Peros

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Santiago Alba Rico *

Santiago-Alba-RicoLos medios y los gobiernos occidentales insinúan estos días una identificación tramposa. Y un sector de la izquierda cae en esa trampa.

Pero se puede abordar la cuestión con un mínimo de sensatez y prudencia.

Supongamos que lo que Ucrania, Siria y Venezuela tienen en común es el descontento social, que en casi todos  los lugares del mundo, por lo demás, está hoy justificado.

Pero el descontento social no siempre se expresa y no siempre se expresa de la misma manera. Que se exprese o no se exprese depende de que el descontento sea más o menos extenso y más o menos intenso. Hay menos motivos para el descontento social en Suecia que en Tailandia; o en Alemania que en Grecia.

Pero incluso si es extenso e intenso, que se exprese o no dependerá de muchos factores: una chispa aleatoria, la cultura política, la organización interna, la presión exterior, el grado de represión, la política del gobierno. En España, por ejemplo, hay mucho más descontento que expresión de descontento, y esto se debe probablemente a una combinación de shock y hedonismo de masas, de despolitización orgullosa y descrédito de los partidos.

Pero no todos los gobiernos son iguales. Hay distintos tipos de descontento y distintos tipos de poder. Que el descontento se exprese de una manera o de otra, dependerá a su vez del origen, historia y carácter del gobierno. Una feroz dictadura como la de Siria retrasará mucho tiempo la explosión, pero sólo a costa de aumentar luego su virulencia destructiva. Una democracia muy limitada, oligárquica y corrupta, como la de Yanukóvich en Ucrania, combinará represión y legalidad de tal manera que la legalidad se interpretará como debilidad y la represión como provocación; y la confrontación irá in crescendo hasta un desenlace más o menos desestabilizador y no necesariamente esperanzador (basta ver el “baño de masas” de la Timoshenko). Un sistema democrático relativamente garantista, como el que existe en Venezuela (o en Brasil, o un poco menos en España y Estados Unidos) gestionará mejor la confrontación derivada del descontento, no obstante la ferocidad incivilizada de su derecha y la torpeza a veces de sus clases dirigentes. En Venezuela, donde el descontento real se expresa poco y el que se expresa es minoritario y está claramente administrado,  podrá haber un golpe de Estado, pero no una revolución.

En todo caso, cuando hay descontento social todas las fuerzas, internas y externas, tratan de aprovecharlo en su favor: las izquierdas contra los gobiernos de derechas, las derechas contra los gobiernos de izquierdas; los imperialistas contra los gobiernos anti-imperialistas, los anti-imperialistas contra los gobiernos imperialistas. Desgraciadamente -como demuestran las revoluciones árabes y ahora el caso de Ucrania- la izquierda, por faltas propias y violencias ajenas, siempre está en peores condiciones para explotar en su favor el descontento social. O para calmarlo allí donde raramente gobierna, como es el caso de Venezuela. A esto hay que añadir, por supuesto, unos medios hegemónicos, interesados o perezosos, que abultan o relativizan, según los países, el signo, intensidad y extensión de las protestas. Basta considerar, por ejemplo, la vergonzosa cobertura de las protestas venezolanas por parte de esos mismos medios españoles que no dudan en calificar de “kale borroka” -con lo que ello implica de criminalización liberticida- a los jóvenes que se movilizan en España contra los recortes.

Pero es de un gran cinismo pretender, como hace la derecha, que el descontento social contra los gobiernos de izquierdas -o geoestratégicamente molestos- es siempre una expresión de “democracia”. Y que el descontento social contra los gobiernos de derechas -o geostratégicamente aliados- es “terrorismo”.

Pero es de un gran cinismo también, como hace un sector de la izquierda, pretender que el descontento social que cuestiona a nuestros amigos o aliados es “mercenariado” y “terrorismo” y que el descontento social que cuestiona a los gobiernos de derechas está cargado de “conciencia de clase”, es “democrático” y potencialmente de izquierdas o, al menos, anti-imperialista. Nuestros dobles raseros son también dobles raseros, y no podemos pretender que están justificados por una “causa superior”. Los dobles raseros no son ni de derechas ni de izquierdas o, mejor dicho, son siempre de derechas, incluso o sobre todo cuando se bricolean desde la izquierda.

