Más sobre el 25M: honroso desafecto, incontinencia felipista, peligro bolivariano

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Pedro Costa Morata *

Pedro Costa MorataTerremotos políticos y otras minucias aparte, lo más consistente de lo sucedido en las pasadas elecciones europeas es sin duda la abstención, que en la Europa comunitaria ha alcanzado el 57 por 100 y en España el 54. Abstención que es calificada acertadamente de desafección, lo que no equivale exactamente a euroescepticismo, ni siquiera a eurofobia; la desafección, creo, debiera describirse, por mitades, como indiferencia y desprecio a las instituciones llamadas comunitarias. Porque de la hostilidad a esta Europa –una de las posibles, una de las más perversas– dicen bien poco los líderes y partidos que así lo profesan y al mismo tiempo entran por el aro y acuden a sus elecciones: esto vacía en gran medida de contenido esas posiciones críticas, al rehuir la argumentación y la coherencia.

Concurriendo a estas elecciones tanto los europicidas en potencia como los que, sin más, se expresan críticamente, unos y otros proclaman, lo reconozcan o no, que es posible lograr sus objetivos –destruir la UE en el caso de la ultraderecha, reformarla entre los partidos de la izquierda no socialdemócrata– desde dentro; objetivo ingenuo, materialmente imposible con el equilibrio de fuerzas existente, cuya rigidez y parcialidad son productos histórica e ideológicamente consolidados.

La alta abstención esperada, vista la tendencia y los sentimientos de los españoles empobrecidos hacia esa Europa de los canallas, ha resultado suavizada, con un  cierto cambio de tendencia, por un millón de votantes, presumiblemente nuevos, que se han dejado atraer por las luces de Podemos, esa formación tan llena de brillo y gestos como de color e incógnitas. Así que la doble novedad de esa cita electoral viene resumida en una: la del Podemos tonante, fenómeno de empuje en un tiempo de regresiones y cobardías que, en consecuencia, incomoda a todos, concitando un odio inédito en la casposa banda de castigadores, responsables y regresores; casta (término que hace fortuna en el verbo directo del líder de Podemos, Pablo Iglesias, y que promete más que el manido sistema) que abarca desde la derecha que usufructúa el poder y nos somete a los negocios del saqueo, con sus plumíferos integristas acogidos en La Razón y ABC, hasta a Felipe González, oráculo destemplado y dinosáurico, malabarista en evidencia y espontáneo vengador de sí mismo; pasando por El País, cuyo editorial condenatorio del 30 de mayo consigue, en 300 palabras, un modélico autorretrato con trazos más bien gruesos de feo enfado y temor disimulado, de dudas menos que legítimas y algo de advertencia.

Destinado a dar de sí, fecundo en rupturas y oportuno en símbolos, irrumpe el adjetivo bolivariano como arma de combate para deslegitimar, condenar y hostilizar. Pero como va dirigido a Podemos, tampoco es ésta novedad aparte, sino cara lateral de la ira poliédrica que, para gozo de tantos, estos chicos ocasionan. El País, en efecto, en ese texto que no deberán ignorar los estudiantes del  prestigioso Máster en Periodismo que viene dictando desde hace años, carga sin reparar en el ridículo contra la “admiración personal” que Iglesias ha mostrado por Hugo Chávez, así como por sus simpatías por la “revolución bolivariana”. Felipe González, torvo y renegrecido, revestido como a él le gusta, de hombre de Estado supratemporal, experimentado y pontificante, se adelantó incluso a ese diario fulminando a Podemos por bolivariano. Nada tiene esto de raro, contando con la afinidad global del político y el periódico (vanguardia del imperio Prisa), que incluye una sostenida irritación por no poder hacer negocios en la Venezuela chavista y bolivariana.

Ahora que el PSOE se lame las heridas autoproducidas en el descalabro electoral europeo, y procede a un desesperado intento de recuperación, deberá tomar medidas, por la cuenta que le trae, con este Felipe intromisor: o se calla, volcándose (más) en sus negocios, o se le expulsa del partido (antes que acabe yéndose él) debido a su conservadurismo por etapas que enhebra, incansable, renuncias socialistas que en realidad son traiciones. Porque el daño que produce al PSOE promete incrementarse con estas apariciones, pródigas y sorpresivas, en las que gusta de “soltar la piedra” y ver qué pasa. Aunque, claro, él sabe muy bien qué piedras maneja y cuáles son las realidades de las que –con fatalismo de senectud– muestra el camino; lo de la “gran coalición”, tan lesiva para su partido en el momento en que la propuso, de pugna electoral, no es más que una lección de realismo socialista ya que, estando vigente en Alemania por tercera vez en medio siglo, constituye una realidad política y funcional en el Parlamento Europeo, puesto que desde 1989 un pacto más que tácito entre conservadores y socialistas les lleva a votar juntos para controlar la cámara y allanar, en consecuencia, el funcionamiento (pseudodemocrático) de la maquinaria europea.

