Pedro Sánchez, Oscar López y el estado del PSOE

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Jesús Cuadrado *

Jesús_CuadradoCuando Pedro Sánchez decidió que Oscar López, el tres de Rubalcaba, fuera su número dos en el Senado, antes, incluso, de ser elegido senador por las Cortes de Castilla y León, pudo sorprender a muchos, no a quienes conozcan cómo funciona el grupo formado por José Blanco. De hecho, para ubicar a López en su equipo, Pedro Sánchez debía hacer dimitir a quien era el senador por Castilla y León, Ibán García, para que Oscar López pudiera ocupar su puesto. ¿Cómo se convencía a este senador para que dimitiera? Puede resultar sorprendente, pero, a la luz del día, se le convierte en responsable de Cultura en la nueva Ejecutiva Federal, aunque, él mismo declara con sinceridad que hubiera preferido ocuparse de Minería. Así, López se propone a sí mismo para ser elegido senador, sin el aval de la dirección regional del PSOE, ni del propio grupo parlamentario, y se consuma una cacicada clamorosa, que muestra un liderazgo socialista dependiente de intereses de grupo.

Sorprenderá ver cómo, Pedro Sánchez, necesitado de la construcción de un liderazgo desde cero, arriesga tanto por tan poco. He conocido de cerca la formación del grupo de profesionales de la política de José Blanco: todos ellos inician su actividad laboral como cargos de confianza dependientes del partido, de asesores en los grupos parlamentarios del Congreso, Senado o Parlamento europeo, o en las delegaciones y subdelegaciones del Gobierno y en otras instituciones dirigidas por cargos públicos socialistas. De ahí pasarán a la “carrera política” como diputados, senadores o europarlamentarios. Entre ellos, Pedro Sánchez, Oscar López, Antonio Hernando, Iratxe García, Cesar Luena, Elena Valenciano, es decir, el núcleo duro de la dirección socialista. Lo fundamental: entre ellos han desarrollado redes de solidaridad que marcan las decisiones políticas, incluido este nombramiento de Oscar López, el del pacto en Ponferrada con un acosador condenado.

Con estas ataduras, difícil construir un liderazgo creible. En los cinco primeros minutos de debate parlamentario de Pedro Sánchez con Rajoy, se pudo comprobar cómo el Partido Socialista sigue atascado en el barrizal en el que le metió Rubalcaba. Si se vuelve a los datos de paro, de riesgo de pobreza o de deuda pública, sin importar los datos reales y sin ninguna perspectiva estratégica nueva que aportar, tendremos, de nuevo, el pulso agotador entre “tus años y mis años”, un escenario que impide al PSOE ofrecerse como alternativa creíble. Así, la imagen que domina entre los electores es la de una red política centrada en su supervivencia, antes que en liderar un verdadero giro político. Un chollo para el PP, un chollo para Podemos.

Hoy, lo que se espera de un líder es que se dirija a los votantes antes que a los militantes; por eso, es un grave error imitar a Podemos, pero con la vieja escenografía de actos con militantes movilizados, como siempre, donde el entusiasmo, imprescindible para un proyecto político de éxito, transmite artificio. Cuando el voto es cada vez más individualizado, menos de tribu, más volátil, menos familiar, la gente huye de todo lo que huele a sedes de partido, a militancia. Matteo Renzi nunca hubiera conseguido el liderazgo, hoy incuestionable en Italia, con una votación de partido; sólo con unas primarias abiertas a todos los votantes, masivas, con una guerra declarada a los aparatos de su partido, lo ha conseguido. Como Obama o Segolene Royal, en su día, apelaron directamente a los electores, construyeron sus propias maquinarias electorales, se enfrentaron a los intereses de los aparatos de sus partidos. Las primarias sólo con militantes podrían haber supuesto un avance hace tiempo, pero ahora, con todo el sistema político de la Transición sin crédito alguno, corrompido, son claramente insuficientes. Y, peor aún, el grupo de José Blanco, por no perder el control, ha dado un serio golpe a las posibilidades de unas primarias abiertas para la reconciliación de los votantes con el Partido Socialista. Puede ocurrir que, cuando se quiera recurrir a ellas como último remedio, a nadie interesen.

El partidismo premia la lealtad a la organización, pero lo que los electores valoran es la honestidad, y si comprueban que lo que importan son “los nuestros”, como muestra el trato a Oscar López, será imposible apagar el aroma a red de “socorros mutuos”. Y no se contará con opción alguna de liderar la regeneración ética, que piden a gritos los españoles, si no se tiene credibilidad, auctoritas, para esa difícil tarea. Un aspirante a liderar el centroizquierda español no lo tendrá hoy fácil, y los electores lo saben; pero no podrá ganarse el derecho a ser escuchado si, cuando dice que viene del paro o que él no es un producto del aparato del partido, nadie le cree. No entiendo la obsesión de Pedro Sánchez por querer parecer un outsider, cuando es evidente que, para bien o para mal, es un prototípico producto de partido. Si se empeña en ese camino, se lo pondrá muy fácil a sus adversarios.

Como ocurre con la reacción ante la obscena corrupción de las tarjetas de Bankia. Por más que se lancen frases contundentes, del tipo de “tarjeta roja a los de las tarjetas negras”, no te creerán si no eres capaz de poner en fila a todos los militantes socialistas que han participado en los Consejos de Administración de todas las Cajas quebradas, a todos los que aprobaron las Preferentes, y haces la poda, antes de que jueces, fiscales o medios de comunicación, te pongan en evidencia y te hagan ir a rastras. Resultaría más creíble que crear un comité de ética.

En fin, España tiene un serio problema en la extracción de su clase política, como se comprueba, una vez más, con la gestión de la alarma del ébola. Me sorprendió que, cuando se publicó Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política, de Michael Ignatieff, varios del grupo de Sánchez lo alabaran. Hay pocos textos tan contundentes contra los políticos de aparato, como los apparatchik que hoy dominan los partidos de la Transición española. Contra la actividad política como profesión estable, escribe: “Tu vida política puede terminar en cualquier momento, así que debes asegurarte de que tienes una vida con anterioridad y estar preparado para seguir con una nueva vida después. Ser consciente de que puedes perder es la mejor garantía de que conservarás tu honradez”. No puedo estar más de acuerdo.

(*) Jesús Cuadrado es militante y exdiputado del PSOE.
3 Comments
  1. Paco says

    ¿Y a ese grupo de José Blanco no hay quien le pare en el PSOE? Les pasa como al PP, que está lleno de ANAS MATOS y así nos va.

  2. RESISTENCIA ANTIESPAÑOLA says

    LIBERTAD PARA LAS NACIONES OCUPADAS,VISCA CATALUNYA, GALIZA, EUSKADI !!!

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