La Política en España, ‘puro teatro’

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Francisco Serra

A un profesor de Derecho Constitucional unos amigos lo invitaron al teatro. Habían estado unos años fuera de España, empeñados en poner en marcha en un país extranjero una pequeña empresa dedicada a artículos de lujo y la crisis económica los había obligado a cerrar el negocio. Por medio de una red social, hacía unos meses, habían retomado el contacto con antiguos compañeros de colegio y habían tenido noticia de que uno de ellos se dedicaba ahora al teatro y acababa de estrenar una obra en la que satirizaba la realidad nacional, retratando a España como una gran firma comercial. En la última escena, los actores se quedaban mirando al público y se preguntaban si no serían ellos los espectadores, mientras los que estaban sentados en sus sillas eran los auténticos actores.

El profesor, de camino a casa, se imaginó haber sido creado por un autor teatral y que todas sus acciones no estuvieran guiadas más que por la voluntad de alguien que dirigía sus actos. Mas en el teatro contemporáneo, que no es sino el reflejo del “absurdo” del mundo de hoy, apenas hay creador ni argumento y sólo existe una “imaginación que se imagina a sí misma”, una multitud en perpetuo devenir, sin ningún objetivo, abrazada a la consecución del efímero placer del momento presente.

En las obras literarias del barroco la imagen del mundo como un gigantesco escenario gozó de gran difusión y el profesor recordó haber asistido, hacía tiempo, en la iglesia de San Francisco el Grande a la representación del auto sacramental de Calderón, El gran teatro del mundo, y haber leído a los pocos días que el actor principal había fallecido de forma repentina. Cuando vivía en la Prosperidad frecuentó la compañía de un actor que había compartido cartel con Charo López y gracias a él asistió a varios estrenos. Él mismo muchas veces en sus clases se sentía como un experimentado intérprete que con sus ademanes y las modulaciones de la voz procuraba atraer la atención de los alumnos. En la facultad de Filosofía, de estudiante, le contaron que había un profesor que ensayaba en el aseo sus gestos para que, como decían de Wittgenstein, la audiencia pudiera creer que tenía delante a alguien “pensando”.

El día antes de ir al teatro, al salir de la Facultad, se había encontrado con gran número de personas que acudían a una misa en la capilla del campus de Somosaguas en desagravio por la performance que la semana anterior habían realizado unos estudiantes de su Facultad y en la que se habían desnudado en parte y lanzado gritos provocativos contra la Iglesia y el Papa. En el periódico había visto imágenes de otros estudiantes y profesores que habían protestado contra la detención de los “profanadores” e incluso por el correo electrónico le habían enviado un link a un video en el que se mostraba cómo difundían un comunicado. El profesor recordó entonces que, ya de joven, una amiga le había recriminado que él no era más que un “espectador”, que no “actuaba” realmente, que pasaba por la vida sin implicarse en las cuestiones. Aunque nunca compartió esa opinión, en los últimos tiempos cada vez le sucedía más a menudo sentirse distanciado de los asuntos públicos y ver más a los políticos como “actores” que como auténticos defensores de ideas.

Unos días después, en un homenaje universitario a Enrique Curiel, oyó como lo calificaban de “actor político” y se quedó meditando si la política no sería en el fondo nada más que una de las artes escénicas. Los mítines, que ya empezaban a proliferar, ante la proximidad de las elecciones de mayo, eran meticulosas representaciones teatrales, en las que los “teloneros” iban enardeciendo el ambiente hasta que el protagonista se subía al escenario y era recibido con un enfervorizado aplauso de sus admiradores. Los políticos, acostumbrados a tener que interpretar monólogos, tal vez para prepararse veían una y otra vez los episodios de El club de la comedia, aunque en el momento cumbre de la temporada, en el Parlamento y cuando se acercan elecciones, tienen que preparar “diálogos”, intervenir en debates, a ser posible en televisión, para lo que son convenientemente “maquillados”. Más de un candidato ha visto alejarse la posibilidad de acceder al poder a causa de una mala “actuación”, como le sucedió al sudoroso y desmejorado Nixon frente al saludable y bronceado Kennedy, o ha pasado dificultades por no haberse memorizado algunos “diálogos” de su papel (en esas representaciones en las que no es posible la presencia de un “apuntador”), dudando sobre el precio de un café o el coste de un billete de metro.

En pocas ocasiones se ha incidido en el hecho de que la representación “política” es, sobre todo, “representación”, privilegiándose hasta ahora el origen “jurídico” del concepto sobre el “dramático” que, sin embargo, con el desarrollo de los medios de comunicación de masas ha llegado a ser determinante. Uno de los más importantes antropólogos del siglo XX estudió en la lejana Bali la importancia del Estado-teatro, donde la estructura estaba al servicio de la pompa, de la “representación”, al revés de lo que hemos considerado hasta ahora en nuestras sociedades occidentales.

En las últimas semanas el mundillo de la política española estaba muy agitado ante la posible retirada de la “escena” de uno de los principales “actores”, que había ido perdiendo el favor del público,  y habían aumentado las cábalas sobre el que pudiera sucederle como primer actor de la compañía. Se especulaba con que antes de emprender “gira” por las principales capitales se anunciara el cartel de la próxima temporada, pero nada indicaba que se fuera a conocer en breve, a pesar de que esta misma semana el “protagonista” debiera reunirse con los “empresarios” que supuestamente “financiaban” la obra.

El profesor, esa noche, después de conocer las desalentadoras noticias que traía la actualidad política, buscó en Youtube la prodigiosa melodía que llevaba varios días rondándole la cabeza, “Puro teatro”, en la voz de la grande, la única, la incomparable Olga Guillot.

2 Comments
  1. kreaten says

    Pues si, cuando se insultan entre ellos o se poner a cantar es cuando más se burlan de nosotros. Me parecia increible y encima las noticas perdiendo tiempo en eso y no en noticias de verdad.

  2. Luis says

    Ha sido un placer volver a reencontrar Francisco Serra. Le saludo un antiguo alumno de la UCM que no olvidará su introducción al derecho y las pizarras y el arte con las que las llenaba de esquemas increibles. Un saludo

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