Aunque para aportar su modesta contribución al desastre electoral socialista ya estaba sobradamente preparada la cabeza de lista, Elena Valenciano, cuya  clarividencia política quedó en evidencia cuando nos mostró su trinidad ideológica de referencia: Cristo, Felipe González, Ché Guevara… Yendo al fondo del problema, lo peor no fue la escandalera motivada por el descuido de Arias Cañete con lo de la “superioridad intelectual masculina”, que el PP tuvo bien merecido por presentar a esas elecciones a un político que es lo que parece: un tipo bronco, antipático y seguramente machista, sin gracia ni tirón, al que además acompañan muy serias incompatibilidades debido a sus negocios particulares.

Podríamos deducir que ninguno de los dos partidos meditó mucho la elección de sus respectivos cabezas de lista, llevados sin duda por la escasa preocupación ideológica que les sugiere el Parlamento Europeo, foro en el que ambas formaciones coinciden, convencidas y sin estridencias, en un estadístico (y escandaloso) 70 por 100 de las votaciones, como decimos; así lo decidieron en su día llevados sin duda alguna por su acentuada vocación europeísta. Y en ello debimos pensar cuando Arias Cañete y Valenciano hacían que se peleaban: que ambos votarán lo mismo las más de las veces. Por lo que hay que considerar justo y placentero que se hayan despeñado en su compartida hipocresía, y que se les ponga muy difícil tanto una “gran coalición” como incluso la alternancia en el poder.

Concluiremos volviendo sobre el bolivarianismo y las tormentas que, a cuenta de esta connotación, que se pretende peyorativa, tendrán que sufrir los de Podemos. Del proceso inquisitorial que ya se deriva del éxito electoral de esta nueva formación, es previsible que las acusaciones que se les dirija –lo que tiene su gracia, teniendo en cuenta la indecencia política, económica y social en la que se desenvuelve la gran mayoría de los regímenes latinoamericanos de democracia “a la europea”– alcancen en breve tiempo a un pretendido castrismo, lo que supondría un grado más, de acoso e inquina, en la operación de vilipendio. Desde sus privilegiadas columnas de opinión en El País militante, prestigiosas plumas (Vargas Llosa, Moisés Naím, Enrique Krauze), de límpida ejecutoria ideológica y de franca neutralidad democrática, vienen mostrando su (generosa) preocupación por el bolivarianismo considerándolo, con obsesiva insistencia, sucursal imitante de la revolución cubana.

(*) Pedro Costa Morata es ingeniero, sociólogo y periodista.
5 Comments
  1. Enrique Duro says

    Los militantes socialistas merecen otra cosa que estos viejos «caciques» que se han pasado la vida engañando a todos, en beneficio propio, que nunca han sabido el significado del socialismo. Engañaron a anteriores generaciones, pero difícilmente engañaran a las nuevas, que deberán saber desprenderse del lastre del felipismo, del polanquismo residual

  2. malvarez says

    Magnífico trabajo que abre mentes, ojos y brazos frente a la disyuntiva española. Lo felicito.

  3. trimaila says

    Una brillante reflexión Sr. Costa, le felicito y le agradezco su artículo… Yo personalmente creo que «Podemos» (ó más concretamente una coalición/frente popular) va a ganar las próximas elecciones y va a gobernar, porque la podredumbre, corrupción, decadencia y el cabreo de la gente que se siente estafada es insoportable.
    Nota: Les invito a leer un magnífico artículo periodístico de opinión del Profesor Carlos Fernández Liria: http://insurgente.org/index.php/template/politica/item/11825-podemos-qu%C3%A9-algunas-reflexiones-del-profesor-carlos-fern%C3%A1ndez-liria-sobre-un-supuesto-populismo

  4. Patronio says

    Jo, macho, solo te ha faltado citar a los masones y a los enanos infiltrados. El discurso es el mismo.

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