La teatralización de la derrota

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Hugo Martínez Abarca *

Hugo Martínez AbarcaPor una vez dice una verdad el ministro de Interior. La entrega de unas armas por parte de ETA en un vídeo es una teatralización. Y probablemente no sea excesivamente relevante. Todo lo que ha hecho ETA ha sido teatralización desde el 20 de octubre de 2011 cuando anunció el fin definitivo de su violencia. Ese era el paso relevante y decisivo. A partir de ahí la relevancia de cada paso dado es menor. Aunque en vez de dar una pequeña mesa con armas ETA hubiera inutilizado un camión lleno de pistolas y explosivos, dado que no sabemos cuántas armas tiene en total ETA, podríamos pensar que ETA guarda todavía otro arsenal. Tampoco el anuncio de la disolución será más que una escenificación: ETA no es una sociedad mercantil con un CIF cuya disolución mediante escritura notarial imposibilita su actividad; su disolución será simbólica, la disolución de un nombre, un anuncio para poner una fecha en la Wikipedia.

Lo real, lo sustancial fue el anuncio del fin de todas las formas de violencia de ETA en octubre de 2011 y sobre todo su efectivo cumplimiento. Desde entonces no sólo no ha habido ninguna persona asesinada por ETA. Tampoco se ha detectado ningún movimiento de ETA para su financiación (el impuesto revolucionario) ni para el aprovisionamiento de armas. Ese es el implacable certificado de defunción de ETA: sin dinero para mantener activistas ni actividades ni nuevas armas con las que matar o amenazar ETA pasa a ser un recuerdo. Esto unido a que nunca más tendrá apoyo político pues el giro estratégico de la izquierda abertzale es evidentemente irrevocable. El cierre de ETA ha sucedido ya. Lo que quedan son teatralizaciones, claro que sí, pero no son teatralizaciones hasta lo importante (la disolución) sino desde lo importante (el fin de su violencia).

Durante todo este proceso ETA no ha sido la única en teatralizar. Desde que en 2010 ETA mató por última vez a este momento, cuando todos sabemos que ETA no va a matar nunca más, no ha cambiado nada, sólo ha habido pasos irrelevantes de pura escenificación según las declaraciones solemnes de los diversos dirigentes del PP. Quienes han roto con el PP por blando hablan de esta ETA agonizante como una ETA más fuerte que nunca que está logrando todos sus objetivos y exigen que ahora haya más dureza estatal que la que había cuando ETA asesinaba semana sí semana no. En estos años según el relato de nuestra derecha política y mediática ETA ha gozado de una inaudita expansión y ha pasado a ser todo lo que confronta políticamente con el PP: desde quienes paran desahucios a quienes quieren deponer por vía parlamentaria el gobierno corrupto de Navarra. Estaríamos ante una ETA más fuerte que nunca si les creyésemos. En cuartopoder.es leíamos que, pese a sus declaraciones, el Gobierno está convencido (como todo el mundo) de que estamos ante el final de ETA: las declaraciones son pura teatralización.

Hay, pues, dos teatralizaciones y en ambos casos son la teatralización de la derrota. ETA está escenificando su derrota: ha cerrado la persiana sin conseguir ninguno de sus objetivos y sus reivindicaciones de máximos son la salida de la cárcel de sus presos dejando que las cuestiones políticas las gestionen los partidos políticos. Esto es, las reivindicaciones de máximos de ETA consisten en hacer como que nunca hubiera existido (ningún logro político, ninguna sanción penitenciaria). Por encima de todo está la evidencia de que ningún paso ha sido a cambio de tal o cual condición: ETA echa el cierre porque no le queda otra alternativa. Esta teatralización es una solemnización de algo real: el fin de la violencia de ETA es real, se acabó ETA. Cada paso es incondicionado e incluso en la cuestión penitenciaria el último paso ha sido acogerse a la legalidad española para desbloquear la situación de los presos. A nosotros, observadores ajenos ansiosos de paz, nos resulta una escenificación excesivamente lenta, con ribetes casi cómicos de tan plúmbeos. Dado que el paso definitivo ya se dio, no se entiende por qué no se dieron los pasos operativos (entrega de armas y anuncio de disolución) a la semana siguiente del anuncio del fin de la violencia para siempre: si ETA renuncia a la política (que ‘entrega’ a la izquierda abertzale) y anuncia que renuncia a la violencia no se sabe qué queda de ETA salvo la necesidad de un interlocutor para ordenar con el Gobierno la gestión de su final. Una escenificación tan repentina hubiera puesto mucho más difícil el dontancredismo del Gobierno, así que no queda más que suponer que el lento ritmo de escenificación de lo evidente obedece a razones de consumo interno. Allá ellos: esa lentitud para consumo interno es lo único que pueden consumir también quienes desde la derecha nacionalista española se agarran a la existencia de esta ETA latente como a un clavo ardiendo.

Lo más sorprendente es que la otra escenificación, la del Estado (la de quien evidentemente sale victorioso de 40 años de enfrentamiento con esta ETA que agoniza) también es una escenificación de la derrota. Mientras ETA daba pasos hacia la normalización incondicionados como si fueran voluntarios, todos los pasos que ha habido desde el Estado (derogación de la doctrina Parot, legalización de las organizaciones políticas de la izquierda abertzale, puesta en libertad de algún preso con enfermedades graves) han sido arrastrados por decisiones judiciales. Así tiene pinta de suceder cuando los presos del EPPK comiencen pronto a solicitar el acercamiento a cárceles vascas, la redención de penas… Dado que pedirán que se les aplique la ley, al Gobierno no le quedará más remedio tarde o temprano que cumplirla, pero o mucho cambia su actitud o forzará la legalidad hasta que un tribunal le obligue. Así pues, pasos que deberían haber sido puramente normales (legalización de partidos que renuncian a la violencia, cumplimiento de las penas según lo previsto en el momento de la comisión de los delitos, medidas humanitarias para los presos gravemente enfermos, cumplimiento de la legalidad penitenciaria…) podrían haber sido escenificados por el Gobierno como medidas de magnanimidad del bando vencedor y sin embargo el Gobierno y los sectores que se han apropiado de la voz de las víctimas han decidido escenificarlo como una sucesión de derrotas del Estado, como victorias de una ETA más fuerte qué nunca.

La consigna de la derecha nacionalista e inmovilista es que no hay que mover un dedo porque se quiere que el final de ETA sea con vencedores y vencidos. Aparentan no darse cuenta de que precisamente su simulada ceguera es lo que está suponiendo una escenificación ridículamente generosa del Estado con ETA. ETA ralentiza todo lo que puede sus pasos lo que supone la escenificación de su derrota: si se sintieran ganadores hace tiempo que habrían dado todos los pasos simbólicos de cierre de la organización. Por eso resulta tan absurdo ver al Estado y a su Gobierno escenificando que ETA ha ganado y a los usurpadores de la voz de todas las víctimas anunciando una derrota total del Estado frente a una ETA victoriosa que, pese a todas las evidencias, estaría más fuerte que nunca y logrando todos sus objetivos.

Claro que hay teatralización: teatralizan todos. Lo que no se sabe es dónde han encontrado esos guionistas.

 (*) Hugo Martínez Abarca es miembro del Consejo Político Federal de IU y autor del blog Quien mucho abarca.

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