaces de transpasar el llamado 'valle de la muerte'. En este caso mediante fondos de capital riesgo como la iniciativa Warp speed o mediante compras masivas, por parte de los Estados, con carácter previo a la demostración de la seguridad y efectividad de las vacunas, así como respondiendo ante cualesquiera indemnizaciones futuras por los posibles efectos secundarios de las mismas. Es una nueva demostración de la urgente necesidad de un cambio de paradigma para la investigación en nuevas vacunas y antibióticos, con el protagonismo público y la gobernanza de los organismos internacionales.

Más aún hoy, en plena pandemia letal, en que se incrementan las presiones de los mercados, las instituciones y la opinión pública para su investigación, fabricación y distribución exprés con el objetivo de la reducción en más de dos tercios del tiempo y el solapamiento de las distintas fases de la vacuna. Como consecuencia inmediata, la carrera de los precios no parece haber hecho más que empezar. Así, los primeros tanteos apuntan a una diferencia que llega a triplicar los precios entre los 3€ de la europea AstraZeneca y los 30€ de la americana Moderna.

Aunque quizá lo más novedoso sea la carrera nacionalista a la que asistimos entre los países comprometidos con la investigación de más de un centenar de vacunas y la nueva guerra fría entre los EEUU y China, con el acompañamiento de la Unión Europea y Rusia en primer término y en un segundo plano de países como Cuba, India, Corea.. y entre otros dos españoles,: el de Esteban y el de Enjuanes y Sola .

Un proceso internacional que está adquiriendo el carácter de pulso geoestratégico, más allá de la necesaria y sana competencia entre diversos grupos y distintas líneas de investigación. En unos casos con el protagonismo de alianzas empresariales y en todos con la participación directa o indirecta de los Estados o de sus ejércitos.

Un nuevo pulso geoestratégico que se ha sumado al del armamento nuclear y la carrera espacial, heredados de la guerra fría, y que hoy incorpora los más recientes de los ámbitos comercial y digital entre los EEUU y China como superpotencia alternativa.

Durante estos meses, y después de primer momento de cooperación en la investigación del genoma y el origen y transmisión del virus, han prevalecido al final las presiones políticas, que primero han tratado de limitar el intercambio del conocimiento, al que se habían comprometido en el marco de organismos internacionales, para pasar luego las acusaciones mutuas y finalmente al boicot financiero y a la salida de los EEUU de la OMS.

De ahí se ha pasado directamente, tanto al espionaje o el hackeo, que ya han sido denunciados por varias universidades, así como al intento de cooptar o comprar a los patrocinadores de aquellas vacunas mejor posicionadas, como ha ocurrido con el intento de Trump rechazado por la presidenta alemana y el presidente francés.

No en vano se ha dado un nombre tan significativo como el de Sputnik para la iniciativa rusa, en recuerdo de su triunfo sobre los EEUU en la carrera espacial. Así, inmediatamente del anuncio de su registro en Agosto por el presidente Putin, una veintena de países de Asia, África y América Latina expresaron su disposición a recibirla. A este anuncio y al correspondiente de la vacuna. Sinopharm china, han respondido a su vez los Estados Unidos, por boca de su hasta ahora negacionista presidente, con el anuncio de registro de Moderna para antes de las elecciones presidenciales.

La cuestión fundamental es que en torno a esta vacuna de la covid-19, hoy se nos ofrece una oportunidad excepcional a la humanidad para establecer un nuevo paradigma en la forma de enfrentar futuras pandemias letales, y con ello quizá también la de otros retos globales como el hambre, las guerras, las migraciones o el cambio climático. Un paradigma diferente tanto al del mero beneficio y como al del poder del más fuerte.

De eso trata la iniciativa COVAX, dirigida conjuntamente con la Coalición para la Innovación en la Preparación ante Epidemias (CEPI) y la OMS, bajo el principio de que la distribución rápida y equitativa de dosis a las personas de mayor riesgo en todos los países, independientemente de su nivel de ingresos, es la única forma de poner fin a la fase crítica de la pandemia.

Por eso, para hacer frente al riesgo de los acuerdos bilaterales con las empresas, que en casos recientes como la gripe H1N1 han dejado fuera a los países empobrecidos, el objetivo es asegurar la participación de las economías de ingresos medios altos y altos con otras economías de ingresos medios bajos y bajos, en torno a un abanico de vacunas, que garantiza que todas reciban las dosis necesarias y que estás sean financiadas a través de la ayuda oficial al desarrollo. Hasta ahora han comprometido su participación ochenta países de ingresos altos y otros tantos de ingresos bajos. De seguir progresando así, no solo la distribución se correspondería con los criterios de salud pública, sino con un principio básico de justicia distributiva y bajo una gobernanza multilateral.

Un buen vasallo, si hubiera buen señor.

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