La inmaculada candidata

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La presidenta del PP en Madrid, Esperanza Aguirre tras la reunión el pasado martes del Comité de Dirección del partido, en la que se puso a disposición de Mariano Rajoy para ser candidata en las próximas elecciones. / Javier Lizón (Efe)

En esta fecha tan señalada siempre pienso en el Espíritu Santo, en la Inmaculada Concepción, en el milagro de la Navidad. Es decir, en fuegos artificiales mojados y caducados, en patrañas, enredos y embustes, en personajes explosivos construidos sobre grandes mentiras. A partir de ahora quien ocupará el protagonismo en mis pesadillas lisérgicas será Esperanza Aguirre, la reina del pesebre, la política que por sí sola resume la política de Estado, es decir, la política tradicional, o sea, la política de la casta.

Aguirre se ha autoproclamado candidata a la alcaldía de Madrid. ¡Milagro! gritarán sus seguidores arrodillados sobre un lecho de guijarros y tachuelas. Y es que la inmaculada candidata dijo adiós a la política hace solo veinticuatro meses: "Ahora ha llegado el momento de vivir cerca de los míos", aseguró en un alarde de cínica humanidad, sumergida en un mar de lágrimas de cocodrilo. "Siempre concebí la política como una actividad temporal", sentenció tras treinta años ocupando cargos públicos, la perfecta guinda a su burla eterna.

Sexagenaria sin escrúpulos, Aguirre desenmascaró a la trama Gürtel, entregó a la justicia al hoy recluso Francisco Granados y delató al resto de sus hombres de confianza imputados por corrupción. Cazatalentos de contrastada solvencia, enemiga de lo público, eterno escorpión a la espera de rana, la expresidenta madrileña tiene pendiente una causa por desobediencia tras darse a la fuga de la policía después de aparcar en el carril bus de la ciudad que quiere gestionar. ¿Quién mejor para acabar con la lacra de la corrupción que aquella que alcanzó la presidencia bebiendo de los pechos de la deshonestidad, que alimentó a sus depravados cachorros con mordidas de actos electorales, que entendió el desprecio y la soberbia como formas de hacer política?

Raposa de pellejo recio y pelambre deslucida, la lideresa quiere ahora ser alcaldesa. Y lo hace poniendo en un brete a Mariano Rajoy, un político con el piloto de la reserva encendido, con el fondo de armario apolillado, acosado por todo aquello que representa Aguirre, una mujer que en esto de la política, si nadie se lo impide, llegará lejos y virgen.

10 Comments
  1. josu says

    Esta señora representa todos los valores que atentan contra la democracia más básica… Exhibe un ideario político neoliberal que es el mayor enemigo del Estado y por ende del estado del bienestar. Un capitalismo depredador, en el que el pez grande exprime hasta la estenuación a todos los peces pequeños, a todos los ciudadanos de a pié. Una señora oportunista, ignorante contrastada, capitana de un barco, cuya tripulación ha nadado en el nepotismo, la corrupción y el despilfarro. Una enemiga, en suma, del pueblo español.

  2. josu says

    extenuación

  3. ramon says

    Pesadilla antes de Navidad

  4. Selito says

    Ultimamente suelo leer estas noticias en El Confidencial, como alternativa y los comentarios de sus lectores son muy interesantes, dan una perpectiva distinta de la realidad que yo percibo.
    Hace dos dias, cuando saltó esta liebre, pude comprobar como hay mucho ppero madrileño aplaudiendo con las orejas por que vuelve su Espe (a la que tienen por Inmaculada, efectivamente), que pocos le tienen cariño a Rajoy, el pusilánime y que éste tendría una papeleta bien gorda que lidiar.
    Me gustó especialmente este argumento: ‘Si Rajoy se opone y el PP fracasa en Madrid, toda la culpa recaerá en él. Si no se opone y fracasan, las culpas serán para Esperanza’

  5. qq says

    La mejor semblanza de Aguirre que he leído en mucho tiempo, y en apenas veinte líneas.

  6. CHATA says

    Lo que no sé es qué hace Albert Boadella con ella.

  7. rrafaperez says

    La intrépida Aguirre, además de hir de los guardias en la Gran Vía, tambien huyó de Bombay en calcetines cuando sonaron unos disparos y abandonó a toda la delegación española que ella presidía. Huyó como las ratas del barco que se hunde.

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