Algo más que un debate

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Julio Anguita *

Julio_AnguitaEn el diario El País de 31 de Mayo del 2012 y bajo el título de Soberanía compartida, Felipe González escribía lo siguiente:

 "Cuando se decidió que debía haber una divisa única, el euro, y un único Banco Central, nos olvidamos de unos cuantos elementos fundamentales para que el sistema funcione como es debido. No es posible una unión monetaria con políticas fiscales y económicas divergentes. Al negociar el Tratado se hablaba de una Unión Económica y Monetaria, pero sólo se desarrolló la unión monetaria, acompañada de un Pacto de Estabilidad y Crecimiento que se `pensó que bastaba para garantizar el debido funcionamiento de la moneda única.

La crisis financiera de 2008 demostró que no era así. Las diferentes políticas económicas y fiscales produjeron un “choque asimétrico” entre los distintos países de la eurozona y agudizaron las consecuencias negativas de la crisis".

Pero de manera paradójica y tras el reconocimiento implícito del error que supuso Maastricht, González hizo una serie de consideraciones y propuestas que se sintetizan en cuatro:

  1. Más Europa y menos nacionalismos rampantes.
  2. Huir del proteccionismo estatal.
  3. Federalización de las políticas fiscales y económicas.
  4. Avanzar hacia un Gobierno económico de Europa.

He traído a colación este escrito del que fuera Presidente de Gobierno porque la  línea argumental que allí se sostiene se repite una y otra vez  por otras personas, para eludir el debate sobre la conveniencia o no de que España siga en la eurozona. Analicemos las razones dadas por González.

De entrada se acepta que la creación de la moneda única pecó de ligereza e improvisación ya que se obviaron contenidos fundamentales e imprescindibles para conseguir el fin buscado. A continuación se reconoce que cuestiones importantes del Tratado no se han desarrollado y han quedado relegadas sine die. Una vez que esa cuestión ha sido subrayada con énfasis se concluye recomendando que se cumplan los contenidos del Tratado que se han olvidado. Es decir, frente a una realidad como es el fracaso de la moneda única para conseguir un espacio europeo económica y socialmente integrado, se opone una descripción académica de objetivos, fines y metas pero sin entrar en las causas que los han hecho imposibles.

Y es que cualquier diseño, proyecto u objetivo de gran alcance debe tener como base imprescindible quien o quienes son los encargados de realizarlos, quienes son los protagonistas y quienes los beneficiarios. Veamos siquiera someramente, un ejemplo. La troika comunitaria marca una política económica a los Estados integrantes de la misma: austeridad, reformas del mercado laboral, líneas de las políticas fiscales, control de los presupuestos, etc. Sin embargo a la hora de abordar el paro hace recaer sobre esos Estados la responsabilidad de solucionarlo. Los hace responsables del problema pero les quita los instrumentos para abordarlo.

Esta aparente contradicción no es tal si tenemos claro que la UE y el euro han sido diseñados para potenciar la hegemonía de la banca, el capital transnacional y los grupos económicos dominantes. Lo último que esos poderes podían permitir es una estructura política integrada en todos sus aspectos económicos, fiscales, monetarios, sociales y políticos. De ser así saltarían por los aires los instrumentos que dominan a los Gobiernos democráticos: el mercado como dogma intangible, la competitividad como fuerza genesíaca de un nuevo orden de darwinismo social y el crecimiento sostenido como la nueva mística de la economía elevada a categoría de religión infalible. Dicho de otra manera, lo último que los poderes económicos dominantes quisieran tener es una Europa federal, con Gobierno, Parlamento digno de tal nombre y, en definitiva, un territorio sobre el que las leyes o incluso documentos como la Carta Social Europea fuesen de obligado cumplimiento en todo el ámbito territorial de esa Europa unida. El capital transnacionalizado no puede admitir un orden político también transnacionalizado por muy afín que fuese con él.

En consecuencia, pedir en esta tesitura que los poderes dominantes se hagan el harakiri es simplemente evadirse de la realidad. Por eso, cuando la crisis, los desmadres de la banca y el paro estructural son acompañantes permanentes de la cotidianeidad, pedir más Europa es trasladar a la pizarra teórica un problema de carácter eminentemente político; en absoluto técnico.

Somos conscientes de que salir del euro es una cuestión que contiene dificultades, riesgos y momentos de indudable tensión. Pero también somos conscientes de que seguir así es la crónica de una muerte lenta anunciada; hay que optar entre una ruptura con apoyo popular o la extinción del futuro, el alto paro crónico, la precariedad y el permanente atropello a los DDHH.

Pero abordar la salida de la eurozona exige, además, otra medida que rompa la cadena de dependencia y sobre todo el dogal ominoso del reformado artículo 135 de la Constitución que los dos pilares de la segunda restauración borbónica (PSOE y PP) perpetraron. En consecuencia debemos hacer centro de nuestra propuesta la auditoría de la Deuda Pública, la moratoria sobre la misma y una contrapropuesta de nueva Europa que tenga como sujeto de la misma a la mayoría social.

Salir del euro fue, hasta hace poco tiempo, una visión que tenida por irreal no tuvo gran repercusión. Sin embargo, hoy en día, economistas, políticos, intelectuales y un parte importantes de la población, consideran tal hipótesis como algo plausible y demandado por la fuerza de los hechos. Es una cuestión eminentemente política. Desde el Frente Cívico impulsamos este debate.

