¿Y después del 14F, qué?

  • "El viraje gobernista y de asimilación a los partidos del régimen es tal que consideramos que se ha agotado el proyecto de Comuns y Podem para cualquiera que busque construir una alternativa"
  • "Tenemos claro que será importante votar para confrontar el peligro que supone la entrada de la ultraderecha con siglas propias al Parlament de Catalunya"
  • "Importa que la gente vote el 14F, pero sobre todo nos importa el cambio de rumbo que debe arrancar a partir del 15F"

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Enver Aznar, concejal y militante de Anticapitalistes y Sònia Farré, militante de Anticapitalistes

El domingo nos enfrentamos a una jornada electoral con un clima muy diferente al de años anteriores. No serán las elecciones de la ilusión, serán las elecciones de la covid-19, aunque sí tendrán algo que parece que ya no pueda faltar en la política catalana: se convocan anticipadamente por motivos partidistas y acaban siendo impuestas por una sentencia judicial, en este caso del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Esta legislatura que empezó con un 155 antidemocrático, siguió con una investidura marcada por las inhabilitaciones y con el juicio y persecución a los miembros del anterior Gobierno, ha terminado con la inhabilitación del President Quim Torra por demorarse en la retirada de una pancarta. Más allá de la evidente improvisación y mediocridad del actual ejecutivo catalán a la hora de plantear el aplazamiento electoral, no deja de ser un colofón lógico al despropósito judicial en el que se ha convertido la política catalana y a la legislatura que acaba y de la que no se puede hacer un balance positivo ni en avances nacionales ni sociales.

Ya ha quedado atrás el ciclo de momentos históricos –marcado por grandes movilizaciones y la respuesta a la represión– y se ha abierto camino un clima de desafección política y hastío generalizado cuyo detonante, que no la causa, es el mismo que el de la crisis económica: la covid-19. A este malestar para con la política institucional, se suma la frustración que se arrastra por el fracaso de las dos hipótesis de cambio del ciclo anterior: el asalto a los cielos, que prometía el bloque del cambio, y la de conseguir la independencia de ley a ley de la mayoría del independentismo. La gestión de la pandemia ha contribuido a este clima, al basar la solución a la crisis sanitaria en medidas dirigidas al control de la población –limitación de movilidad, toques de queda, entre otras– que no han ido acompañadas de un refuerzo al sistema de salud pública y de protección. La escalada de estas medidas, los mensajes culpabilizadores e infantilizadores hacia la población, y la sensación de abandono por parte de las instituciones, puede tener un fuerte impacto en la abstención o en un voto de castigo.

El resultado de las elecciones vendrá condicionado por quién dejará de votar este domingo, pero no parece que se vayan a producir cambios significativos en cuanto a las mayorías más allá de la división de la derecha en extrema derecha y extremo centro que -con un tono más o menos reaccionario- defienden políticas neoliberales y excluyentes. Aunque no solo la derecha de corte estatal está ofreciendo otra vez una salida neoliberal a la crisis, también lo está haciendo el gobierno estatal con UP sometido a las políticas del PSOE y el gobierno de ERC y JxCat a pesar de los grandes esfuerzos comunicativos para que parezca otra cosa.

El viraje gobernista y de asimilación a los partidos del régimen es tal que consideramos que se ha agotado el proyecto de Comuns y Podem para cualquiera que busque construir una alternativa. El giro ha ido acompañado del abandono de cualquier atisbo de soberanismo y de defensa del derecho a la autodeterminación; y de la renuncia a una política de ruptura en lo social, al supeditar toda apuesta a alianzas prioritarias con el PSOE. El espacio llamado a asaltar los cielos y cambiarlo todo se ha convertido en una simple muleta. Las cada vez más evidentes contradicciones y renuncias del Gobierno de coalición son asumidas por un espacio donde cada vez quedan menos perfiles provenientes del activismo y para quienes la apuesta por la “gestión de lo posible” (donde lo posible cada vez es más pequeño) provoca que llegar a poder jugar el papel de Iniciativa dentro del tripartito sea lo máximo a lo que pueden aspirar. No se puede, ni se quiere.

