Thatcher: polémica en su vida política y en su muerte

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Carlos García Valdés

Imagen de archivo (25 de julio de 2005) de la exprimera ministra británica Margaret Thatcher. / David Bebber (Efe)

La expremier ministra británica, Margaret Thatcher, falleció ayer, día 8,en Londres, de un infarto cerebral, a la edad de 87 años, pues había nacido en Grantham en 1925. Sus últimos años no fueron fueros buenos ni para ella ni para su familia. Aquejada de pequeñas y sucesivas embolias desde hace once años y del mal de Alzheimer, su vida se había condensado en la rememoración confusa de su trayectoria política y personal, sin memoria de cuanto efectivamente significó para el Reino Unido.

La reina Isabel II y el primer ministro David Cameron, que se encontraba esta jornada en Madrid, han expresado su serio dolor por la pérdida y el expreso reconocimiento hacia su pasada labor. En estas mismas páginas  di cuenta del libro de memorias publicado por la editorial Aguilar, titulado Los años de Downing Street, que me excusa del pormenorizado repaso a su vida, plena de acontecimientos y ejercicio del poder, desde su primer cargo ministerial al rango de premier durante 1979 a 1990.

De la misma forma, si los textos autobiográficos aparecieron en el mercado nacional, no puede olvidarse la película estrenada en 2011 La dama de hierro, de Phyllida Lloyd, sobre los postreros años de su vida, con abundantes flashbacks que nos recuerdan, con cierto detalle, sus comienzos. Su protagonista, la actriz Meryl Streep, obtuvo en el siguiente año el Globo de Oro y el Oscar a la mejor actriz principal. Ambas aportaciones son favorables -cosa lógica en la autobiografía- al personaje.

Margaret Thatcher suscitó en vida, y de seguro lo hará en muerte, dispares sentimientos. Líder del partido conservador e incuestionable rehabilitadora del mismo en sus peores momentos, le dio contenido y sustancia ideológica durante sus años de mandato. Es verdad que tuvo que soportar innumerables problemas de gobierno y es aquí, en el sector popular y de clases sociales más desfavorecidas, donde surge la crítica y el rechazo. Vencedora de la guerra de las Malvinas, este suceso fue su gran momento de gloria. Pero tuvo otros muy penosos. Entre estos últimos, las numerosas huelgas y los reiterados atentados terroristas del IRA.

Siempre estuvo Lady Thatcher en contra de los poderosos sindicatos británicos. Las innumerables huelgas llevadas a cabo en protesta por el recorte de sus derechos, especialmente por la flexibilidad laboral, o por la privatización de empresas, obtuvieron a su vez una correspondiente y dura respuesta, siguiendo adelante con tales transformaciones, pese al desenfrenado aumento del paro. En cambio, redujo los impuestos y controló la inflación, lo que le valió un cierto reconocimiento que determinó, entre otras cosas, sus sucesivos triunfos electorales. La polémica la acompañó en este tiempo.

No es descabellado mantener, ahora que han pasado los años, que si su liderazgo se tambaleó precisamente por las luchas obreras, la guerra de las Malvinas, ya mencionada, fue un balón de oxígeno para sus intereses de gobierno y los de su partido. La confrontación con los trabajadores no se detuvo en los acontecimientos recogidos anteriormente. Las huelgas de los mineros fueron severas y encontraron la firme respuesta de la primer ministro que no le valieron, precisamente, simpatías. Pero el triunfo guerrero todo lo convirtió. De hecho, reiteró su mandato durante muchos años más.

En política exterior, Margaret Thatcher se acercó principalmente al presidente norteamericano Ronald Reagan, aunque no desdeñó el reformismo de Mijaíl Gorbachov. Pragmática, en todo caso, su gran aliado transoceánico fue esencial para el conflicto bélico mencionado y marcó sus relaciones hasta su renuncia.

Precisamente, fue el partido conservador, su partido, quien la vino a apartar del poder. El impuesto denominado poll-tax, impopular por demás, que aparejaba como consecuencia de no satisfacerlo la exclusión del voto, fue la gran causa del declive de la premier. En cambio, realmente, no lo fue, como se ha dicho y calificado como más determinante si cabe, su permanente rechazo a la integración europea. Este motivo, es cierto, que la desprestigió ante el continente, que pretendía una unión sincera, amplia y sin reservas, pero importó poco a los militantes de su grupo parlamentario. La misma insolidaridad que al respecto ahora demuestra Cameron se fraguó entonces.

La importancia de la baronesa Thatcher es incuestionable. Fue la primera mujer jefe de gobierno de un país occidental y fue, sobre todas las cosas, una mujer de partido. No le importó el atentado que sufrió durante el congreso de Bristol en 1984 y ordenó continuar con sus sesiones, pues era más importante la reunión integradora que el propio sangriento suceso.

Toda su actividad política estuvo presidida por la ideología conservadora, que encontró debilitada y amorfa cuando se alzó con el primer triunfo electoral, formación que, según hoy dice David Cameron “salvó al Reino Unido”. El mérito, sin lugar a dudas, fue de esta mujer de raza, de esta anciana que, enferma y sin recuerdos, ha fallecido este lunes.

3 Comments
  1. Ezkertiarra says

    «¿Cómo deberíamos honrarla? Privaticemos su funeral. Saquémoslo a concurso público y aceptemos la oferta más barata. Es lo que ella habría querido» (Ken Loach)

  2. Susana says

    Fama mal ganada con las peores formas de los hombres más rudos

  3. Olivia says

    Estimada Susana, por favor, es que para usted las mujeres deben ser floreros y etereos seres de delicadas maneras? las mujeres tenemos derecho a ser tan rudas, tan tontas tan crueles y tan desacertadas como lo son algunos hombres…Hasta que no aceptemos eso, nada va a cambiar…desapruebo las politicas de la Thatcher pero no que se le exija a ninguna mujer (thatcher o quien sea) comportamientos o caracteres que se le atribuyan como propios de su sexo

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