(*) Julio Anguita. Excoordinador general de Izquierda Unida. Fundador del Frente Cívico Somos Mayoría.
11 Comments
  1. gardenia says

    En mi opinión salir del euro es un auténtico suicidio.

  2. juanjo says

    Caben pocas dudas de que la UE y el euro se han diseñados en aras de la hegemonía de la banca, el capital transnacional y los grupos económicos dominantes. Al fin y al cabo se trata, ante todo, de un MERCADO COMÚN, en el que, por ende el capital y las mercancías, circulan libremente y a una velocidad supersónica. Lo cual supone una ingente ventaja para el comercio meramente especulativo: En pocos minutos se puede hacer circular billones y billones de €€, comprar y vender infinidad de factorías, yacimientos de petróleo, gas y carbón, plomo, hierro etc.
    Y, claro está, la primacía de la mercancía (o mejor, la transformación del mundo entero en mera mercancía) es una de las putadas más graves que pueden endiñar al trabajador.
    Por tanto, en la misma medida que la UE prive a los Estados a ella adscritos de su condición de Estados y, a su vez la propia UE renuncie a ser un auténtico Estado (No sólo un Estado social, sino un simple y real Estado) por fuerza ha de ser funesto para el mundo del trabajo:
    La pretendida participación en plan de igualdad en la política, económica, cultural y social, que realmente jamás tiene lugar en plan de igualdad, cuando falta el Estado desaparece por completo.
    Pero es que, en España, además, estamos siendo víctimas de otra grave disfunción: Y esa disfunción se llama Autonomías. Dejemos de lado la corrupción que las infecta . Tal corrupción será una anomalía tremendamente canalla y repugnante. Pero con respecto a nuestro bienestar (o nuestro malestar) económico, social y laboral es evidente que no significa gran cosa
    En cambio, la existencia de 17 Gobiernos autonómicos, cada uno con su correspondiente ministros, infraestructuras, inversiones , etc.,, trabajando denodadamente por nuestra prosperidad o y bienestar, eso si que significa una gran cosa y, sin duda (ahí están sus logros y resultado) gravemente perjudicial para el trabajasador.
    Tener las superestructuras políticas que tenemos y llegar a donde hemos llegado es evidente que las descalifica por completo. ¿Qué ventajas, pues, ha supuesto para la clase trabajadora el Estado de las autonomías, cuando con él, aún en los mejores tiempos, apenas logramos descender de un paro del 10%.

  3. Rompedor says

    La monja carmelita de origen marrano, Teresa de Cepeda y Ahumada, esculpió en los anales literarios estos versos: «Vivo sin vivir en mi y [..] muero porque no muero….». A mi me desazonan siempre esas antítesis, tan frecuentes en nuestro idioma. Hogaño, con «la que está cayendo» la sevicia de los mandamases político-económicos de nuestro malhadado país, sin dejar de sorprenderme me lleva/nos lleva nunca a la ascesis liberadora de la santa abulense sino a una inconsolada melancolía abocada al desahucio vital ; o sea al suicidio y, en todo caso, a la desesperación inane.

    Porque ¿qué espera a nuestra gente, a la «famélica legión» de la Segunda Internacional, a los desventurados de la II República, a sus descendientes de la posguerra, a las clases que levantaron cabeza unos años con la Transición posfranquista(?), a los jóvenes que no tienen memoria de lo anterior y sí memoria presente del obscuro panorama generacional que desbarata sus saberes, ya que solo serán serán útiles en empresas belgas, suecas o germanas ……?. Esperanzas, pocas: aguantar, rebelarte, resignarte,tirar por la calle de en medio…?

  4. JECO says

    En los 13 años de euro que llevamos nadie se ha quejado más que yo, no del euro, sino de ¡Cómo! entramos en el euro. Acompañado de un silencio por parte de las fuerzas políticas y económicas referentes al cambio de calcule del IPC que se produjo justamente el mismo año de entrada en el euro. El Sr. Aznar sabiendo que los precios se iban a disparar, cambió la forma de calcularlo, lo cual llevó el IPC a un ridículo 4%, inferior que años anteriores o posteriores, (todos sabemos lo mucho que subieron los precios de la cesta de la compra ese año). Sin embargo eso le permitió que los salarios se contuvieran en las negociaciones de los convenios colectivos (entonces existían). Fue la primera y mayor devaluación interna.
    El silencio, cómplice de Sindicatos (hoy Fidalgo se beneficia de su colaboración con el PP) y partidos de la oposición…aún se mantiene.
    Pero dejando lo de ayer para los historiadores, ya que nadie parece dedicarle el más mínimo interés a aquella gran estafa, situémosnos en la actualidad y en el hipotético caso de una salida del euro.
    Si volviéramos a la peseta…¿nos cambiarían 1€ por 166.386 pesetas? ¿volverían a cobrarnos por un café 80 pts en lugar de las 200 pts que nos cobran hoy en Euros?
    ¿O sería una nueva ocasión para que los maleantes que nos gobiernan nos vuelvan a robar?
    Llegados a este punto, ¿no sería mejor cambiar a los gobernantes?¿dejar de votar a quienes nos roban, desfalcan, expropian, nos prostituyen y venden?
    Pagar y cobrar en una moneda u otra…me da lo mismo. Pero que no me vuelvan a engañar…que no nos engañen

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