¿Cuanto peor, mejor?

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Luis María González *

Han sido tres meses de negociación. Patronal y sindicatos estaban emplazados a reformar la negociación colectiva y comprometieron su capacidad de diálogo ante las instituciones políticas, el Gobierno y la sociedad. La actual estructura de convenios colectivos y el propio papel de las organizaciones sindicales y empresariales necesitaban una profunda reestructuración para ganar en cobertura, eficacia y racionalidad. No sin dificultades, la negociación fue avanzando hasta, prácticamente, tocar el acuerdo con las manos. “Estuvimos a un cuarto de hora del pacto”, dijo Toxo, pero algo ocurrió en la CEOE tras las elecciones del 22 de mayo, en las que la derecha tiñó de azul el poder territorial y local de España. Sectores de la organización patronal, capitaneados por su vicepresidente Arturo Fernández, a la sazón presidente de la patronal madrileña, arremetieron contra los avances registrados en la negociación y recuperaron el ideario antisindical para que el convenio colectivo perdiera su función esencial de protección colectiva de los derechos de los trabajadores. Interpretaron estos sectores que no se debe pactar ninguna reforma en un momento de agitación conservadora en las urnas, en Europa, en los mercados y en las instituciones financieras. A medio plazo, creen estos portavoces empresariales, “solo cabe ir mejorando y cualquier pacto quebraría nuestras expectativas”.

Poco o nada importa a los campeones del patriotismo, la salud de la economía española y la percepción que de la misma puedan tener los tan reverenciados mercados. Importa más el negocio que el factor humano, y en caso de duda, que aumente el desempleo. Juegan con fuego estos aprendices de brujo, empeñados en resucitar la cruzada antisindical. Desprecian el diálogo, arruinan el pacto, y si fuera necesario, acariciarán la desregulación por decreto. Son sensibles a la democracia si esta blinda sus intereses, pero no dudan en devaluarla si a través de ella asoman los intereses de los trabajadores. Se me dirá que han sido muchos los acuerdos firmados por la CEOE con los sindicatos; incluso se afirmará solemnemente que uno de los dirigentes empresariales más pactista ha sido, en su ámbito, el presidente de la patronal madrileña.

Pero las cosas cambian y lo que ayer era responsabilidad y oficio, hoy se torna voracidad y negocio. Quizás, no sean ajenos los portavoces empresariales a esta ola de hostilidad contra los sindicatos desplegada por el aparato mediático más conservador. Nada mejor que pescar en río revuelto. ¿Porqué pactar con los sindicatos en un país que huele a cambio de ciclo político? ¿Para qué conciliar los intereses de empresarios y trabajadores en los convenios colectivos, si es posible salvar los primeros y tutelar por ley los segundos? Tan poco edificante ejemplo acabará pasando factura.

Estos días han sido muchos los comentarios sobre el papel del presidente de la CEOE. Rosell ha sido desautorizado en varias ocasiones por su Comité Ejecutivo. La última cuando había cuasi cerrado un principio de acuerdo con Los secretarios generales de CCOO y UGT. Pero ojo a su aparente victimismo. No se puede nadar y guardar la ropa. Si ha sido objeto de un intolerable chantaje del aparato empresarial al que pertenece, que lo denuncie y se vaya. Si prefiere la retórica de la nada para justificar su papelón allá él. Pero, lo que es peor, si se pone al frente de la operación política contra la negociación colectiva, derivando hacia los sindicatos la falta de valentía de la que él hizo gala, habrá que convenir que las expectativas creadas tras sustituir a Díaz Ferrán se han desvanecido con sorprendente celeridad.

No hace falta recordar que los sindicatos hicieron lo imposible por lograr un acuerdo. La negociación colectiva es una herramienta vital para proteger y ensanchar los derechos laborales y profesionales de los trabajadores. Hubiese sido una irresponsabilidad no pelear hasta el último minuto por pactar una reforma de los convenios que se nos antoja imprescindible. Pero que nadie se engañe. Este es un conflicto que se abre y quien lo abre ha de atenerse a las consecuencias. Los sindicatos serán intransigentes en la defensa de la negociación colectiva. En ese campo se dirimen las condiciones de trabajo de millones de trabajadores y no permitiremos que la negociación colectiva ceda el paso a la desigual e injusta individualización de las relaciones laborales. En esta batalla no habrá tregua. Si la patronal antepone el beneplácito político a la normalización contractual; si busca romper el equilibrio colectivo del convenio, sobre todo del convenio sectorial, para trocear la negociación empresa a empresa, grupo a grupo, persona a persona, se encontrará en cada centro de trabajo al sindicato, al comité de empresa y a los representantes de los trabajadores. La huida de la negociación de la patronal hará crecer la conflictividad laboral, muy a nuestro pesar.

(*) Luis María González es periodista y coordinador de la secretaría de Comunicación de CCOO.

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