Quien sí que ha mantenido un programa anti austeridad y de ruptura es la CUP. Este es uno de los motivos por los que, a pesar de que desde Anticapitalistes decidimos no presentarnos a estas elecciones en ninguna candidatura, sí pedimos el voto para ellas como la opción más cercana y la más combativa contra el peligro real de la extrema derecha. Por eso y porque consideramos que es un actor clave en lo que aún está por construirse. Es un voto que no viene exento de dudas o críticas. En primer lugar, la candidatura apuesta por dirigirse exclusivamente a electores independentistas y obvia la posibilidad de interpelar a un sector más amplio de sectores de la izquierda huérfanos de referentes por el viraje de los comunes y favorables al derecho de autodeterminación, aunque no necesariamente independentistas. Esto les atrapa en la trampa en la que se ha convertido mantener sí o sí a una mayoría independentista gobernando liderada hasta ahora siempre por el neoliberalismo; y dificulta que el programa no quede sepultado en múltiples contradicciones en la acción parlamentaria. Durante esta campaña también hemos podido ver cómo se ha centrado mucho el discurso en la posibilidad de asumir responsabilidades de Gobierno. Más allá de titulares interesados y frases sacadas de contexto, no deja de ser preocupante ver cómo ciertas premisas que ya se observaron en la deriva última del bloque del cambio aparecen también en la izquierda independentista. Se entiende que uno se presenta a las elecciones con intención y proyecto de gobierno, nada más lógico, pero con la actual correlación de fuerzas lo que está encima de la mesa no es un gran alianza rupturista que pueda abrir candados reforzándose en una fuerte movilización social, precisamente. No, lo que se debate en esta convocatoria en todo caso no sería un Gobierno de la CUP, sino la entrada en un Gobierno de ERC y/o JxCat y, sinceramente, una CUP jugando el mismo papel que UP en el Gobierno del Estado con una correlación de fuerzas aún peor respecto a sus posibles socios, sería una catástrofe para la perspectiva de un horizonte de ruptura.

Pero aún con todas las dudas expresadas, tenemos claro que será importante votar para confrontar el peligro que supone la entrada de la ultraderecha con siglas propias al Parlament de Catalunya. Ya hemos podido comprobar, en el aumento de agresiones en la calle, lo que conlleva normalizar los discursos de odio racistas, machistas, xenófobos de esa tropa y las consecuencias que acaba teniendo en la cotidianidad que ciertas proclamas contra los derechos humanos más básicos queden no sean combatidas, queden impunes y tengan en las instituciones su altavoz. La extrema derecha es violencia: hay que pararles los pies a toda costa.

Es importante votar porque a pesar del clima antipolítico actual porque las medidas que se están aplicando en la respuesta a la crisis sanitaria imponen de nuevo, como ya vivimos muchas en 2008, una salida neoliberal a la crisis que enriquece a las pocas de siempre mientras a la mayoría no solo nos abandonan sino que se dedican a culpabilizarnos como si esta vez “nos estuviéramos contagiando por encima de nuestras posibilidades”. Apostamos por votar por una salida diferente a la crisis que contemple un plan de choque que combata el miedo, la incertidumbre, la precariedad y nos encamine hacia la seguridad vital.

Finalmente, una vez conozcamos la correlación final de fuerzas sabremos con qué contamos para reconstruir la izquierda catalana y crear un espacio político amplio y de mayorías que incluya a todos los sectores de la izquierda rupturista, a las nuevas generaciones de activistas y a aquellas que a pesar de no ser independentistas están comprometidas con el derecho de autodeterminación y el fin de la represión política. Importa que la gente vote el 14F, pero sobre todo nos importa el cambio de rumbo que debe arrancar a partir del 15F. No será una tarea fácil, no vamos a autoengañarnos: entre restricciones, miedos y el clima de desánimo generalizado tendremos que poner esfuerzos para articular nuevos espacios con capacidad de atraer a sectores nuevos no politizados, así como recuperar a las que han sido expulsadas por las dinámicas del anterior ciclo. Además, también vienen tiempos duros en cuanto al giro de tuerca neoliberal post-pandemia; a la lógica de represión y judicialización en la que se ha acomodado el Estado; y a la lucha contra una extrema derecha envalentonada y totalmente integrada en las instituciones.

Son condiciones lo suficientemente adversas y graves como para entender la urgencia y necesidad de construir herramientas para poder defender de nuevo los derechos más básicos que vuelven a estar en disputa en esta crisis civilizatoria para poder pasar a la ofensiva hacía un cambio de rumbo en la conquista de nuevos horizontes. El capitalismo es un proyecto fallido, que necesita de la desigualdad y la explotación del otro para mantenerse y hay que dar un golpe de timón hacia la democratización de la economía para garantizar la distribución del trabajo y de la riqueza, reforzar los servicios públicos y planificar un modelo productivo que garantice las necesidades de la mayoría social. Y para esto el resultado de las elecciones puede ayudar, pero sobre todo necesitaremos crear herramientas enraizadas en el territorio, con criterios democráticos y de pluralidad política y apertura al tejido social y a los movimientos sociales. Siempre hemos defendido que en Catalunya las propuestas políticas deben afrontar a la vez los derechos sociales y nacionales. Eso implica no excluir a nadie por su posición en lo nacional mientras se defienda el derecho a la autodeterminación. Pero también implica no incluir a quien destruye los derechos sociales aplicando políticas neoliberales allá donde interviene.

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