El tránsfuga

Pecas, el perrito de Esperanza Aguirre, fue encontrado por dos agentes de movilidad mientras vagabundeaba en solitario, sin rumbo ni destino, por las calles de Madrid. En un principio esta actitud del can más famoso de la capital, propietario de su propia cuenta de Twitter y líder en actos contra el maltrato animal, se atribuyó a la tristeza: solo unas horas antes había fallecido su colega Uggie, el protagonista de la película “The Artist”, como consecuencia de un cáncer de próstata. El Jack Russell Terrier de la lideresa del Partido Popular seguramente se arrastraba por las calles llorando la pérdida de su colega de raza, un Jack Russell Terrier aún más acostumbrado que Pecas a los focos, los flashes y las alfombras rojas.

Superado el cachondeo inicial -los mismos agentes de Movilidad que persiguieron a Aguirre tras fugarse en plena Gran Vía le devolvían ahora a su perrito- llegó la gran sorpresa: Pecas fue encontrado muy lejos de su casa, un palacete en el corazón de Malasaña. Pecas se encontraba en territorio enemigo. Concretamente en la calle de Ferraz, a solo unos metros de la sede del PSOE. No se han ofrecido más datos sobre el estado del perro, y como sucedió con su propietaria el día de su fuga del cajero, no se le sometió a controles de alcolohemia o drogas.

¿Se había perdido Pecas o había huído y buscado asilo político en la sede de la oposición? ¿Probaba Esperanza Aguirre su propia medicina con una deserción dentro de su familia? ¿Estábamos ante un caso inaudito de tránsfuga canino, en el que ni el más fiel de los amigos del hombre era capaz de soportar a la voraz depredadora neoliberal?

Este Pecas desengañado, que reniega de su condición de dócil mascota popular y vagabundea sin correa ni bozal por territorio socialista, se ha convertido en una grandiosa metáfora del desamparo que sufren los votantes conservadores españoles. Bien es cierto que el instinto debía haberle llevado a la sede de Ciudadanos, pero los Jack Russell Terrier son de patita corta y el camino a Barcelona es largo y cuesta arriba: El PP ha endurecido su discurso para el 27-S y descarta concesiones a Cataluña.

El peludo desertor, paseando como pollo sin cabeza por las calles de Madrid, simboliza los cientos de miles de simpatizantes del PP que, cansados de una política marcada por la corrupción, la soberbia y la falta de diálogo, se sienten desorientados, carecen de rumbo y destino. Los de Mariano Rajoy tratan a sus votantes como a perros. Y los votantes no saben a qué atenerse: seguir comiendo el pienso de saldo que les ofrecen los de Génova o probar una dieta si no nueva, al menos diferente. Parece que apuestan por la estabilidad... Según el último barómetro del CIS, el PP aumenta su ventaja en intención de voto: obtendría un 28’2% de los sufragios, frente al 25’6% reflejado en la última encuesta. Es decir, que pese a todo lo que ha pasado, desde los Bárcenas a los Rato pasando por las Gürtel y las Púnicas, el PP se distancia cada vez más de sus competidores.

Quizá encontremos más información política sobre las elecciones, más referencias sobre estrategia política e intención de voto, en la fuga de Pecas que en todas las encuestas de Metroscopia, Sigma Dos o el CIS. Algunos votantes, como los perros de raza, son animales mansos, de costumbres burguesas, tan fieles a sus amos como para considerarlos falderos, que se conforman con un cuenco de comida y bajar dos veces a la calle cada día. Lo suyo es correr una y otra vez tras la misma pelota de goma. Lástima de sumisión. Pena de democracia.