Pero Ucrania, Siria y Venezuela tienen gobiernos completamente diferentes. Identificarlos demuestra un enorme cinismo o ignorancia. Conozco poco el caso de Ucrania, pero Siria es una feroz dictadura de 40 años surgida de un golpe de Estado contra la izquierda del partido Baaz. Venezuela, por su parte, es una democracia asentada tras 19 elecciones transparentes y a pesar de al menos dos tentativas de golpe de Estado por parte de la derecha. Hay una gran inmoralidad por parte de la prensa y los gobiernos occidentales que pretenden asimilar los tres gobiernos. Las mareas ciudadanas surgidas del 15M, mucho más masivas que las protestas venezolanas y tan justificadas como las ucranianas, no convierten al PP en el partido Baaz ni a Rajoy en Bachar Al-Assad; ni siquiera lo convierten en el Partido de las Regiones y en Yanukóvich. Un medio de izquierdas que así lo pretendiera sería considerado mentiroso, demagógico e indecente.

Pero es verdad que Chávez primero y después Maduro han hecho todo lo posible para facilitar esa identificación mediante el apoyo expreso al régimen de Al-Assad. Como dice la expresión coloquial, se lo han puesto “a huevo” a las derechas (y a la opinión pública que escucha sus tertulias y lee sus periódicos), a sabiendas de que la única defensa posible frente al imperialismo es justamente la “diferencia democrática” y la solidaridad con los pueblos.

Pero es verdad que también el Estado español (por no hablar de los EEUU) ha hecho siempre todo lo posible para identificarse, por ejemplo, con Arabia Saudí -teocracia a la que se presta un apoyo público y con la que se mantienen proficuas relaciones de negocios- y nadie saca conclusiones ontológicas de esta relación venérea. Al parecer, la democracia venezolana no puede apoyar por razones estratégicas a un dictador y en cambio la democracia española sí puede hacerlo.

Pero este doble rasero ignominioso no debería consolarnos a los izquierdistas ni desde luego servirnos de pretexto para disculpar a Venezuela en Siria ni -aún peor- para rehabilitar o elogiar a Bachar Al-Assad (o a Yanukóvich o a Putin o a Jamenei).

Pero tenemos que oponernos con todas nuestras fuerzas a la amenaza de un golpe de Estado en Venezuela.

Pero tenemos que apoyar a los pueblos del mundo que expresan su descontento social y democrático y tratar de desplazarlo -el descontento- hacia la izquierda: y esto sirve para Venezuela (donde el verdadero descontento no está en la calle y donde se puede y se debe girar mucho más a la izquierda) lo mismo que para Ucrania, Siria, España y EEUU, donde estamos en clara desventaja. Por faltas propias y violencias ajenas.

Pero hay que solidarizarse con el gobierno de Venezuela, donde -al contrario que en Siria o en Ucrania- sí está en juego la causa anti-imperialista y la supervivencia de la izquierda.

Pero no hay que perder ni la sensatez ni la prudencia.

(*) Santiago Alba Rico. Filósofo y columnista. Su último libro publicado es ¿Podemos seguir siendo de izquierdas? (Panfleto en sí menor) (Pol-len Edicions, Barcelona, 2014).
4 Comments
  1. Heber Rizzo says

    Claro, para el articulista Venezuela es «garantista» (recuérdese el «exprópiese» de Chávez o el pajarito censor de Maduro como claro ejemplo de garantías) y supongo que Castro debe ser el epítemo de las libertades. Con un concepto tan claro de democracia, su opinión debe servir de ejemplo… negativo.

  2. guardia says

    Como si el resto de paises europeos fueran menos totalitarios que Ucrania o Siria. Me gustaría ver a una oposición armada financiada desde el exterior atacando MAdrid o París, ya veríamos «el respeto a los derechos humanos» de sus respectivos gobiernos. Pero si terminan de asesinar a 15 indefensos inmigrantes en la frontera, que ho harían contra el pueblo organizado y armado por una potencia extranjera, lo mismo que Assad, chavez o cualquier otro gobernantes, sea un tirano, medio tirano o tirano absoluto,

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